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Corriendo a ver la tele

Un puntito para cada uno, que no alivia mucho a ninguno, y para casa corriendo a ver por el PPV el partido del Camp Nou. Porque poco más hubo ayer en el Sánchez Pizjuán. Dos goles y los dos marcados con la uña. El de Antoñito, de rebote, después de una falta lanzada por Casquero; y el de Makaay, arañando lo justo. El mérito en el gol del holandés fue mayormente de Sergio, que se creció en el área chica y se sacó una asistencia imposible. Después, entraron en juego los porteros. Notario sacó con dos manos milagrosas un gol a Makaay y otro a Tristán. Y Juanmi hizo lo mismo con un disparo de Fredi. Después, la nada, muchos agarrones, muchas imprecisiones y algunas patadas alevosas como la de Pablo Alfaro a Sergio, cuando el catalán ya estaba en el suelo.

También le podemos echar la culpa de un partido tan aburrido al empedrado y con razón. Porque ayer, los jugadores se pasaron medio partido patinando por el césped y algunos pidieron el cambio de botas, como Romero. Y a falta de fútbol, lo único que se confirmó ayer fueron las estadísticas. El Depor lleva ocho partidos consecutivos sin perder y el Sevilla sigue sin conseguir ganar a los gallegos en su campo y ya van once años. Asi que el Sánchez Pizjuán puede ser considerado por los coruñeses como un campo amigo. Menos amigos fueron con Diego Tristán, por aquello de su pasado bético, al que recibieron con una sonora pitada cuando saltó al campo. Pero después de esas acusaciones de escándalo público, al sevillano poco o nada le habrán afectado unos pitos en un campo de fútbol, que es donde realmente se debe medir y valorar a un futbolista.

El Sevilla salió más emocionado, más eléctrico, pero perdonó en exceso y eso los más modestos lo pagan. El Depor se conformó con conseguir la igualada, porque después echó el freno de mano, que el martes está aquí la Juve y eso sí es cosa seria. No me extraña que el público estuviera ansioso por ir a ver el inicio del Barça-Madrid. Tampoco merecía la pena correr tanto para ver lo del Camp Nou, porque allí el fútbol se transformó en una imagen lamentable.