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JUEGOS PARALÍMPICOS TOKIO 2020

Desirée Vila, de las acrobacias a volar hacia el diploma en Tokio

La gallega hacía gimnasia y se rompió la tibia y el peroné, pero terminó perdiendo la pierna. Se reinventó y optó por el atletismo. Ha sido sexta en salto de longitud en sus primeros Juegos.

Tokio
Desi Vila, en el salto del Estadio Nacional.
Mikael Helsing / CPE

Sus ganas son incurables. Su sonrisa, indeleble. Desirée Vila (Gondomar, Pontevedra, 15 de junio de 1998) vive sus primeros Juegos con la ilusión de una niña, aquella que hacía ballet y hoy vuela alto con sus saltos. Este jueves quedó sexta en los de longitud —4.02 metros en el quinto intento— y consiguió un diploma, pero Tokio no ha acabado para ella. Tendrá una nueva oportunidad el sábado en los cien metros. Y ella de oportunidades sabe un rato. Por eso celebra el cumpleaños de muñi tanto como el suyo propio. Su vida tuvo dos comienzos y los muestra con naturalidad en las redes para intentar que la discapacidad deje de ser un tema tabú.

Desi empezó con la gimnasia. Era su gran pasión y las cosas le iban bastante bien. Llegó a trabajar dibujando acrobacias en el circo de Navidad en su ciudad, por lo que nada le hacía presagiar lo que aguardaba a la vuelta de la esquina. Se lesionó mientras entrenaba en el Club Flic Flac, después de realizar un salto mortal. El diagnóstico fue fractura de tibia y peroné, pero aquello se complicó hasta el extremo por una negligencia médica. Pasó de una lesión compleja a la amputación de su pierna derecha el 4 de marzo de 2015. Así es como apareció en su vida su inseparable muñi, como denomina cariñosamente a su muñón.

"Tengo recuerdos muy duros del hospital, de cuando me dieron la noticia, del dolor que pasé… pero también muy bonitos. Mis últimos días allí eran una fiesta. Me sentía mimada y querida. Mi familia se volcó, mis amigos venían todos los días a visitarme, me hacían regalos y fiestas. Hasta las enfermeras me traían chocolatinas por las mañanas. Celebro ese día porque fue muy duro, pero estoy viva. Hubo un momento en el hospital en que casi no lo cuento. Y ahora no me puedo quejar porque tengo una prótesis que me permite hacer de todo y más”, explicaba a este periódico antes de poner rumbo a Tokio.

Aquellas experiencias las plasmó en un diario. Primero fue su válvula de escape y después, un libro. El título es toda una declaración de intenciones: 'Lo único incurable son las ganas de vivir'. Las suyas, además, son contagiosas. "Era una forma terapéutica de sacar los sentimientos encontrados que tenía tras la amputación. Al principio estuve muy medicada con antidepresivos, pero en cuanto tuve que dejarlos fue difícil de gestionar por mi edad. Tenía 16 años. Es una situación difícil para cualquiera, pero para alguien en plena adolescencia… más”, confiesa, convencida de que escribirlo supuso una catarsis: "Quería dejar de darle vueltas y cerrar esa etapa para enfocar todo a otras cosas. Y pensaba que contarlo ayudaría a los demás, que entenderían que tras un proceso complicado hay una luz”.

Brilla más desde que el atletismo entró en su vida, aunque antes probó un ramillete de deportes como tenis, baloncesto y natación. Salto a salto, metro a metro, ha llegado hasta Tokio. "Sé que volveré siendo otra persona y la experiencia me hará crecer. Dentro del grupo de atletismo me fijo en los que llevan muchos años, me dan tranquilidad. El mejor consejo que me han dado es que me centre en mí y no dé importancia a si mi rival calienta veinte minutos antes que yo...", recordaba, consciente de que el camino hasta aquí ha tenido obstáculos. La vuelta al deporte no fue fácil. Los fantasmas del pasado aparecían de forma inesperada: "Trabajo con una psicóloga deportiva desde que entré en el CAR de Madrid. Fue muy importante porque me lesioné entrenando, practicando deporte y eso me frenaba mucho, sobre todo en la longitud. Temía lesionarme de nuevo. Lo he ido trabajando porque aceptar una discapacidad no es cosa de un día. Ahora soy muy abierta, puedo usar el humor negro, pero no siempre fue así”.

Es su naturalidad la que ha conquistado al público. Tiene su propio canal de Youtube, Twitter, Instagram, TikTok... como ventana a los más jóvenes. Las redes se han convertido en su mejor aliado para hablar de la discapacidad sin complejos. "Es importante que aparezcamos y no nos dé vergüenza enseñar nuestra discapacidad. Al principio da un poco de miedo porque es mostrarte al desnudo, pero es una manera de reivindicar que nuestro físico es tan válido como el de cualquiera. En mi canal explico cosas porque la gente se hace muchas preguntas. Ese desconocimiento hace que le tengamos miedo a la discapacidad e incluso prejuicios", plantea.

Su público abarca todas las edades, aunque son las preguntas de los niños las más llamativas: "¿Te puedes duchar con la prótesis? ¿Y tener hijos? Son cosas que no se enseñan en el colegio. Intento estar en todas las redes posibles para llegar a todos los públicos. A todo el mundo le puede pasar y noto una evolución en la percepción de la discapacidad". Algo que no la ha privado de hacer snow, escalada... de vivir la vida. "Ahora he probado deportes que antes no hacía", bromea esta gallega inquieta. No para. También ha protagonizado un vídeo musical de la banda gallega 'The Mirror' y ha posado con una prótesis diseñada por el artista urbano Okuda San Miguel. “Me puse en contacto con él y le pareció genial la idea porque está muy concienciado con la discapacidad. Lo que pasa es que me cambió de tamaño el muñón y como tiene que ser a medida no la puedo llevar a los Juegos", admitió.

Su asignatura pendiente son los estudios. No terminó la carrera de Turismo en Inglaterra. Al empezar con el deporte se trasladó a Madrid, donde se ha matriculado en Relaciones Internacionales. "Es difícil compaginarlo. Cuando pasen los Juegos intentaré volver a ese ritmo académico que debería tener. Es importante que los atletas tengamos un Plan B. Sé, de primera mano, que en cualquier momento el deporte puede acabarse". Aunque para Desi reinventarse no es un problema, porque sus ganas son incurables y sus alas para volar.