Primera | Real Madrid
El sueño de tres chicos de barrio
De familias humildes, los tres canteranos que debutaron el sábado ante el Athletic no esconden su deseo de que Del Bosque les conceda una nueva oportunidad
Valdo tiene 20 años y es el hombre orquesta. Ha jugado de todo aunque donde más disfruta es de delantero: "Es donde puedes hacer más florituras". En los únicos puestos donde no se ha estrenado es como lateral izquierdo y como centrocampista. Comenzó con cinco años siendo portero en el colegio El Parral de Cáritas y soñaba con jugar un día en el Santiago Bernabéu al estilo Raúl. Allí conoció a José Sánchez, que ahora es su tutor y su representante.
Valdo puede presumir de tener dos familias. La de sangre, que viven en Villablino (León) y su segunda familia compuesta por José y Conchi , tres niñas y la abuela. Un buen día decidió dejar el colegio y se fue a vivir con José y su mujer a un piso en Pozuelo. Cambió el equipo de Pozuelo por el Real Madrid y poco a poco ha ido ascendiendo. Creció viendo vídeos de Pelé, pero Ronaldo fue siempre su ídolo.
Dicen que es la secreta debilidad de Jorge Valdano. Lo que más le gustó fue cuando Hierro y Raúl le fueron a abrazar: "Me sentí como uno de ellos, era como si me dijeran que me abrían los brazos al equipo". Tiene los pies en el suelo y sabe que esto "es la primera etapa, pero no la meta". Ayer recibió muchas llamadas, entre ellas las de la hermana Elisa y la hermana Marina, dos de las monjas que le vieron crecer. Tampoco se olvidó de darle la enhorabuena José Ramón López, su técnico en el filial.
Una fractura de rótula estuvo a punto de dar al traste con su carrera en el 98. Raúl Bravo tuvo que hacer gala de su apellido para superar una lesión que le mantuvo apartado de los terrenos de juego 372 días. Él mismo los contó meticulosamente: "Fue muy duro. Llegué a llorar en varias ocasiones al ver que era incapaz de jugar. Los médicos me dijeron que me acostumbrara al dolor, y ahora, por fin, todo pasó".
Los malos tiempos quedaron atrás. Raúl recuerda con añoranza junto a AS sus primeras patadas a un balón en las playas de Gandía, su localidad natal. Allí vive su madre y principal apoyo y sus tres hermanos, David, Miguel y Sergio. Este último, de 14 años, espera con impaciencia el paquete en el que Raúl le mandó la camiseta que Hierro regaló a su hermano tras el partido.
Raúl se desenvuelve con desparpajo en el piso del Pinar de Chamartín que el Madrid puso a su disposición y que comparte con Codina, Robles y Berna, jugadores del juvenil blanco. Recluido en él hace frente a la marea de solucitudes de los medios con paciencia. Nunca olvidará las palabras de Del Bosque antes de saltar al campo: "Más vale tener valentía, casta, luchar y fallar que esconderse y ser un cobarde".
Francisco Pavón es el hijo de un mecánico y una ama de casa. Vive en Getafe y estudia inglés. Lleva toda su vida en el Real Madrid. Comenzó en el torneo social en el equipo Tendillo. Soñó con ser Santillana o Butragueño, pero Santos, un entrenador de la cantera, lo situó de central y ya no se movió de esa demarcación.
Es su segundo partido oficial con el Madrid y reconoce que le faltan un par de kilos para mejorar su fisonomía. Su vida son su familia y su novia Esther. Desde hace unos años adora a Sanchís y a Hierro y el sábado fue el capitán quien más le tranquilizó y le dio los últimos consejos: "Es el mejor. Nesta es bueno, pero él es magnífico".
Su padre es hincha del Atlético. "Bueno y del equipo donde yo juego. A mí no me convenció, siempre he ido con los ganadores". De su primer partido en el Bernabéu recordará siempre el saludo desde el centro del terreno de juego y las primeras palabras que cruzó con Florentino: "Me gustó, es muy sencillo". La camiseta la tiene bien guardada. Le representa Miguel Santos. Tiene contrato en vigor hasta junio. "No me importa mi cláusula porque no me muevo de aquí".