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JUEGOS OLÍMPICOS | BALONCESTO

El sueño argentino: un oro que cambió la historia de los Juegos

Scola, Herrmann, Ginóbili, Oberto... Atenas 2004 supuso el fin del dominio estadounidense y el triunfo de la generación de oro del baloncesto argentino.

Scola, Hermann, Ginóbili, Oberto... Atenas 2004 supuso el fin del dominio estadounidense y el triunfo de la generación de oro del baloncesto argentino.
DON EMMERTAFP via Getty Images

Estados Unidos siempre ha ido por ciclos. Especialmente, desde la derrota de 1988 ante la Unión Soviética, uno de los tres Juegos Olímpicos que no han ganado en toda su existencia. La federaciones norteamericanas confían en la inmensa superioridad de la NBA respecto a otras Ligas para hacerse con el oro un año tras otro, y no se preocupan especialmente hasta que determinadas derrotas hieren un orgullo tan grande como el talento que profesan. Tras caer en Seúl, se abandonó la idea de jugar con universitarios y se llamó a filas a los miembros de la NBA, de los que salió, negociaciones mediante, el famoso Dream Team. Hoy, casi 30 años después de aquello, parece que EE.UU está inmerso en un nuevo ciclo, con una derrota tan inopinada como merecida en el Mundial de China, y una vulnerabilidad fuera de lo común en el inicio de unos Juegos que nadie sabe cómo van a acabar.

Entre medias, cronológicamente hablando, hubo un ciclo más: el que fue de 2002 a 2006. Antes del Mundial de Indianápolis, EE.UU sumaba 58 victorias seguidas en campeonatos internacionales. Pero se encontraron con la horma de su zapato en el Grupo F de ese campeonato: Argentina. La albiceleste llegaba con la mejor plantilla de su historia, y en su mejor momento de siempre, algo inédito para un combinado pobre (deportivamente hablando) y al que le había costado mucho tiempo emerger. El 4 de septiembre de 2002, la victoria ante los norteamericanos, con 15 puntos de Ginóbili (y un 87-80 final), cortó la racha. Y las tendencias quedaron claras en el resto del torneo: Argentina llegó a la final ante Yugoslavia, cayendo en uno de los partidos más polémicos que se han visto. Estados Unidos perdió contra Yugoslavia en cuartos y solo pudo acceder al sexto puesto, cayendo en la lucha por el quinto ante una España en dinámica ascendente... y a la que le llegaría su momento.

La crisis, solo explicable a posteriori y tras una racionalización basada en los datos, fue mayor en Atenas. Quizá no por la dimensión de la derrota (se llegó al bronce), pero sí por el orgullo herido, el fracaso rotundo, el pasar de llamarse Dream Team IV a Nightmare Team. Las bajas por culpa de las lesiones bajaron a gente como Vince Carter, Kevin Garnett, Tracy McGrady, Ray Allen o Jason Kidd, mientras que Kobe seguía inmerso en su pleito personal por la denuncia por agresión sexual que le impusieron un año antes. Y sin embargo, la plantilla era teóricamente superior al resto: Tim Duncna, Allen Iverson, Stephen Marbury, Lamar Odom, Carlos Boozer... Un grupo de estrellas, quizá no todas de primera línea, pero estrellas al fin y al cabo. Y entrenador por Larry Brown, asistente en Sydney y ascendido a principal tras el desastre de Indianapolis. Todo un campeón de la NBA, éxito conseguido unos meses antes de la cita olímpica, tras 30 años en los banquillos de la mejor Liga del mundo, con los Pistons y ante los Lakers. Un genio. Alguien sin el que no se puede entender la NBA. Pero que no pudo con los Juegos.

El sueño de Argentina

Hay cuatro equipos de baloncesto con medalla de oro en los Juegos Olímpicos: Estados Unidos, la Unión Soviética (dos veces)... y Argentina. El cuarto, Yugoslavia, se hizo con el título en 1980, en una competición en la que no fueron los norteamericanos, enmarcados en el contexto de la Guerra Fría y renunciando por motivos políticos. Curiosamente, en 1988 ganaron los soviéticos en los últimos Juegos que participaron como tal, ya que el Muro de Berlín cayó dos años después, antes de Barcelona. De los tres grandes dominadores del baloncesto queda solo Estados Unidos, tras las disoluciones varias que sufrió el desmantelamiento de la URSS y de Yugoslavia respectivamente. En cuanto a dimensión, potencia económica y repercusión mundial, Argentina está neta y completamente alejada de las otras tres selecciones. Y eso, lo único que hace, es aumentar el mérito del combinado albiceleste, que rompió un dominio otrora inamovible y consiguió un éxito extraordinario.

