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REAL MADRID | MIGUEL PARDEZA

Pardeza: “Aquel Madrid fue la semilla de la nueva Selección”

Miguel Pardeza repasa la trayectoria de La Quinta del Buitre y el efecto que tuvo en el fútbol español, que empezaba a dejar atrás la ‘Furia’ para comenzar a depurar un estilo de juego más depurado

Pardeza: “Aquel Madrid fue la semilla de la nueva Selección”

Miguel Pardeza (58 años) fue seguramente el miembro de ‘La Quinta’ que menos tirón mediático tuvo en su momento. La competencia con la que luchaba (Juanito, Santillana, Valdano, Butragueño...) le hicieron pensar en buscar una salida... que encontró en Zaragoza...

-De ‘La Quinta del Buitre’, usted es el único no madrileño. ¿Cómo fueron sus orígenes?

-¡Pero es un orgullo ser de La Palma del Condado! En cualquier caso, mi adaptación a Madrid fue rápida. Llegué en 1979 para un torneo. Tenía 14 años y coincidí con Sanchís en el Infantil A del Real Madrid, jugando en La Chopera, donde entonces se hacían las preselecciones. Sí, allí se elegían los infantiles del Madrid y del Castilla.

-Porque estaban separados: el Castilla también tenía su propio filial...

-Eso es. Lo curioso es que jugué uno de mis primeros partidos de extremo izquierdo y Sanchís, de derecho. Cada uno en una banda. Luego coincidí con Martín Vázquez en una concentración de selecciones infantiles donde quedamos campeones. Míchel, entonces, era un nombre que estaba por ahí… y ya sonaba muchísimo. Butragueño fue el último en incorporarse.

-¿Cómo llegó al Madrid?

El club tenía una pensión, no era ni siquiera una residencia, pero ejercía de ello. Estaba ubicada cerca de la estación de Antón Martín. Vivían Chendo, Solana, Francis… ahí conocí a muchos. Entrenábamos por la tarde y estudiábamos por la mañana.

-Y luego, al Castilla con 16 años...

-Jugué el primer año con el Juvenil B y al siguiente, División de Honor. Ahí es cuando coincidí con Míchel, que entonces era su segundo año.

-¿Cuándo empezó a tener percepción de que apuntaba al primer equipo?

-Es que, quien más quien menos, pensaba que llegar al primer equipo era casi imposible. Porque había tanta competencia… tanto talento… que uno jamás piensa que le vaya a tocar a él. Necesitas trabajo y un poco de suerte, que la tuvimos, porque el primer equipo entonces atravesó una etapa de dudas e incertidumbre. Y que en los años 80, el país estaba inmerso en una necesidad de novedad y rejuvenecimiento en todos los sentidos. Coincidió la Movida Madrileña, con eso te digo todo. Luego, claro, Amancio y Di Stéfano resultaron decisivos: Alfredo confió en la gente joven y eso era algo que no siempre se encontraba.

Una alineación del Castilla en la temporada 1983-84, en la que se proclamó campeón de Segunda División. En la fila de arriba: Juanito, Ochotorena, Francis, Pérez Durán, Martín González y Míchel. En la fila de abajo: Butragueño, Martín Vázquez, De las Heras, Sanchís y Pardeza.
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Una alineación del Castilla en la temporada 1983-84, en la que se proclamó campeón de Segunda División. En la fila de arriba: Juanito, Ochotorena, Francis, Pérez Durán, Martín González y Míchel. En la fila de abajo: Butragueño, Martín Vázquez, De las Heras, Sanchís y Pardeza.

-Que el Mundial de 1982 fuese tan decepcionante, ¿pudo ayudar?

-Sí. Es que el fútbol entero entró en una fase de irrelevancia. El propio Madrid estuvo muchos años sin ganar una Copa de Europa y era quien tiraba del orgullo patrio en Europa. Me gusta llamarlo un gigante dormido. Y el Mundial pasó a ser casi un reto reivindicativo, porque encima los anteriores anfitriones venían de ganar (Argentina y Alemania), aunque luego pasó lo que pasó. Pero en aquel Mundial había equipazos: Brasil, Francia, aquella Argentina de Maradona… pues todo eso sirvió para ahondar en el pesimismo del fútbol español y ahondar en la necesidad de un cambio. Hacía falta reconectar con la gente. Y el contexto ayudó.

-Aquel Castilla… ¡recuerdo 40.000 personas viendo un partido contra el Depor! ¿Eran conscientes de la revolución que estaban llevando a cabo?

-Echando la vista atrás te das cuenta de que se estaba cociendo algo. Se llegó a dar algo insólito: 40.000 espectadores viendo a un filial. ¡Si el primer equipo a veces no llegaba a eso! Nació una comunión extraordinaria porque la gente quería algo distinto y vislumbró ese germen de novedad en esos chavales. Fue una corriente de entusiasmo espectacular. Y muchos de los jugadores acabaron dando el salto al primer equipo, ganando cinco ligas, la UEFA… y ese intento de Champions. Es una de las épocas más memorables de la historia del madridismo. Y aunque este equipo alicata su historia con títulos y faltó la Champions, dejó huella.

