Francia
Cuna de Varane, tormento del PSG
El Lens, que se enfrenta a los parisinos este sábado, lleva los colores de la bandera española y tiene una de las mejores aficiones del fútbol francés.

Es agosto de 2017, en una soleada, pero gélida, tarde en el norte de Francia. El Lens se enfrenta al Brest y, en el minuto 67, los ultras del club, hartos de una situación límite, fruto de la derrota por 1-2 contra el conjunto bretón en el segundo tiempo (el partido acabó 2-4), deciden bajar al campo protestando contra la gestión interna. Los Sangre y Oro son colistas de la segunda división francesa, una crisis económica sin precedentes amenaza su supervivencia y el partido, que se suspende durante más de media hora, infunde el terror en uno de los equipos más emblemáticos del fútbol francés.
Seis años después, tras haber rozado los infiernos, después de estar al borde del abismo, el Lens vuelve a la Champions League en una temporada histórica en la que termina a un punto del Paris Saint-Germain. El Bollaert-Delelis, uno de los estadios más fragorosos del fútbol francés, uno de los campos que más fútbol irradia por todos sus costados, lo celebra al unísono, dejando atrás un lustro de terror provocado por la funesta gestión de Mammadov, uno de los peores propietarios de la historia del fútbol galo que estuvo a un paso de incluso forzar la desaparición del club norteño.
En un escenario similar al de la primera década del siglo XX, donde las minas de carbón fueron el motor de una ciudad que ha ido cediendo al exacerbado capitalismo que ha engullido las fábricas, el sudor de sus aficionados, de sus mineros, de aquellos que sustentaron el crecimiento de la urbe, castigada por el ininterrumpido crecimiento de las zonas industriales. “Lens es ahora mismo una localidad en la que todos sus habitantes viven por y para el fútbol. “Lens es una ciudad donde el fútbol es más que una pasión, es una religión. La gente lo lleva en la sangre. Se transmite de padres a hijos. Este fervor es único. Nuestros seguidores esperan de nuestros jugadores un compromiso total y mucha humildad. En Lens, el fútbol es mucho más que una actividad de ocio o un espectáculo. Encarna la esperanza, la unidad y la memoria colectiva”, apostilla Diego López, directo deportivo de los norteños.
La ‘gran olvidada’ del Norte de Francia, cediendo el protagonismo a Lille, bastión de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, los ‘Sangre y Oro’ han experimentado una evolución incesante en los últimos años que ha vuelto a poner en el mapa a un club histórico que se ha caracterizado siempre por cuidar al aficionado por encima de todas las cosas.
Sus colores, inspirados en la bandera española
El Lens es conocido como el equipo ‘Sangre y Oro’ haber patentado, de forma inédita, los colores de la bandera española. En 1924, el club adoptó el rojo y el amarillo como seña de identidad por iniciativa de su presidente en aquel entonces, Pierre Moglia, al que le advirtieron de que los últimos vestigios de la ocupación española iban a desaparecer. Se trataba de la iglesia de Saint-Léger, que fue la última reminiscencia que tuvo Francia con respecto a una invasión que culminó en 1648 con la famosa Paz de los Pirineos y en la que España entregó a Francia el Rosellón, el Conflent, el Vallespir y una parte de la Cerdeña.
El Lens es el club de los socios, de la clase obrera, de la lucha contra las injusticias. Pese a que en los primeros años de existencia, era la burguesía, como en la Revolución Francesa, la predominante en las decisiones internas, el auge del obrerismo y de las minas de carbón, a las que se tributa en un museo extraordinario en el pleno corazón de la ciudad, decantaron la balanza en favor de un colectivismo que contrasta, incluso actualmente, con la burbuja que ha hecho estragos en muchos clubes históricos del fútbol francés, como el Girondins de Burdeos. Lens, además, puede sacar pecho de que es, junto a París, la única localidad de Francia que dispone de un Louvre en su haber. Situado a apenas 10 minutos del Bollaert-Delelis, este emblemático edificio fue construido como una delegación del inmenso museo de la capital francesa, que alberga más de 500.000 piezas de un valor incalculable.

De hecho, si uno atiende al escudo del Lens, dice la leyenda que en el mismo hay un castillo con la estructura arquitectónica de la ocupación española sobre un fondo amarillo (en la parte derecha). Otra vertiente más oficialista aduce que los colores provienen de las minas. “Los Sang et Or” (los sangre y oro) se fracciona en sangre por el color rojo de los mineros que honraron a la República francesa durante la Primera Guerra Mundial y el amarillo entraña el oro para el carbón, precioso, según dicen fuentes, en aquel entonces.
