El mamoneo del hueveo del chumineo

El mamoneo del hueveo del chumineo

Los editores de cierre de este periódico (que son espléndidos, por cierto) me suelen acusar de inventar palabras o de abusar de germanías, modismos de barrio o neologismos de baja estofa. Suelen tener razón, aunque tengo que presumir de que muchas veces el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos (Editorial Aguilar) me avala. Pero en ocasiones se me queda corto y hoy es una de ellas. Es casi medianoche, y todavía está el Comité de Competición sacándose brillo a salva sea la parte en la redacción de su esperadísimo fallo.

O sea, y como dirían mis amigos de la Sevilla profunda, de los que aprendí mi mejor castellano, el mamoneo del hueveo del chumineo. Dios les perdone. No a mis amigos, sino a los tales Argimiro, Sequeira y Zornoza, por su cobardía moral, su ridícula temblequera a la hora de hacer con el Camp Nou lo que se ha hecho con tantos otros campos de España, incluido el Bernabéu, antes: cerrarlos cuando la barbarie ha excedido los límites que la legislación oportuna tolera. A estos pobres hombres les pesa el Barça todavía, por un atávico temor supersticioso al qué dirán.

Tan extraordinario se concibe el hecho del cierre del Camp Nou que anoche se conspiró con acierto para aplazar un día el partido de Champions. Hora y media antes del saque inicial, el árbitro decidió que el temporal de lluvia hacía imposible el juego. No conozco precedente. Todos a casa y a esperar el fallo que los tres egregios cobardicas redactaban en letra gótica, limando el matiz de cada acento, de cada coma, de cada vocal, de cada consonante. Todavía nos creemos que el Barça es más que un club, cuando sólo es el club que preside Gaspart por elección de sus socios.