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Gaspart sigue tras hacer la escenita del palco

Un bel morire tutta una vita onora. Una bella muerte honra toda una vida. Viendo a Gaspart afligido, recogiendo a pie firme durante más de tres minutos una bronca tremenda, recordé esa frase de Petrarca, que suena a ópera. Vi a Gaspart justamente como el personaje de una ópera, abrumado en medio de un escenario temible y grandioso, víctima de la conspiración de los hados más perversos. Una alianza perfecta de todos los demonios familiares que pueblan las pesadillas de Gaspart. Todo demasiado maligno. Hasta llegué a pensar que no merecía tanto.

Porque, si repasamos, anda dando tumbos desde la noche de Figo. El primer gran golpe se lo dio el portugués, con su actitud resuelta al sacar los corners ese día. Ahí colocó a Gaspart ante su esperpento. El segundo se lo dio el Comité (no podía evitarlo) dictando un cierre que el barcelonismo acoge como la pérdida de una virginidad largo tiempo guardada. El tercero se lo da él mismo, al conseguir un aplazamiento del cierre que se le ha vuelto en contra. Y el cuarto, el árbitro, con un penalti fuera del área al poco de empezar el partido.

Y fue justamente Losantos Omar, el mismo que mandó al limbo el gol de Rivaldo en el Bernabéu. Y fue un penalti fuera del área, ante un jugador de blanco (y con el 11, como Gento aquel día), para hundirle más en el horror. Fue todo lo peor reunido en una noche. Pero lo peor fue la evidencia de que ya no hay excusas, ni figos, ni cierres, ni árbitros, ni penaltis fuera del área en que parapetarse. No tiene otra salida que un bel morire, para al menos dejarnos un recuerdo final grato. Pero por lo que vimos anoche renuncia a esa posibilidad. La escena del palco fue una pantomima.