El Lens no es ajeno a sus orígenes actualmente. Cada temporada, el 4 de diciembre, que tributa a Sainte-Barbe, patrona de los bomberos, artificieros y mineros, el club saca a la venta una camiseta especial que rinde homenaje a todos aquellos que, con sudor, sangre y también oro, como reza su lema, cimentaron una ciudad con un arraigo histórico que sobrevivió hasta que el capitalismo inundó todos los rincones de la sociedad. Sin embargo, esta pequeña localidad no renuncia nunca a su idiosincrasia y mantiene viva la esencia que le hace, indudablemente, un club único en Francia.
Su estadio, el Bollaert-Delelis, inmortalizado por Dany Boon en “Bienvenidos al Norte”, donde también España goleó a Bulgaria por 6-1 en un partido intrascendente del Mundial de 1998, tiene más capacidad, 38.000 espectadores, que habitantes Lens, 31.000 (según un censo de 2021). El campo ha registrado más de 50 llenos consecutivos, una evidencia de que el fútbol es el motor de la ciudad, la joya de la corona, el lugar en el que, antaño y actualmente, la clase obrera podía evadirse, aunque fuera dos horas, de las inagotables jornadas laborales que fraguaban el auge del norte de Francia. “El club es diferente en muchos aspectos. Lens está históricamente vinculado a su pasado industrial, en particular a la industria minera. Contra el París, será la 59ª vez que agotamos las entradas. Es una cifra sin precedentes. Lens representa mucho más que una región, representa los valores del esfuerzo, la solidaridad y la unidad. Hay que tener en cuenta que la ciudad tiene 30.000 habitantes. Los días de partido, somos 38.000 en Bollaert. También creo que este club se ha caracterizado a menudo por su resistencia. Su gusto por no rendirse nunca. En resumen, lo que nos distingue es nuestra autenticidad, nuestras raíces populares y el amor incondicional de nuestros seguidores”, nos confía Diego López, director deportivo del Lens.
El Bollaert-Delelis es el único estadio en el que no hay distinciones, en el que entran por la misma puerta los inversores, los burgueses, los capitalistas, los obreros, las familias, los padres, los hijos, y todos los aficionados al Racing Club de Lens. Una de las particularidades del recinto, además de colocar a los ultras en uno de los laterales y no en alguno de los dos fondos, como es habitual en la inmensa mayoría de los clubes del mundo, es que no prioriza a nadie. Ni el nombre ni tu cuenta bancaria te otorga privilegios, como antaño en el feudalismo. Todos son idénticos en Lens, desde el obrero que se levanta a las 6 de la mañana para trabajar en Arras hasta la mayor fortuna de la región que se sienta en uno de los Palcos VIP a escasos metros del terreno de juego.
Francia es un país en el que el fútbol no paraliza ciudades, pero Lens es de las pocas excepciones del Hexágono en el que un día de partido suscita el furor de todos sus habitantes. Los aledaños del estadio se convierten en una fiesta, con puestos que invitan a todos los foráneos a degustar sus brillantes patatas fritas, unas de las más reconocidas de Europa, y con todos los negocios cerrados porque quieren arengar al equipo, el motor de la ciudad después de que prácticamente la mayoría de las minas cerraran en Francia. Cada rival que visita el Bollaert-Delelis sufre en primera persona el aliento, los cánticos, la presión de una de las hinchadas más pasionales de todo el fútbol francés, alejada de los radicalismos y de la violencia que tanto salpicó a la Ligue 1 durante el último lustro.
Joseph Oughourlian, el motor del Lens
Empresario, máximo accionista de PRISA, de raíces libanesas y armenias, Joseph Oughourlian ha sido un soplo de aire fresco para el Lens, que, antes de su llegada, sufrió los estragos de la nefasta gestión de Mammadov, un dirigente azerí que vació la tesorería del club en beneficio propio, destrozó la idiosincrasia de los Sangre y Oro y dejó a la entidad al borde de la quiebra. El Lens, antes de la llegada de Oughourlian, se encontraba al borde del descenso administrativo, acumulaba una ingente cantidad de dinero en deudas y se batía entre la vida y la muerte para sobrevivir.
Propietario, a su vez, del Millonarios de Colombia o del Padova en Italia, Oughourlian formalizó la adquisición del Lens a través de la empresa de la que es máximo accionista, Solferino. En 2017, gracias a su talante y paciencia, aguantó en sus primeros meses las consecuencias de la desastrosa administración de Mammadov, que había provocado un agujero casi irreparable, pero que, durante más de un lustro, se encargó de revertir mediante una gestión basada en la transparencia, en no gastar más de lo ingresado y en, además, recuperar las raíces de La Gaillette, el excelente centro de formación del club, también seña de identidad, que forjó a talentos como Raphaël Varane, Seydou Keita, Thorgan Hazard o Geoffroy Kondogbia.

