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Exorcismo en San Siro

Fue como si nos hubiesen estallado los tímpanos de forma violenta. Los madridistas asistimos perplejos a aquella noche maldita de San Siro, como si la vida se hubiese confabulado con las Brujas de Salem para convertir a Gullit, Van Basten, Baressi y Maldini en los demonios que cortarían las alas de esos Ángeles Lakers del fútbol personificados en el Buitre, Hugo, Míchel, Schuster y Gordillo. Esos holandeses negros (Frank y Ruud) y blancos (Marco) alcanzaron este fútbol total que mató el talento de mi adorado Real Madrid de la Quinta. Estaba muy reciente la herida mortal de Eindhoven y, a partir del 3-0 guardamos la cerveza en la nevera y tiramos el bocata de jamón a la basura. La televisión estaba poseída como la de Poltergeist y esos fenómenos extraños con camiseta a rayas negras y rojas (los colores del diablo) nos estaban ridiculizando ante toda Europa.

Pero el madridismo se hizo fuerte esa noche. Entendió que vivir sólo del glorioso pasado era un suicidio colectivo como el de Waco. Firmamos el acta del 5-0, reprimimos las lágrimas y fabricamos el orgullo para iniciar, nueve años después, la senda de las Copas de Europa en color. Otros se mofaron, se compraron la camiseta del Milán para regodearse... y en 1994 tuvieron que quemarla después de ser humillados en Atenas. Donde las dan las toman.