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JUEGOS OLÍMPICOS | ESLALON

Maialen, la plata 10.000 horas y 25 piraguas después

La guipuzcoana (38 años) se aplicó la fórmula de un libro que le regaló su padre, que era librero. Este ciclo, tras un cambio de normativa, probó 25 embarcaciones.

Tokio
Maialen, la plata 10.000 horas y 25 piraguas después
JESUS RUBIO

Maialen Chourraut (Lasarte-Oria, 38 años) lee las corrientes y devora páginas de libros, afición que le viene de su padre, librero, a quien perdió en marzo de 2019. Este, recordaba ella hace unos meses, le regaló un libro sobre 'La regla de las 10.000 horas para el éxito'. Viene a decir que eso implica emplear unas 20 por semana a lo largo de 10 años para alcanzar la excelencia. Ella lleva esos años en la élite del K1. "¡Haciendo eso, ya está!", se reía a la vez que confesaba que tiene "un punto masoca". Pero en realidad ha empleado muchas más para completar la colección olímpica de medallas.

Su carrera está hecha a base de caerse y levantarse. "Esa perseverancia me hace creer que la próxima vez lo puedo hacer mejor". Ocurrió en Pekín 2008, donde lo hizo "fatal" (semifinales) y acabó "tan dolida" que cuando llegó a España no perdió tiempo para ponerse a mejorar. "Quedó tan frustrada que en 2009 me dijo que iba a ser la que más entrenara en el canal y en 2009 ganó la plata en el Mundial de la Seu”, recuerda Xabi Etxaniz, su entrenador y pareja. "Es una persona extramotivada y mi trabajo consiste en frenarla un poco porque se exige mucho", apunta el expalista, olímpico en Barcelona y Atlanta.

Después de Londres 2012, decidió ser madre. Y también costó. "Pasé de dormir entre 12 y 14 horas diarias a cuatro a cinco y no seguidas, pero el cuerpo se adaptó", revisa Maialen. Decidieron viajar a todas las competiciones con Ane y una cuidadora. No podía separarse de ella. Tras el oro en Río, vino otro golpe. "Tuve muchas obligaciones que no me gustaban y comencé a sufrir vértigos, lo pasé fatal", recuerda.

Maialen lanza besos para Ane, su hija, tras acabar el descenso.
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Maialen lanza besos para Ane, su hija, tras acabar el descenso.JESÚS RUBIO

La palista eliminó su cuenta en Twitter para abstraerse. No supo gestionar la presión. Y, para colmo, llegó un cambio de reglamentación para las piraguas que eliminaba las quillas. Llegaron a probar 25 con tres fabricantes porque los resultados no llegaban. "Ella es pequeña (pesa 55 kilos) y por eso no le sirve un molde estándar y hay que recortar el kayak. Pero eso provoca desequilibrios al variar la línea de flotación", resopla el técnico que admite que en 2020 hubiesen llegado a la competición "justitos".

Pero por fin llegó la piragua. También un cambio de aires para dejar La Seu d'Urgell y volver a San Sebastián y estar más arropada por los suyos. Alcanzó un equilibro que es necesario para danzar sobre miles de rugientes metros cúbicos de agua. Sólo quedaba competir como sabe hacerlo.

“La diferencia está en la cabeza, porque a todo el mundo está a punto de saltarle el corazón. John Wayne decía decía que lo importante es conseguir subirte al caballo cuando estás muerto de miedo. Esa es la diferencia entre los campeones”, reflexiona Etxaniz. La mente de la hija del librero, en la que cada día cabe una lectura, es de ese tipo.