-Aquel Castilla ya jugaba mucho a tener el balón, lo que hoy sería la posesión. Y eso era muy divertido en la época…

-Es que el prejuicio en el mundo del fútbol de que el exceso de calidad lastraba no lo comparto. Yo creo que cuanta más calidad, mejor.

-Aquí faltan ‘leñeros’, se decía…

-Claro. Yo creo que los futbolistas, de hecho, debían tener una mínima calidad para no desentonar. Existía la sensación de que había que tener a ciertos jugadores que se dedicasen, por ejemplo, sólo a meter la pierna. Y no. Nosotros teníamos casi sólo a pequeñitos: sin casi delanteros tanque, sin jugadores que sólo diesen patadas… nada. Y no había un exceso de calidad, sino que la suma de todos hacía el equipo. Aquel Madrid generó la semilla de la ‘nueva Selección’. Fortaleció la sensación de que había talento en esta tierra, que ya estaba aquí, cuando se acostumbraba a mirar fuera de las fronteras para buscar talento. Y desterró lo de que tres jugadores creativos, por ejemplo, no podían estar juntos en el medio porque hacían falta stoppers. Nada, mito.

Amancio fue nuestro padre y el mejor maestro. Nos pulió y corrigió defectos hasta convertirlos en virtudes.

Miguel Pardeza

-¿Qué tal era la relación con Amancio?

-Fue nuestro padre y el mejor maestro. Uno de los errores cuando uno empieza a jugar al fútbol es pensar que ya lo sabes todo. Mentira, hay muchas cosas que puedes mejorar. Y gente como Amancio te ayudaba a corregir pequeños detalles que te hacían mejor. Nos pulió y corrigió defectos, hasta convertirlos en virtudes.

-¿El club dio primas por ser campeón de Segunda?

-No lo recuerdo, la verdad. Seguro que había un convenio de primas, pero el objetivo de ser campeón de Segunda, para un filial, pues evidentemente no existía. ¡Pero quién se iba a plantear eso a principio de temporada! Había primas por partidos ganados o puntos. Pero un filial campeón…

-Si aquel equipo hubiese subido a Primera, ¿habría competido?

-Mira como en Copa eliminamos a Primeras: Valencia, Betis o Las Palmas. Yo creo que habríamos logrado mantenernos, francamente. Aunque ojo, aquella Segunda no era ninguna broma: era fuerte, muy fuerte. No existían cámaras y jugar fuera de casa era una auténtica hazaña. Los partidos no se televisaban y existía una impunidad tremenda. Había que tenerlos bien puestos para jugar en según qué campos.

-Llega La Condomina y 0-1 con gol de Sanchís…

-Él y yo entrenamos muchísimo aquella temporada con el primer equipo. Muchísimo. En muchas sesiones se acercaba Di Stéfano a decirnos que pasásemos con el primer equipo, cuyo vestuario estaba al lado. Desarrollamos mucha relación con todo el grupo y un día, como faltaba un centrocampista, llamó a Sanchís... que acabó haciendo el gol del triunfo. Las expectativas se confirmaron: estos chavales pueden ser del primer equipo. Fue un gol que nos abrió la puerta a muchos.

-¿Y cómo recuerda su debut?

-Pues mira, recuerdo una mini gira… creo que fue en 1982… ¡porque yo jugué con Del Bosque! Y luego llegó un 31 de diciembre, que salí en la segunda parte y vi el Bernabéu con el primer equipo. Era mi sueño. Aunque a nada que fueras sensato, tu mentalidad debía ser que eso no era una meta, sino un arranque. Un inicio. Hay mucha gente que debuta… y luego se le complica hacer carrera profesional.

-¿Y cómo fue la Nochevieja luego?

-Recuerdo que hicieron la convocatoria a las 2 de la mañana. Yo estaba todavía en la residencia y me recogió Gallego. Como anécdota, recuerdo llegar un poco más tarde de lo normal, porque había mucho tráfico. ¡Era Nochevieja, claro!

-¿Qué pasó luego para que volviese al Castilla?

-No lo sé. Decisión del club. Ya no estaba Di Stéfano, cogió el equipo Amancio. Para mí no fue una buena noticia, pero en aquel primer equipo estaban Valdano, Juanito, Santillana, Butragueño y llegó Hugo Sánchez. ¡Había cinco delanteros, cinco! Supongo que la decisión del club fue pensar que era muy joven y que en el primer equipo no iba a jugar. Fue eso, una cuestión de minutos.

