Un Madrid inteligente

Corría el minuto 61. Morientes disputa un balón en la banda izquierda con el noruego Bjorn Kvarme. Con astucia, consigue que le rebote la pelota al desafortunado zaguero vikingo. Este se queda protestando un fuera de banda que favorecía al Madrid. Morientes, listo y rápido, saca rápidamente al comprobar que Raúl estaba desmarcado en el área donostiarra. Kvarme se queda aislado en sus torpes protestas, Raúl recibe en solitario, encara casi sin ángulo al felino Alberto y le mete un gol picarón con una sotana para enmarcar. 2-1 y el Bernabéu entregado a una jugada diabólica. Un gol de listo.

De la nada, el Madrid sacó petróleo y rompió el equilibrio de un duelo bravo, de altas prestaciones y con un desarrollo que no dejó hueco para el tedio. Esa sola acción define el poder de concentración que puede llegar a tener un equipo con máximas aspiraciones. Ni el insoportable frío reinante, ni la triste actitud de parte de los aficionados que ya estaban silbando en cuanto que la Real jugó con el marcador de cara ni las paradas de Alberto desequilibraron a un Madrid muy fuerte mentalmente. En el fútbol de elite y en un campeonato tan exigente como la Liga las cuestiones más trascendentes se resuelven por matices como el de ese gol de pillos. Raúl, que parecía escondido, salió de la madriguera para derribar el muro. Un Madrid inteligente.