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Dejen a Zinedine De Niro

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Zinedine, aunque parezca lo contrario, no es un divo. En el pasto se comporta como una rutilante estrella capaz de enamorar a miles de individuos con un recorte, un control o una apertura. Pero cuando cierra su coqueta taquilla de los nuevos vestuarios del Bernabéu, este hijo del islamismo más castigado de la Cabilia Argelina sólo busca paz y tranquilidad para disfrutar de la compañía de su mujer, Verónica, y de sus dos pequeños, Enzo y Luca. Ayer gritó ¡basta ya! con humildad, casi más en clave de SOS que en tono amenazante. El sólo es un futbolista, posiblemente el mejor del mundo. Pero cuando los paparazzis se apostan a las puertas del hotel Santo Mauro para captar un suceso tan informativo como un paseo de Yaz con su esposa para comprar un par de zapatos es que alguien en este maravilloso invento ha perdido la chaveta. ¿A qué demonio jugamos?

La parte más incontrolada de esta profesión mata por inmortalizar cada bostezo del hombre de los 13.000 millones, pero entre la facción mediática que sólo se entusiasma con las hazañas relacionadas con el balón anida un empeño loable por preservar a un tipo que es un lujo para el Madrid y para nuestra Liga. Cuando nos deleitaba en la Juventus parecía un sueño imposible, y ahora que está aquí algunos se empeñan en amargarle la existencia. Zizou, tú tranquilo. Todos sabemos que no eres Robert De Niro, aunque algunos te persigan como si fueses el Rey Midas de Hollywood. En cuanto que encuentres casa todo cambiará. Dejarás el hotel de los líos y pensarás sólo y exclusivamente en jugar al fútbol. Lo tuyo.