La historia da un margen de confianza
A punto de superar el primer tercio liguero, los amarillos consolidan una diferencia de puntos que da espacio a la tranquilidad.
En su primer año tras el ascenso, los amarillos dirigido por García Pimienta solo miran al campamento base de la posición diecisiete como único objetivo. El propio técnico respondía “¿Hay un objetivo más grande que la permanencia?” cuando fue cuestionado por metas mayores debido al buen momento, porque al final tanto ha estado huyendo del descenso que casi llega a Europa.
La buen racha en la que está metida Las Palmas la ha disparado en la clasificación, octava posición, siendo ese segundo extraño elemento —junto al Girona— en la primera mitad de la clasificación. Con casi un tercio de campeonato ya superado, se pueden intuir ciertas tendencias o patrones anteriores, y es que no hace falta comerse todo el caldero para saber si el potaje está bueno.
Así que se puede recurrir a los setenta y dos equipos descendidos y sus trayectorias desde que se instauró los tres descensos automáticos en la temporada 1999-00. Aquella primera en la que bajó parte de la aristocracia balompédica nacional, Sevilla, Betis y Atlético de Madrid, de golpe. Justo el año que subió la U.D. Las Palmas con Sergio Kresic en el banquillo.
No sorprenderá que en estas 24 temporadas nadie que haya estado entre los seis primeros clasificados en la jornada trece haya acabado descendiendo. O que los equipos que estaban vigésimos o decimonovenos a estas alturas de la película sean los que más se repiten en los equipos que acaban en Segunda al final del año.
Sin embargo, en absoluto es una certeza esto último, de los setenta y dos conjuntos que estaban en posiciones de descenso tras trece encuentros, como los que se llevan disputados hasta ahora, se acabaron salvando cuarenta y tres, es decir un 60%. Aunque claro, desde el otro lado del espejo puede pensarse que un 40% ha acabado descendiendo. No en vano, en 21 de las 24 temporadas precedentes lo hicieron alguno de los tres últimos clasificados en la decimotercera jornada. Se salvaron de la quema temporada 2001-02 —Mallorca, Real Sociedad y Rayo Vallecano—, 2005-06 —Racing de Santander, Betis y Athletic Club— y en la 2012-13 —Granada, Osasuna y Espanyol—. El resto de campeonatos hubo uno al menos que jugó en Segunda la temporada siguiente.
Ahora, ¿y desde la perspectiva amarilla de la octava posición? Aunque García Pimienta siempre que se le apela a estadísticas comenta que están para romperse, es cierto que hay datos que estimularán el desempeño de su equipo. Solo han descendido dos equipos que marchaban en la octava posición, el Betis de esa misma campaña y el Oviedo de la 2000-01. Los sevillanos descendieron con 42 puntos y los carbayones con 41. Es decir, desde hace veintidós temporadas no ha bajado quien estaba octavo tras trece choques.
¿Y desde el punto de vista de los puntos? ¿Cuántos equipos bajaron habiendo sumado 18 puntos o más en este mismo número de partidos? Siete equipos, el Betis de la 1999-00 y Oviedo de la 2000-01 y Girona con de la 2018-19 con veinte. El Valladolid de la 2003-04 y el Levante de la 2004-05 con diecinueve. Y el Celta de Vigo de la temporada 2006-07 y el Zaragoza de 2007-08. El resto de los equipos que estaban a estas alturas con los puntos que suma Las Palmas en la actualidad se mantuvieron. O lo que es lo mismo, el 93% de los equipos renovaron su plaza.
Sin embargo, donde hay absolutismo es quizá en la más indicativa porque tiene en cuenta sus circunstancias sin tener en cuenta puntos y posición y solo mide la diferencia de puntos con el primer equipo en posición de descenso. Y es que los once puntos que hay de brecha actualmente entre amarillos y el Celta de Vigo o Granada nunca han sido derribados en estas veinticuatro temporadas. Ninguno de los veintiún equipos que anteriormente han cosechado tras trece jornadas, este margen, o mayor, acabó el año en Segunda División. Aunque el listón está muy cerca, en diez puntos, los que no fueron suficiente para el Celta de la 2006-07 para mantener su plaza en la élite. Y es que aunque la marea nunca haya llegado tan arriba, una mala ola puede acabar llevándose el bochinche por delante.
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