Algunos habían olvidado los 20 años buscándote pegas y defectos, que si la hormona del crecimiento, que si el pequeño dictador, que si los Balones de Oro regalados. Sabían que andabas por Miami, pero ni siquiera le ponían color a tu camiseta ni nombre a tu club.

Pensaban que estabas en un retiro dorado haciendo asados con tus amigos y paseando en deportivos descapotables portando una camisa de flores, quizá por Brickell. Habían superado sus frustraciones contigo, los goles en contra, los “sí, pero”, los “Cristiano es mejor”, los “como Maradona, ninguno”.

A esa gente que tanto daño hiciste en Qatar, a los que te miden los kilómetros recorridos, te analizan el color de tus regurgitaciones, a aquellos que cada vez que saben de ti es para llevarse un disgusto, les volviste a recordar que no hubo uno como tú, aunque tengas 37 años y esto sea un Mundial de Clubes en el que ni pinchabas ni cortabas. Pero ya eres más protagonista que los suyos. Poco has tardado. Por todo ello: basta ya, Leo; basta ya Messi.

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