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El técnico-franquicia del Real Madrid

Su sonrisa de hombre bueno (clavada a la que exhibía el abuelo de Heidi en su emotivo reencuentro cuando su nieta regresó de Francfort), su habilidosa mano izquierda, su acentuado perfil diplomático y su riguroso conocimiento del fútbol lo convierten en el técnico-franquicia del Real Madrid. Vicente del Bosque cumplió ayer 52 años, pero le vemos como si tuviera 102. No por viejo, sino por sabio. Me lo imagino, como en las legendarias tribus indias que poblaban el Oeste americano, fumando pipa y relatando al calor de la hoguera, rodeado de Ronaldo, Raúl, Zidane, Casillas y compañía, las batallas que vivió con su amado Madrid en los tiempos del cólera en los que Pirri o Benito recibían la Laureada del Club por sus gestas raciales. Tiempos en los que los cracks habitaban en el Ajax, el Bayern Múnich o, lo asumo, en el Barça emergente de los 70...

Vicente ha superado ya varios match-balls. Sabe que si se hubiese perdido en Glasgow ya no sería el dueño de ese banquillo y es consciente de que una derrota en Yokohama habría debilitado los firmes cimientos de su obra. Pero él lo asume con grandeza. Ser técnico del Real Madrid le hace sentirse un privilegiado. Capello, Toshack y elementos similares eran al revés: creían que le hacían un favor al Madrid por poner su prestigioso sello en una entidad que les vino grande desde el primer día que pisaron el Bernabéu. Del Bosque no busca portadas ni ganar méritos a costa de este club centenario. Él no medra porque fuera de aquí se sentiría como Kunta Kinte en una cumbre gastronómica del Ku-Klux-Klan. Vicente fue, es y será blanco para los restos. Lo ha ganado todo, pero nunca sacará pecho. Maestro, felicidades.