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Yo digo Tomás Roncero

Fernando, 'the legend'

Maldito 3 de diciembre. Fernando Martín Espina se dejó su acorazado corpachón en la M-30 hace justo 12 años. Todavía se me agolpan nítidos los recuerdos de una tarde plomiza, fría, capaz de dibujar la muerte en cada rincón de una ciudad que tardó mucho tiempo en recuperarse del shock. ¿Qué hay un coche destrozado que puede ser de un jugador del Madrid? ¿Qué podría ser Fernando Martín? ¡Venga ya! Imposible. Fernando es perfecto, eterno, ganador, indestructible y símbolo de la España a la que le crecían los dientes de la Democracia con firmeza y sin titubeos. Era nuestro local hero, pero ese fatídico 3-D mostró su condición humana...

Fernando Martín era de esa raza de mitos que creíamos inmortal. Con esas espaldas que parecían forjadas en hierro, un flequillo voluminoso estilo Beatles, un gesto duro que destilaba autoestima y una voz profunda que lo colocaban ante la juventud de los 80 como un James Dean rebelde capaz de reunir las cualidades soñadas por los críos recién salidos de las aulas en la busca de un futuro sin complejos.

Con Fernando se nos murió la esperanza de dar continuidad al auténtico precursor del baloncesto español en la NBA, legitimando al imponente Gasol, al que F.M. debe estar aplaudiendo desde alguna tribuna imaginaria. Fue un jugador 10 al que el Madrid sabrá rendir tributo. Además, nos dejó un legado: su hermano Antonio, que nos cuenta sus anécdotas más humanas, y su hijo Jan Fernando, un crío de 17 años que juega al baloncesto con su misma mala leche y esa codicia que lo convertían en el tipo más competitivo que jamás he visto sobre una cancha.