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Creer que el apellido te blinda para cualquier contingencia desagradable es un craso error. Y más si perteneces a la nómina del Madrid. Cuanto más grande es tu caché y tu cotización futbolística, mayor debe ser tu nivel de autoexigencia. Luis Figo fue, junto a Raúl, el artífice de la conquista de la última Liga. Pero el portugués, que opta con legítimidad a la elección de mejor jugador del mundo versión FIFA, está mostrándose lento, poco desequilibrante y demasiado disperso en lo que va de temporada.

Del Bosque, al que le criticamos cambios como el de Helguera en Zaragoza o el de anoche de Morientes, hay que aplaudirle por su valentía para reemplazar a Figo cuando todavía restaba un cuarto de hora para que expirara el duelo. No fue una frivolidad. El salmantino es consciente de que no se puede morir por exceso de respeto con los pesos pesados. Hace seis semanas cambió a Zidane y nadie abrió la boca. Por cierto, me voy a casa a ver el vídeo del partido. Lo de Zizou es soñar despierto. Bárbaro.