Estados Unidos cayó en fase de grupos contra Puerto Rico (92-73, la mayor paliza que jamás han recibido) y Lituania (94-90), y llegaron con muchas dudas a los cuartos de final. Ahí esperaba España, imbatida hasta entonces y postulada como una de las favoritas. La Selección empezaba a emerger en el baloncesto internacional, aunque la madurez en forma de éxitos deportivos les llegó más tarde que a Argentina, concretamente en 2006. Ese año no pudieron con EE.UU: 102-94, en uno de los mejores partidos de los norteamericanos en el torneo. Uno que llegó en el peor momento para La Familia, en la que debutaban, en unos Juegos. Pau Gasol y Rudy Fernández, que hoy disputan su quinta cita olímpica. Hoy son leyendas. Entonces, empezaban a serlo.

Argentina, por su parte, hizo los deberes ante Grecia (69-64) en un partido trabajado, en el que los europeos se quedaron en 6 de 30 en triples. Y la gran cita, la bestia negra de los norteamericanos, llegó en semifinales: 89-81 para la albiceleste con 29 puntos de Manu Ginóbili, que tras triunfar en Europa había puesto rumbo a la NBA, donde ya había ganado su primer título (2003). El argentino fue el verdugo y el equipo entrenador por Rubén Magnano derrotó al favorito con cierta solvencia, cerrando además el círculo que inició en Indianápolis. Los mismos que cortaron la racha e iniciaron la crisis, dieron la puñalada definitiva y aprovecharon una oportunidad que no ha vuelto a darse. La de un Estados Unidos débil, vulnerable, no dominante y desmadejado por las luchas internas (Larry Brown y Iverson), un grupo precoz (19 años de LeBron y de Carmelo) y las bajas de última hora, una excusa floja pero que debilitó al equipo justo antes de viajar a Atenas. Una situación parecida a la actual.

La generación de oro del baloncesto argentino

Argentina venció en la final a Italia y ganó el oro, su mayor éxito pero no el último. No volvieron a lo más alto en Mundiales ni en Juegos, pero siempre estuvieron al pie del cañón. Se considera el 2014 como el año en el que acabó le Generación Dorada, pero Luis Scola, su último reducto, sigue en activo y en sus quintos Juegos Olímpicos (como Pau y Rudy), después de un Mundial, el de 2019, espectacular a pesar de su edad y en el que Argentina se colgó una nueva plata (precisamente ante España). Hoy día, la albiceleste es la única selección de baloncesto de América en conquistar la quíntuple corona a nivel selección: campeona del Mundo (en 1950), campeona olímpica, campeona de la Copa de las Confederaciones de la FIBA, campeona de América (2 veces) y campeona panamericana (2 veces). Histórico.

Estados Unidos inició su reconstrucción particular tras la derrota en el Mundial 2006. Con Wade, Carmelo, LeBron y compañía, cayeron en semifinales ante Grecia. En 2004 también se colgaron el bronce, tras vences a una Lituania con la que habían caído en la fase de grupos. Recibieron la medalla fuera de la ceremonia, a la que no asistieron, alimentando la animadversión particular que generan y el orgullo herido, transformado en alegría por todos los que le querían ver caer. El Redeem Team de 2008 (equipo de la redención) se colgó el oro en Pekín y ahuyentó fantasmas. Fue ante España, que sustituyó a Argentina como principal contendiente, pero con la albiceleste siempre al acecho y sin renunciar a nada. EE.UU repitió en Londres y en Río, y parece estar, tras la derrota en el Mundial de 2019 y el mal inicio en estos juegos, en otro de esos ciclos de bajada que siempre acaban con revolución y el compromiso de las principales estrellas a la vuelta. La última vez que pasó, Argentina fue su verdugo. Ginóbili, la importancia de Obert, Nocioni, Pepe Sánchez, Walter Herrmann, Luis Scola... una Generación Dorada que aprovechó una oportunidad histórica y se colgó un oro revolucionario, extraordinario, espectacular. Unos Juegos para el recuerdo. Un equipo de leyenda. Y mucho más.