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La lucha antidoping al desnudo

España tiene un laboratorio antidoping, sí. Pero ¿tiene lucha antidoping? Fichamos en su día para la Federación Murciana de Esquí a un alemán extravagante que nos daba medallas de oro, entre el júbilo colectivo, hasta que un laboratorio ajeno a nosotros le encontró convicto de doping. También hemos vivido el bochorno de que en un Celta-Barça (equipos españoles) de Copa de la UEFA cayera De Boer, culpable de nandrolona. Como vivimos la vergüenza de que a Guardiola le pillaran justo cuando salió de España. Repito la pregunta: ¿tenemos lucha antidoping?

Ahora ha caído Gurpegi, y la noticia provoca un movimiento extremo de solidaridad en torno a él. Toda la plantilla, más el conspicuo Zubizarreta, más Sabino Padilla (procedente del ciclismo, dicho sea sin ánimo de ofender). Fuenteovejuna en Euskadi. Un motín solidario a cuyo favor está el estilo de chalaneo bochornoso con que se maneja en España la lucha antidoping. Un estilo cuyo mejor ejemplo es justo el caso Gurpegi, cuyo pis durmió dos meses largos el sueño de los justos hasta que alguien empezó a potinguear con él. ¿Por qué? Porque sí.

Porque había prioridades nos dicen. ¿Qué prioridades? La Vuelta a España era la principal. Cruel ironía, cuando en este país el pelotón ciclista circula con una paz desconocida en Francia o en Italia. ¿Y para eso damos prioridad al análisis de los ciclistas frente al de los futbolistas? ¿Qué credibilidad tiene este sistema en el que se cuelan Muehlegg, De Boer o los ciclistas que Francia e Italia repudian, y en el que de repente se le cae la estantería encima a un tal Gurpegi? Esto es demasiado serio para reducirlo al arbitrario potingueo de un laboratorio desacreditado.