Almeyda, el octavo pasajero
El argentino llega a un banquillo por el que en los últimos tres años han pasado Lopetegui, Sampaoli, Mendilibar, Diego Alonso, Quique, García Pimienta y Caparrós
Matías Almeyda será el octavo pasajero del banquillo del Sevilla en los últimos tres años. La silla más caliente del fútbol español, por la que han pasado, con anterioridad al argentino, técnicos de toda clase y pelaje, con ideas futbolísticas en las antípodas unos de otros y que han ejemplificado el desgobierno de la entidad en la época reciente.
La saga la inicia Julen Lopetegui en la temporada 22/23. El técnico vasco iniciaba su cuarta campaña pero el proyecto ya estaba agotado. No se fue ese verano porque ni el vasco encontró una buena oferta ni el Sevilla un sustituto de garantías. Como los matrimonios condenados al divorcio, las partes decidieron intentar arreglarlo pariendo al niño que sería el Sevilla de la 22/23. Y como es lógico, llegó el divorcio y las majaderías a Nervión.
Porque la idea más brillante para sustituir a Lopetegui fue el segundo advenimiento de Sampaoli, contra la voluntad de Monchi y la connivencia del actual presidente Del Nido Carrasco, al que sus asesores susurradores insistían que al equipo solo hacía falta animarlo. Cuatro meses después, el equipo lo que necesitaba era reanimación porque se iba a Segunda, se echó a Sampaoli, llegó Mendilibar y el vasco obró el milagro de la séptima Europa League.
Monchi lo renovó antes de hacer las maletas rumbo al Aston Villa y su sucesor, Víctor Orta, ventiló a Mendilibar nada más tuvo oportunidad demostrando que el gen de la locura había arraigado con fuerza en el Sánchez Pizjuán. Y qué fuerza, ya que Mendilibar fue relevado por Diego Alonso, que se convertiría estadísticamente en el peor entrenador de la historia del club. Quique Sánchez Flores llegó para apagar el fuego y cuando lo consiguió, salió huyendo despavorido viendo el panorama que llegaba.
Las llaves del nuevo Sevilla se le dieron hace un año a García Pimienta, cuyo hundimiento en la segunda vuelta de Las Palmas no presagiaba nada bueno. Así fue y el Sevilla calcó la progresión de los canarios, teniendo que acudir a Caparrós para que salvara al equipo. Un equipo que jugó todavía peor que con Pimienta y que se salvó de milagro.
Con estos precedentes, Matías Almeyda no debería tenerlo complicado para mejorar a sus antecesores. Pero la economía es dantesca, el ambiente peor y la locura se ha quedado a vivir en el barrio de Nervión. Llega el octavo pasajero.
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