“Quise hacer del himno del Atleti algo épico y elegante”
La historia de Pablo Navarro, entre el violín y el rojiblanco.


El primer violín que Pablo Navarro tuvo en su casa era una radio en realidad. Un adorno. Casi un juguete del que el niño que comenzó tocando el piano en la casa de su tía en Zaragoza para tratar de arrancarle melodías conocidas se enamoró. Así comienza la historia de este hombre que ha formado parte de la plantilla de la Orquesta Sinfónica (La Ópera de Madrid), la Orquesta y Coro de RTVE y ha sido capaz de crear un nuevo concepto artístico, el del violín eléctrico, entre versiones de Mozart y Rosalía, Vivaldi y Adele. Y deporte. Mucho deporte.
Porque si Pablo fue con su Brass Band (banda de instrumentos de viento) la antesala del amistoso de baloncesto entre España y Alemania en el Movistar Arena el pasado 21 de agosto, ha tocado también en los Premios Rafa Nadal, la final de la Copa del Rey de Vela o la de la Liga de Fútbol Sala. En fútbol, eso sí, sus colores son inamovibles. Los rojiblancos, los del Atleti. Una pasión que también le viene de niño, acunada en la casa familiar. “Recuerdo a mi hermano, con la camiseta del Marbella de Puma, enseñándome el himno a flauta”. El rojiblanco ya ahí, con el doblete, justo un año después de aquel gol que no olvidará. “El de Nayim, el de la Recopa”. Era 10 de mayo de 1995, el día que toda España fue del Zaragoza.
Sentimiento
Fue Lisboa lo que, años más tarde, cosió su música a sus colores, cuando Pablo ya era un reconocido violinista en su país y el resto (con chinchetas en su mapa en lugares como EE UU, Panamá y Nicaragua). “En aquella final hice un vídeo a cinco violines del himno que se viralizó. Quizá ahí fue cuando me pusieron en el radar del club”, cuenta el que ya no falta cuando el Atleti ha de ponerle lírica a momentos importantes en su estadio, ante su afición (el minuto de silencio por los socios fallecidos por la COVID-19, la Noche de Bienvenida...). “Es increíble tocar en el Metropolitano. El tiempo se detiene y el latir de tu corazón lo escuchas más fuerte que las notas que estás tocando. Pocas cosas hay en la vida que te hagan sentir así”, revela antes de confesar lo más difícil a la hora de sacar del violín su himno.
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“La mayor complejidad es que es un chotis y tiene un timbre de percusión muy integrado. El violín es muy melódico y, para poder tocarlo solo, me tuve que trabajar mi propio acompañamiento. Lo más difícil, hacer de mi versión del himno algo épico y elegante”. Algo que logró. Algo único en sus cuerdas. Como el sentimiento atlético. “¿Algún otro club de fútbol le ha llamado para tocar su himno?”. La pregunta sale sola. La respuesta, también. Categórica e inmediata: “No. Y creo que tanto ellos como yo sabemos por qué”. Pues eso.
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