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Rayo Vallecano

Iñigo Pérez, un año de amor

Tal día como hoy, el 14 de febrero de 2024, el Rayo le anunció como técnico. El equipo salvó la categoría en la 23-24 y ahora está en puestos europeos.

Iñigo Pérez, en el banquillo de Vallecas.
SOPA Images
Maite Martín
Redactora de fútbol del Diario AS desde 2007 y licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. El fútbol modesto y las historias que esconde son su pasión. Por eso el Rayo la atrapó y el deporte paralímpico la enamoró.
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El 14 de febrero de 2024 se produjo el flechazo. No podía ser otro día. Aquel San Valentín, el Rayo anunciaba a su nuevo entrenador, el jovencísimo Iñigo Pérez. Su amor platónico desde verano, cuando Iraola dijo adiós a una bonita relación de tres temporadas, con un ascenso y una histórica semifinal de Copa en la memoria. Iñigo decidió acompañar a Iraola al Bournemouth, pese a la propuesta de los franjirrojos, que terminaron firmando a Francisco para el banquillo. Un perfil que nunca terminó de conquistar a la afición y que acabó siendo destituido, en la jornada 24, después de haber sacado sólo una victoria en catorce partidos y con el Real Madrid en el horizonte. Los vallecanos eran decimocuartos y se mantenían siete puntos por encima del descenso, pero no encontraban escapatoria a un bucle muy negativo.

A esa tristeza, Iñigo le puso toneladas de ilusión y una enorme sonrisa. Su santo y seña. El destino —y el brexit— hicieron que su camino y el de Iraola tuvieran que separarse, aunque el Rayo nunca le llegó a olvidar. Así, con 36 años, el míster más joven de Primera tomó las riendas del equipo más veterano. De hecho, el navarro tenía en el vestuario a Falcao, que era dos años mayor que él. Además, se reencontró con amigos como Aridane, con quien había defendido la camiseta de Osasuna en su última etapa como jugador. “Me pongo en su piel y no sería fácil hacer caso a un chico que es prácticamente de su edad, que vive su primera experiencia en el banquillo y que les exige todos los días muchísimo. Superar esa fase es difícil y ellos han sido incondicionales desde el primer día”, explica.

Su Rayo evidenció unos brotes verdes con el empate (1-1) frente al Real Madrid cuatro días después de su llegada. Sin embargo, aquella recta final de temporada no estuvo exenta de nervios y de peligro. El balance de esos 14 encuentros fue de tres triunfos, cinco empates y seis derrotas, lo que colocó al equipo decimoséptimo y cinco puntos por encima del Cádiz, que sí descendió. Los de Iñigo salvaron los muebles de la 2023-24 in extremis. Sin embargo, ha sido esta temporada 2024-25 en la que todo el trabajo del míster ha dado sus frutos, en cuanto a juego y resultados. Por momentos, esta Franja ha recordado a aquella de Iraola.

Hoy por hoy, el Rayo vive su mejor momento. Los de Iñigo firman la mejor racha de su historia en Primera, encadenando nueve partidos invictos, cinco victorias (Valencia, Celta, Girona, Leganés y Valladolid) y cuatro empates (Real Madrid, Villarreal, Betis y Osasuna). Algo que les mantiene en la sexta posición, dándoles acceso a las competiciones europeas. Son días de vino y rosas. No obstante, el míster aboga por la prudencia e insiste en atar los 40 puntos —la salvación virtual— antes de dejarse llevar por esa vorágine de romanticismo. “Sigo sin pensar en Europa. No es momento de utilizar esa palabra. Si seguimos con nuestra rutina nos irá bien. Si la cambiamos, porque nos creemos ahí arriba, nos podemos equivocar. Lo del año pasado fue un choque de realidad”, insiste el navarro.

De momento, el equipo vallecano ha sumado nueve triunfos, ocho empates y seis derrotas y la relación de Iñigo con el rayismo va viento en popa. La afición ha sido su gran aliada durante la avalancha de críticas por no dar minutos a James Rodríguez. Un fichaje de relumbrón que no tenía cabida en el engranaje de la máquina franjirroja. A pesar de todo el ruido alrededor, el técnico demostró su personalidad y defendió su idea a capa y espalda. “En Vallekas, nadie es más que nadie”, decía una pancarta de Bukaneros. Lo mismo que Iñigo argumentaba en sala de prensa: “Dais por hecho que alguien viene y tiene que jugar de titular, pero tengo futbolistas que no han disfrutado de un solo minuto. Estoy encantado de que James esté aquí, aunque no me gusta como entrenador y guía de 25 futbolistas que se hagan diferencias”. Sus pupilos cerraron filas en torno a él y le sacaron para que cantara La Vida Pirata junto a la plantilla y la hinchada, tras la marcha del colombiano, en el encuentro contra el Celta.

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Dentro del vestuario dibujan a Iñigo como alguien metódico, que lee bien los partidos y plantea soluciones a muchos de los problemas que puedan surgir. Si a ese análisis, se le suma la preparación física de Javier Mallo, que llegó en verano y tiene en su currículum equipos como el City y el Real Madrid, da como resultado un Rayo sexto. El míster se sacude los piropos. Esos los reivindica para quienes saltan al verde. “Todo esto es gracias a los jugadores. Tienen humildad, no hay egos, y los resultados llegan por ellos”, asegura este amante de la lectura. Ese hombre, capaz de desafiar a la climatología e ir en manga corta en pleno enero. Ese apasionado de su trabajo. “Ha sido un año positivo para el club, pero esto no ha terminado”, resume, mientras la grada pide ya su renovación. No hay mejor timón para el Santa Inés en su centenario. Ni entrenador capaz de hacer un juego de palabras con la historia y Doña Prudencia Priego. Un año después, continúa el amor y hay planes de futuro.

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