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Con el agua al cuello

Los Juegos ofrecen una curiosa paradoja en la piscina de La Défense Arena. El ambiente es eléctrico y la asistencia, masiva. Varias de las pruebas han sido espectaculares, de una intensidad que ha elevado aún más el techo emocional en el recinto. La victoria del francés Marchand en los 400 metros estilos quedará como una de las grandes cimas de París 2024. En términos generales, se asiste a un apetecible relevo generacional. Llegan a todo trapo el rumano David Popovici (19 años, ganador de los 200 metros libres), la canadiense Summer McIntosh (intratable ayer en los 400 metros estilos), la australiana Mollie O’Callaghan (20 años, oro en los 200 metros libres) y, desde luego, Léon Marchand (22 años, heredero in pectore de Michael Phelps). Todos ellos han acreditado su condición de favoritos, a pesar de su juventud. Sin embargo, sus marcas están por debajo de lo esperado. La piscina se resiste a igualar el fulgor de sus actuaciones con unos registros excepcionales.

En la anterior edición olímpica, Tokio 2020-21, se batieron cinco récords mundiales, a pesar de las circunstancias que presidieron la competición, gravemente afectada por la pandemia COVID-19. La mayoría de los deportistas se prepararon en medio de graves dificultades, sometidos a las medidas de aislamiento, distancia social y cierre de instalaciones. En el centro acuático de Tokio, las gradas estaban vacías, nada que ver con la tumultuosa atmósfera que reina en las tribunas de piscina de París, llenas en la sesión matinal, abarrotadas en las finales, que hasta ahora no han deparado ningún récord mundial. En la mayoría de los casos, la regresión produce perplejidad.

Todas las jóvenes estrellas —Popovici, McIntosh, O’Callaghan y Marchand— han batido récords mundiales en los últimos 12 meses. En París han brillado por su calidad competitiva, pero sus tiempos no han asombrado. A día de hoy, sólo se han conseguido tres mejores registros del año: Marchand (4.02:95 minutos en 400 estilos), Xu Jiayu (52:02 segundos en las semifinales de los 100 metros espalda) y el italiano Ceccon (52:00 en la final de 100 espalda). La cosecha es tan magra que invita a la especulación.

Por lo que parece, la conformación de la piscina figura entre las causas principales del paso atrás en los tiempos, no tanto en la media de los registros, que en la mayoría de las ocasiones han sido ligeramente mejores que en Tokio, como por las marcas de los ganadores. El caso de Popovici resulta significativo. Ayer se impuso en la magnífica final de 200 metros libres, con dos centésimas de ventaja sobre el británico Richards y siete centésimas con respecto al estadounidense Luke Hobson. El dramatismo de la carrera no se correspondió con la marca del ganador: 1.44:72. En los Juegos de Tokio, con 16 años, el nadador rumano fue cuarto con un mejor registro que en París: 1.44:68.

La piscina de París 2024 tiene 50 metros de largo y reúne 2.500 metros cúbicos de agua. Es igual para todos los competidores. La diferencia con la de Tokio radica en su menor profundidad, 2,15 metros contra 2,95. A menor profundidad, mayor es el efecto rebote de las turbulencias en los nadadores. El incremento en la altura desde la superficie del agua hasta el fondo del vaso ayuda a disipar la molestia del rebote. La polémica crece cada jornada. No todas las opiniones coinciden con la tesis de la escasa profundidad, pero la realidad se impone. La natación se desarrolla con éxito en estos Juegos, pero con marcas que, por ahora, no impresionan.

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