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Ciclismo | Tour 2002

Freire se crece con los lamentos

Ayer ganó tras asegurar que estaba en baja forma. Sus dos Mundiales también llegaron tras dos graves lesiones.

Siempre que Óscar Freire se queja, buen síntoma. Cada vez que tiene un problema, el cántabro responde con una victoria. A su primer Tour ha venido a regañadientes. "No quería correr porque no me veía en una buena forma, pero el Mapei decidió mi presencia", se ha cansado de decir en los días previos. Y al oír sus lamentos, en los corrillos ciclistas se comentaba: "Si llora tanto, seguro que moja".

¡Y no ha tardado mucho! Sus grandes victorias han llegado así. En 1999 se plantó en el Mundial de Verona tras haber pasado prácticamente la temporada en blanco por una operación en una rodilla. Sólo había corrido quince días, pero alcanzó su primer maillot arcoiris. Nadie daba crédito. Incluso La Gazzetta dello Sport tituló: "Gómez da la sorpresa". Gómez es su segundo apellido. Algunos no conocían ni su nombre.

Ese triunfo le valió un contrato de tres temporadas con Mapei, a 600.000e (100 millones de pesetas) por cada una. El año siguiente fue el mejor: 10 victorias, entre ellas dos etapas de la Vuelta a España, y ninguna lesión.

Pero sus viejos fantasmas volvieron en 2000. Una antigua contractura en la espalda le generó un fuerte dolor lumbar. Estuvo de clínica en clínica hasta que encontró la solución con Vivi Lantzky, una fisioterapeuta danesa residente en Sevilla, y Manuel Rodríguez, médico del Mapei. Unos ejercicios de estiramientos antes y después de correr, unidos a la correción de hábitos postulares, le devolvieron a la competición.

Freire volvió en junio en la Vuelta a Alemania. Y ganó una etapa a Zabel. En octubre se plantó en el Mundial de Lisboa, tras una Vuelta a España infructuosa, y logró su segundo maillot arcoiris. Año de lamento, año de gran victoria.

Óscar también tiene fama de despistado. Y lo es. Un día antes de ganar su segundo Mundial, Freire salió solo a entrenar y se perdió. Pasó un par de veces por delante de su hotel, pero no lo reconoció. Al final paró un taxi, bicicleta en mano, y dijo: "No sé dónde está mi hotel, ni cómo se llama. Vamos a buscarlo". Eso sí, en la bici se transforma.