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El carro está en buenas manos

Hay días que no deberían acabar nunca. Arrancar la jornada visitando la tumba del auténtico rey de reyes, Santiago Bernabéu de Yeste, y culminarlo con las imágenes de Antena 3 mostrándome al mejor Raúl que haya escuchado nunca, es como si te toca la quiniela sin haber registrado el boleto. Llevaba dos semanas sumido en una pequeña depresión premundialista, prejuiciado por mis tristes experiencias vividas en primera persona con mi querida España en Italia’90, EEUU’94, Francia’98 y Holanda-Bélgica’00. Harto de frustraciones y humillaciones, no me creía nada. No pensaba apostar un solo euro por los nuestros.

Pero Raúl parece un Mesías, un Salvador. Desde Ulsan, nos dice que "éste va a ser el Mundial de España", "la Selección entera va a dar la cara", "es un privilegio defender la camiseta nacional", "tenemos hambre de cambiar la historia...". Sublime. Mi volcán patriótico, que estaba apagado como el Teide, ha empezado a escupir lava y cenizas. Hierve mi sueño imposible: ver a Hierro, Raúl, Baraja, Tristán y Puyol (la Selección es de todos) elevar esa Copa del Mundo que siempre vi tan lejos como el Taj Mahal.

El carro de Raúl es tan fiable como ese Seat 1500-C de mi abuelo Fernando que cuando yo era pequeño nos daba la vuelta a España sin que el motor se resintiera. Este chico ha ganado tres Champions y ya echa el aliento al gran Paco Gento. Es insaciable y quiere torear como Ponce con esa bandera que exhibió como capote en el Hampden Park. Su hijo Jorge ya tiene puesta la camiseta de España. Yo también. Raúl, gracias a ti.