En 2020, el Lens ascendió ‘fortuitamente’ a la Ligue 2. Después de destituir a Montanier, exentrenador de la Real Sociedad, Franck Haise fue nombrado entrenador interino. La pandemia del coronavirus, que mantuvo en vilo a la sociedad durante prácticamente dos años, provocó que el Ejecutivo de Emmanuel Macron decretara unilateralmente el fin de todas las competiciones deportivas hasta nuevo aviso. El conjunto norteño ascendió a la Ligue 1 y Oughourlian consiguió su primer gran objetivo en apenas tres años, después de haber cogido el club a la deriva, zarandeado por las deudas, y sin un futuro prominente.
Fiel a su idea de tocar lo menos posible los símbolos que en su día hicieron grande al Lens, con homenajes constantes a las leyendas que hicieron grande al club, como el expresidente Martel, Oughourlian ratificó a Franck Haise en el cargo y aquella decisión fue, sin duda, la más decisiva de su periplo como máximo accionista en el norte. El técnico normando, en tiempo récord, hizo de los Sangre y Oro uno de los equipos que mejor fútbol desplegaron de Europa, convirtiéndose en la gran revelación del fútbol francés. Gracias, en parte, a una inversión que consiguió reunir en un mismo equipo a Seko Fofana, Kalimuendo, Openda, Facundo Medina o incluso el talentoso Cheick Doucouré, una de las joyas recientes de la cantera, en la plantilla, el Lens desarrolló una idea de juego reconocible, ofensiva y que llegó a poner en jaque la hegemonía del PSG en la liga francesa.
Tras invertir lo justo y necesario, una de las premisas de Oughourlian, el Lens se convirtió también en un club modélico en vender a sus mejores activos. Doucouré, salido de su cantera, fue traspasado por 22,5 millones de euros; Clauss, fichado libre, fue vendido por 7 millones; Fofana, por 25 millones después de haber aterrizado por 12,5 millones; Openda se marchó por 45 y llegó por 12, pero fue Khusanov, que fue incorporado por apenas 100.000€ en junio de 2023 cuando era un completo desconocido, el caso paradigmático del gran trabajo de la entidad norteña. El uzbeko fue traspasado al Manchester City por 50 millones de euros, bonus incluidos, denotando que la gestión interna, salvo alguna excepción, ha sido excelente desde que se consumó, en 2020, su ascenso a la Ligue 1.
De la mano de Oughourlian y de Franck Haise, el Lens realizó una campaña histórica en la temporada 2022/2023. Con un sistema de tres centrales que recordaba a la Atalanta de Gasperini, acabó el campeonato en una histórica segunda posición, a tan solo un punto del PSG, certificando el billete a la Champions League, competición que hacía 24 años que no la disputaba. A pesar de no haber logrado su clasificación a los octavos de final, en un grupo con el Sevilla, el PSV y el Arsenal, el club consiguió, en una noche histórica, en un día en el que el Bollaert retumbó como nunca antes lo había hecho, derrotar por 2-1 al combinado dirigido por Mikel Arteta, añadiendo una página más a su historia que fue el súmmum de su historia en el siglo XXI.
Un proyecto joven, pero ambicioso
Después de cuatro años en los que la excelencia se mantuvo intacta, Franck Haise anunció en verano que dejaba el Racing Club de Lens. La decisión, sorprendente tras muchos cambios a nivel interno, entre ellos la salida de Arnaud Pouille, pieza clave en las decisiones deportivas, cerraba un ciclo inigualable, un legado eterno, cuatro años en los que los norteños se erigieron como uno de los equipos más atractivos del fútbol galo, adoptando la posesión de balón y la portería rival como premisas ofensivas, y que hacía tambalear los cimientos que tanto tiempo le llevaron a Oughourlian.
El franco-armenio reaccionó con presura y le confirió las riendas de la dirección deportiva al español Diego López (también contrató a Dreossi del Metz), que trabajó con Luis Campos en el Lille, que también ganó experiencia en el histórico Girondins de Burdeos durante su etapa en la Ligue 2 (después fue descendido por deudas a cuarta división) y que fichó a Will Still como sustituto de Haise. El belga, de tan solo 32 años, revelación en los banquillos durante su etapa en el Stade Reims y al que el Football Manager le llevó a los banquillos, fue una decisión idónea para que el vacío dejado por el entrenador saliente no fuera tan marcado como se auguró en primera instancia.
