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Anelka y su amor propio

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Ya sé lo que piensa todo el mundo en Madrid. Salvo ese par de goles fantásticos marcados en la Champions League contra el Bayern Múnich, Nicolas Anelka sólo aportó problemas durante su estancia en el club blanco. Pero para mí, este compatriota es más que una oveja negra, más que niño autista como cree la gente. Tuve ocasión de conocerle bien cuando vivía en La Moraleja (barrio residencial de Madrid) y desde esa época sigo de cerca su evolución en este cruel mundo del fútbol. Y haga lo que haga este gran delantero, dentro o fuera del campo, me cae bien.

La verdad, tengo mucho respeto por el comportamiento que tuvo Anelka la semana pasada cuando le llamaron a última hora para el amistoso de la selección francesa con Yugoslavia. Le dejaban un hueco porque se había lesionado otro. Nicolas dijo que no a Santini usando un típico refrán francés: "¡No quiero ser la quinta rueda de la carroza!". Unos verán soberbia donde detecto amor propio o, mejor dicho, falta de amor.

Es cabezota, pero nunca chaquetero... y eso me gusta. La Federación Francesa de Fútbol quería suspenderle (al final la FIFA no le dio la razón) y amenazó al jugador. Nicolas contestó marcando un gol con su club, el Manchester City. Una bonita forma de decir a todos: "No cambiaré, ¡así me tenéis que querer!"