Yo digo J. J. Santos

Siempre existió la suerte de los campeones

J.J.Santos
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He visto muchos partidos en directo, tantos como para oler los estados de gracia de un equipo cuando llega una gran competición. Por no ponerme pesado recordaré lo ocurrido en Francia en el 84. Entonces el añorado Miguel Muñoz estaba de vuelta de todo. Nadie daba un duro por nosotros. El fracaso en nuestro Mundial nos había dejado destrozados. Pero todo cambió con los doce goles a Malta que nos metieron en la fase final. Aquella noche, con la narración caliente y excelsa de Alfonso Azuara, se abrió el camino para algo grande. Ya en Francia se confirmó ese estado de gracia. Falló sólo en la final, con la pifia del bueno de Arconada. Pero fuimos subcampeones de Europa. Todo un logro.

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En Corea llevamos presagiando algo parecido. Es un Mundial distinto a todos los que he vivido. No hay revanchas pendientes. Te puedes abrazar a Lama o Paquito González al terminar un partido. Puedes compartir la alegría con Estrada, guiñar el ojo al Rubio de la Cope, hacer risas con Kiko, o disfrutar con Guasch y Pedro Pablo. Hay buen rollo entre la prensa y ganas de apoyar a un grupo que sólo se conforma si estamos en la final de Yokohama. El estado de euforia desatado en España es un fiel reflejo de las posibilidades de un grupo compacto al que, además, le acompaña la fortuna desde que comenzó la fase final. Eso es vital para hacer algo sonado.

Si quedaba algún resentido que deseaba el fracaso para zurrar la badana a todo lo que se moviera en torno a la Selección, que espere un mejor momento. Las ventas de periódicos, la audiencia millonaria en radio y televisión demuestran que los aficionados se han enganchado definitivamente a un Mundial plagado de dificultades por el cambio horario. A partir de ahora es la Selección la que manda y la que altera los usos y costumbres de millones de personas. Y eso es porque en el fondo todos olfateamos la gesta.

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