A pesar de una injusta, injustísima eliminación en la previa de la Conference League contra el Panathinaikos, Will Still terminó la primera vuelta de la Ligue 1 a tres puntos de los puestos de acceso a la Champions League. Menguado por la retahíla de lesiones de sus delanteros, entre ellos Labeau-Lascary, Satriano (fichaje para reemplazar a Wahi, traspasado al Marsella por 25 millones de euros) o Said, el belga ha tenido que reponerse a muchos contratiempos, alternando diferentes sistemas y mostrando una gran determinación en la dirección de campo. Un equipo ofensivo, parecido al de Haise, que busca atacar continuamente los espacios, que presiona en marcaje individual y que, este sábado, contra el PSG, equipo al que ya ha tenido en vilo, sobre todo en los 1/32 de la Copa de Francia disputados en diciembre (victoria en los penaltis de los parisinos, superados en la segunda parte), intentará poner fin a una racha de casi dos años sin perder fuera de casa para los de Luis Enrique.
La Gaillete, la mina del Lens
Si las minas de carbón fueron el sostén de la ciudad durante muchos años, la gran mina actual de la ciudad norteña es, sin duda, su excelente centro de formación. Por aquí, en los albores de su carrera, se educaron y formaron jugadores de la estirpe de Geoffroy Kondogbia, Thorgan Hazard, Seydou Keita o Raphäel Varane, traspasado al Real Madrid cuando apenas había cumplido la mayoría de edad y que apareció de incógnito recientemente en la grada para arengar al equipo, en el partido de Copa frente al PSG, para arengar al club que le dio a conocer y que le catapultó a la élite cuando era un completo desconocido.

Emplazada a las afueras de la ciudad, cincelada con exquisitos campos de fútbol que no necesitan ni cuidado porque las lluvias, constantes lluvias que caen sobre el norte de Francia se encargan del resto, La Gaillete ha sido considerada durante muchos años una de las mejores canteras del fútbol galo. Los valores del club, el compañerismo y el mimo al jugador joven, al que intentan aislar de todo el bullicio que puede ralentizar el porvenir de su carrera. Un emplazamiento tranquilo, sin distracciones, que es uno de los pilares de la idiosincrasia de los Sangre y Oro, orgullosos de su centro de formación.
Por la Gaillete, en la década de los 90, cuando el capitalismo hostigaba definitivamente las minas, futbolistas como Marc Vivien Foé, Dehu, Roger Boli o Vairelles fueron pioneros para germinar las primeras semillas de La Gaillette. De hecho, en 1998 el club se alzó con su primera -y única- Ligue 1 hasta la fecha para años después alcanzar unas meritorias semifinales de la UEFA en la que, antes, se erigió como una pesadilla para el Atlético de Madrid o el Celta de Vigo. Tras ello, sin freno, florecerían los Alou Diarra, Seydou Keita, John Utaka o Assou Ekotto, potenciando a la cantera del Lens como la más fructífera de Francia durante prácticamente una década.
Incluso en el año de su descenso, en 2011, con Boloni, el entrenador con el que debutó Cristiano Ronaldo como profesional, en el banquillo, el Lens consiguió sacar rédito de su fructífero centro de formación. En aquel equipo, Varane y Kondogbia tiraron del carro en un momento crítico para el club, que tuvo que esperar nueve años, una quimera para una entidad de tanto calado, para volver a la élite. Varane fue traspasado al Real Madrid y Kondogbia, actualmente en el Olympique de Marsella, brilló en el Sevilla antes de volver al Mónaco, con el que se convirtió en una pieza fundamental para llegar a los cuartos de final de la Champions League en 2015.

Recientemente, el Lens consiguió traspasar a Cheick Doucouré al Crystal Palace por 25 millones de euros. También obtuvo grandes traspasos por futbolistas como Loïc Badé, Cyprien (pieza clave del Niza de Lucien Favre que maravilló al fútbol francés en la temporada 2016/2017) o incluso Gbamin. La Gaillete, actualmente, sigue siendo un tesoro, una mina en la que se forjan los mejores talentos del fútbol francés. Labeau-Lascary, por ejemplo, ya había brillado esta temporada en la Ligue 1 antes de sufrir una grave lesión y, en el encuentro contra el Toulouse, el primero del año 2025, el joven Kembo Diliwidi, una de las mayores promesas de la cantera, debutó como profesional de la mano de Will Still. Tampoco hay que perder de vista a Gabin Capuano, que también gozó de sus primeros minutos en la élite ante los ‘Violets’.
El Lens es un equipo local, un club de cantera, alejado de los lujos, de los jeques, de la aristocracia que impera actualmente en el fútbol francés, gobernado por los petrodólares qataríes, a los que casi destronan en 2023 y a los que quieren tutear este sábado, a las 17:00, en el fragoroso Bollaert-Delelis. Lens ha sido, es y será una ciudad de fútbol, también de minas, las que verdaderamente fraguaron su historia en tiempos atávicos.
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