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Un oro de ley

Se le discuten al fútbol los méritos olímpicos, como si fuera un huésped al que conviene albergar, pero resulta sospechoso a los ojos de la clientela. Con el tiempo se ha convertido en una relación presidida por los intereses mutuos. El fútbol se ha erigido en el deporte popular y global por excelencia, un planeta en sí mismo cuya máxima expresión es la Copa del Mundo, la única gran competición por países capaz de mirar de frente a los Juegos. Al Comité Olímpico Internacional le apetece incluir ese gran fenómeno deportivo y mediático en su calendario. A la FIFA le interesa rastrear lo que sucede en el universo olímpico y sus alrededores, el negocio principalmente. Se entiende, por lo tanto, el regreso del presidente de la FIFA, actualmente Gianni Infantino, al seno del Comité Olímpico Internacional, del que el máximo organismo del fútbol había estado ausente desde 2019.

El fútbol masculino se disputa en unas condiciones muy particulares en los Juegos. Se aplica una cuota de futbolistas mayores de 23 años -tres por equipo- y las federaciones suelen considerar la competición olímpica como un trampolín para la generación que sucederá a la absoluta, no sin reservas y cláusulas no escritas de los clubes. Nico Williams y Lamine Yamal, dos estrellas de la Selección que recientemente ganó la Eurocopa, no han participado en los Juegos de París, donde España ganó la medalla de oro derrotando a Francia en el Parque de los Príncipes.

La victoria completa una temporada excepcional del fútbol español, de la que también participa la Selección femenina, cuarta en los Juegos y campeona del mundo en agosto del pasado año. El éxito en París 2024 coloca a España como la principal potencia europea en el capítulo olímpico: victoria en Barcelona 92, segundo puesto en Sídney 2000 y Tokio 2020, oro en esta edición de los Juegos. Es la primera selección olímpica europea que gana el torneo desde 1992.

En el debate de la importancia del fútbol olímpico existe un problema de memoria. Antes de que el profesionalismo lo convirtiera en el deporte más popular del planeta, el fútbol utilizó los Juegos como tabla de medida de sus progresos y de su difusión mundial. Antes de ganar la primera edición del Mundial en 1930, Uruguay ganó el oro en los Juegos de Amberes 1920 y París 2024. En la capital francesa comenzaron a adquirir un fulgor especial las estrellas del fútbol, en especial los fenomenales jugadores uruguayos. Uno de ellos, José Andrade, afrouruguayo, alcanzó tal fama que se convirtió en una celebridad de la noche parisina. El fútbol tomó nota. Seis años después, la FIFA organizó el primer mundial. El resto es historia.

En cuanto a España, que ha superado varias situaciones adversas durante las tres últimas semanas y ha mostrado una gran capacidad competitiva, su victoria remite al origen de la Selección, articulada para participar en los Juegos de Amberes, en 1920. En aquel momento todavía incipiente del fútbol, España fue subcampeona olímpica. Para la posteridad quedó un requerimiento inolvidable: “A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo”, dicen que Belauste urgió a su compañero del Athletic en el gol de la victoria sobre Suecia.

Esa frase forma parte sustancial del fútbol español. Se acuñó hace 104 en unos Juegos Olímpicos y aún pesa en la memoria colectiva de los aficionados, que ayer disfrutaron de una victoria con uno de esos resultados a la antigua: 5-3, con dos bellísimos goles de Camello, el delantero del Rayo Vallecano, en la prórroga. Supieron a gloria.

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