-Y luego, el Zaragoza…

-Ese año salió todo bastante bien, sí. Se formó un gran equipo: Fraile, Pineda… y quedamos campeones de Copa frente al Barcelona, en una final en el Calderón. Y al terminar esa temporada me rescataron para jugar la Copa de la Liga. Le marqué al Barcelona en el Camp Nou y de ahí, al primer equipo. Volver a empezar, pero es que si las cosas ya estaban complicadas el año anterior, ese aún más. Porque seguían los mismos y más asentados. El club se resistió a dejarme salir, pero me marché por cabezonería mía. Porque quería jugar. Me entró la impaciencia juvenil y me di cuenta de que esto iba a durar muy poco. La carrera de un futbolista es cortísima: antes, a los 30, ya eras medio viejo. Lo de jugadores con 37-38 años marcando goles hoy en día, entonces era inimaginable. Un privilegio que le podía tocar a un portero, como mucho. Mira, Butragueño se fue con 31… ¡y es un mito! Yo terminé mi carrera en España con 32 y ya llevaban año y medio buscándome sustituto.

-Hay quienes dicen, como Van Nistelrooy, que su mayor error fue salir del Madrid. ¿En su caso fue una salvación?

-Yo me considero un afortunado. Un tío que tuvo mucha suerte: coincidir con esta generación, debutar con el primer equipo, tener el cariño de Amancio y Di Stéfano….

-Di Stéfano, por cierto, siempre ha tenido cierta fama de ‘gruñón’...

-¡Qué va! Me vio en un 8-1 y desde entonces, me manifestó un cariño extraordinario. Cuando yo volví como ejecutivo, él fue de los que más se alegró. “¡Tú te fuiste porque yo estaba en Argentina!”, me dijo varias veces. “No, hombre, me fui porque quise yo”, le decía para restarle importancia, con mucho cariño. Fue un dolor, porque me ofrecieron renovar, poniéndose encima de la mesa un nuevo contrato con más sueldo. Pero sabía que iba a tener complicado disfrutar de minutos, tener continuidad. Repito lo que he dicho: esto dura poco. Y yo preferí jugar todos los domingos, aunque no fuese en el Madrid. Tuve la enorme fortuna de coincidir con una generación extraordinaria en el Zaragoza. Dos Copas, una Recopa, ser internacional… lo cual no era fácil desde un equipo como este. Fui un afortunado.

-Hábleme de aquel 8-1 al Barcelona con los juveniles…

-A mí me acusaron de provocador y no me llevaron a la vuelta. Estaba tan caliente el ambiente que me habían preparado prácticamente una encerrona y por miedo a que pasase algo, no fui. ¡Una desconvocatoria preventiva! Pero en la ida… hubo muchísima gente. Fue espectacular.

-En el Mundial de Italia estuvieron los cinco de ‘La ‘Quinta’. ¿Eso supo a premio personal?

-¡Bueno, tuve que aguantar a Butragueño en la habitación! Pero sí, me permitió reencontrarme con mis raíces y vivir algo muy especial. Aunque en lo deportivo… debimos haber llegado más lejos de lo que hicimos. Pero en el fútbol, a veces, te tiene que tocar. Y no sucedió. Ese equipo merecía cerrar su ciclo con una Copa de Europa y no lo consiguió. Con el Milan la teníamos y apareció Sacchi, la modernidad pura y dura.

-Se comentó que ‘La Quinta del Buitre’ tenía una formación superior: estudiaban mientras jugaban. Eso no era habitual entonces...

-La gente que venía de fuera sí estaba más pendiente de los estudios, porque desde la cantera era muy estrictos con el tema. Sentían esa responsabilidad con los padres y estaban muy pendientes. Yo vi a compañeros yéndose a casa, pese a tener posibilidades futbolísticas, por haber sacado malas notas. Sanchís y Emilio, por ejemplo, luego estudiaron una carrera universitaria. En esa época se empezaron a romper moldes.

-Acabamos: ¿Hasta qué punto es usted consciente de la historia que hizo su generación?

-Yo llevo un tiempo retirado, pero aún hay mucha gente que me lo dice cuando me ve, se acuerda. Y es muy bonito. Porque fíjate si luego el Madrid ha seguido creciendo y haciendo historia. Pero aun así, se acuerdan de lo tuyo. El Madrid tiene una escuela de valores muy afianzada y uno se empapa por ósmosis. Debes ser un ganador, no vale el conformismo, no se acepta la flaqueza, el triunfo de hoy no vale mañana. Cualquier jugador llega y sabe que aquí, las cosas van así. Y uno o se amolda, o acaba en la irrelevancia. Eso es lo que hace que a lo largo de la historia se sigan ganando títulos y títulos. El Madrid siempre ganará, esté quien esté y se jubile quien se jubile. Y ha hecho muy bien en anteponer sus intereses a los de cualquier jugador. Se pueden dar momentos puntuales en los que no se entienda, pero a la larga, es la fórmula para que todo vaya bien.

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