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La amargura de Chava

Ayer fui acribillado a comentarios sobre mi encuentro con Chava Jiménez: "Está aún mal, ¿no?", "se le notan los ojos vidriosos en las fotos", "tiene la cara muy hinchada", "la voz que le escuchamos en El Larguero no era normal"... Todas estas cuestiones, que quizá usted también se haya planteado, tienen una explicación: Chava recibe un tratamiento muy fuerte para combatir su depresión y pasa por altibajos físicos. La medicación condiciona aún su vida.

Pero también hubo otra pregunta para la que no tengo respuesta: "¿Volverá a ser el de antes?". Eso no lo sabe nadie. Ni él. Hay novedades que empujan al optimismo: Jiménez ya contesta al teléfono, no para de bromear, habla con la prensa, hace algo de deporte... Está recuperando a la persona. Eso lo va a conseguir. El problema es el deportista. Chava está haciendo un gran esfuerzo para volver a correr. Pero el martes, por ejemplo, no encontró fuerzas para ponerse el maillot del ibanesto. Tiene dentro una amargura, algo que sólo sabe él, que le impide todavía ser ciclista. Pero ahora no se va a rendir.