Oviedo selló la caída del Atlético a sus infiernos
El equipo rojiblanco regresa a la ciudad donde, en el año 2000, se corroboró el descenso tras el 2-2. Hasselbaink pudo hacer el 2-3 de penalti en el 84′, pero se topó con Esteban.
El 7 de mayo del año 2000, Oviedo veía como las llamas del infierno envolvían al Atlético. La capital capital del Principado de Asturias siempre conllevará una muesca de dolor en el corazón de los atléticos. Uno de los días más oscuros de la historia del club se corroboró en el Carlos Tartiere cuando las matemáticas no dieron para más: el Atlético era equipo de Segunda División. Solo ganar mantenía la vida o, por lo menos alargaba la agonía de una temporada donde todo fueron tristezas.
Y de nuevo la crueldad de los penaltis se topó en el camino del club colchonero. Uno de los grandes males en la historia del Atlético y donde, si durante la era Simeone han supuesto tiros en el pie en la lucha por los títulos (final de Champions, semifinal de Copa, final de Supercopa de España o este mismo curso para sepultar al equipo en la máxima competición europea), en el año 2000 el punto de penalti fue más fatídico que nunca. Hasselbaink pudo hacer el 2-3 en el minuto 84, pero se estrelló con los guantes de un Esteban que años después vestiría la rojiblanca. Todo ello con Luis Aragonés a los mandos de un Oviedo que acariciaba la permanencia en Primera, pero que convertía en incompleta la alegría para el Sabio de Hortaleza por ver al equipo de su vida cayendo al infierno (sería él quien le devolviese a la máxima categoría dos años después y tras abandonar el proyecto de un Mallorca de Champions para subir a su Atleti).
Precisamente Hasselbaink era quien había sostenido al equipo en la pelea por seguir en la máxima competición española. El neerlandés acabaría como el segundo máximo goleador de LaLiga con 24 tantos pese a la penúltima posición. Y había hecho el 2-2 en Oviedo en el minuto 77 para devolver la esperanza a un Atlético que se había visto con un 2-0 en contra pasada la hora de partido. Pero, en este equipo siempre hay una vuelta de tuerca, y ese penalti en el 84 fue el hundimiento para un delantero descomunal. Hasselbaink todavía marcaría en la final de Copa del Rey de Mestalla 22 días después, un título que podía ser un mínimo alivio para la afición colchonera y para el propio ariete, pero finalmente el Espanyol se aupó con el trofeo tras aquel gol de Tamudo arrebatando el balón de las manos a Toni cuando la botaba en su área.
Volviendo a Oviedo, las lágrimas de Hasselbaink (35 goles entre todas las competiciones) no fueron las únicas de un gran jugador que era incapaz de salvar de la quema a un Atlético intervenido judicialmente. El once alineado por Radomir Antic, artífice del Doblete, en aquel partido contra el Oviedo estuvo formado por Molina; Gaspar, Ayala, Gamarra, Capdevila; Aguilera, Bejbl, Hugo Leal, Solari; Kiko y el propio Hasselbaink. El guardameta y el lateral izquierdo levantarían la Copa del Rey con el Deportivo dos años después, además de jugar las semifinales de Champions. También Valerón, el primer cambio a los 27 minutos. Unas carreras extensas y exitosas, con el broche en el caso de Capdevila de levantar el Mundial con la Selección como titular en la zaga de Vicente del Bosque.
Solari ficharía por el Real Madrid, Hasselbaink por el Chelsea, Baraja, que entró en la segunda mitad, disputaría la final de la Champions como titular solo un año después con el Valencia y posteriormente ganaría la Liga... También jugadores con gran poso en el Atlético militaban en aquella plantilla. Piezas del Doblete como Kiko, Santi, Toni y López, además de Molina, o la presencia de un Aguilera que alcanzaría posteriormente los 456 partidos de rojiblanco y de un Petete Correa determinante en el Ascenso, por citar alguno de los casos.
El propio delantero uruguayo sería protagonista en el último partido oficial del Atlético en el Tartiere. Dos años después (5-5-2002), el equipo entonces dirigido por Luis Aragonés visitaba al Oviedo lanzado a por el ascenso. Dos goles de Correa y un tanto de Lluís Carreras dieron la victoria esta vez sí por 2-3 y el equipo rojiblanco acariciaba un regreso a Primera que consiguió matemáticamente una jornada después, tras no poder certificarlo en casa contra el Nàstic, pero sí aprovechando la posterior derrota del Recreativo. Un bálsamo para una herida todavía abierta. Desde entonces, han pasado más de 20 temporadas donde solo algún amistoso, como el de 2015, devolvió al Atlético a una tierra donde siempre quedará un recuerdo de pesadilla que ni los años ha podido borrar por completo.