Manzano: “Hacía 760 kilómetros para ir a cada entrenamiento del Talavera”
El que fuera técnico de Mallorca o Atlético de Madrid, entre otros equipos, forjó en la Ciudad de la Cerámica su trampolín hacia la élite. Una aventura diaria.
Nunca estuvo tan cerca el desaparecido Talavera Club de Fútbol de llegar al fútbol profesional como en las dos temporadas en las que Gregorio Manzano (Bailén, Jaén, 1956) estuvo en el banquillo blanquiazul. En 1998, de hecho, se quedó a un gol de conseguir el ascenso a Segunda. Una historia que ha recordado esta Copa. Porque fue el Málaga, rival de los cerámicos en la anterior ronda, el beneficiado de un empate del Talavera en Beasain (los jugadores del equipo guipuzcoano disfrutaron aquel verano de unas vacaciones en Benalmádena pagadas por hosteleros de la Costa del Sol) en la jornada final. 27 años después, la afición talabricense pudo cobrarse la revancha.
Talavera fue un trampolín en la carrera de Gregorio Manzano. Se quedó a un paso de hacer historia y subirlo a Segunda, pero siempre será recordado en la Ciudad de la Cerámica. Menos de un año después de dejar el banquillo de El Prado, ya estaba en Primera con el Valladolid. Manzano es desde esta temporada miembro del Comité Arbitral de la Competición Profesional, el órgano que decide las designaciones en Liga. Hoy atiende a AS.
—Imagino que sabrá que mucha gente en Talavera se acordó de usted y su equipo en la anterior eliminatoria de Copa contra el Málaga.
—He estado al corriente. El otro día cuando ganaron me llegaron mensajes diciendo que se había vengado lo que sucedió en aquella liguilla de ascenso.
—27 años esperando…
—Y además con el mismo resultado. El partido de El Prado lo ganamos 2-1. En aquella liguilla había mucho en juego para ascender a Segunda División, una categoría en la que el Talavera nunca ha estado. En el recuerdo de la gente queda que hicimos todo lo imposible para lograrlo. Pero sucedieron cosas fuera de nuestro control. En la última jornada en Beasain nos encontramos el campo totalmente encharcado en un campo soleado. Nos pusieron todas las trabas para desarrollar nuestro fútbol. Eso ya quedará en la historia.
—¿Qué recuerda de su etapa en Talavera?
—Tuvimos muchos momentos muy buenos y bonitos. Las plantillas de las dos temporadas eran dos grupos de buenos jugadores. Eran una familia entre ellos. Se llevaban fenomenal, había gran camaradería y compañerismo. Eso hizo que nos sobrepusiéramos a todas las dificultades que conllevan estas categorías. Jugamos el primer playoff, que paradójicamente se lo llevó el Real Jaén. Y el segundo año, que se quedaron solo ocho jugadores de la temporada anterior, remodelamos la plantilla y nos lo jugamos en la última jornada contra el Racing de Ferrol en su campo. Y conseguimos un empate para volver a meternos en el playoff por segundo año. Eso fue una gran alegría para los jugadores y los aficionados.
El Ministerio me denegó el traslado y tenía que decidir; tiré por la calle de en medio".
Gregorio Manzano, entrenador del Talavera CF entre 1996 y 1998.
—¿Y cómo llega usted a Talavera?
—Emiliano Rodríguez, el secretario técnico, me conocía del Real Jaén, donde coincidimos, y me hizo la oferta. Yo tenía un problema, que era profesor de un instituto en Jaén. Son momentos donde tienes que decidir si renunciabas a una plaza de funcionario por el fútbol. Así que pedí el traslado a Talavera. Andalucía me lo concedió, pero faltaba el visto bueno del Ministerio, porque Castilla-La Mancha aún no tenía las competencias en Educación. Mientras esperaba, me comprometí con el club, empezamos a entrenar, la pretemporada, los primeros partidos de Liga, que el equipo arrancó bien y era segundo… Al final me negaron el traslado y tenía que tomar la decisión de dejar el instituto o dejar el fútbol. Tomé la calle de en medio y decidí dar clases en el instituto por la mañana y al acabar cogía un bocadillo y una botella de agua y carretera y manta de Jaén a Talavera, que son 380 kilómetros. Yo salía de Jaén a las dos de la tarde y llegaba a Talavera a las cinco o cinco y cuarto. Me tomaba mi cafelito, a las seis empezábamos el entrenamiento, terminábamos a los ocho. Y a las nueve de vuelta para Jaén otros 380 kilómetros. Eran 760 kilómetros diarios los que había que hacer para llevar esta aventura hacia adelante. Y mereció la pena por lo que estábamos contando.
—¿Contó cuántos kilómetros hizo después de dos años?
—Si te digo la verdad, no. Yo sabía que todos los meses tenía que cambiar el aceite al coche.
—Talavera fue su trampolín al fútbol profesional.
—Al acabar aquella temporada tuve varias ofertas y me decanté por una del Toledo en Segunda. Ahí, en el fútbol profesional, ya decido dejar la enseñanza y trasladarme a Toledo con la familia. Era un reto en un club modesto, donde no había ningún extranjero y teníamos el presupuesto más bajo de la categoría. Pero con ilusión, trabajo y cariño, el equipo hizo una grandísima temporada y estuvimos peleando los puestos de arriba con Sevilla, Las Palmas, Rayo… Y allí entrené a un talaverano, Javi Casquero.
—Qué recuerdo no dejaría en el Talavera que fueron indulgentes con usted pese a fichar por el eterno rival.
—En el fútbol suceden estas cosas y no dejas perder los sentimientos y las amistades en los sitios en que has estado. Y yo he mantenido ese recuerdo de dos años magníficos. Hace unos años [en 2018] me invitaron a un saque de honor en un partido de Copa que jugaron el Talavera y el Real Jaén. También me ofrecieron que estuviera allí contra el Málaga, pero por el cargo que tengo no era oportuno estar. Estuvieron tres jugadores haciendo el saque de honor [Arellano, Rubén Tornero y Javi Gutiérrez] y el recuerdo será permanente.
—No solo estuvo en aquel partido contra el Real Jaén. Usted también ha acompañado a este CF Talavera desde la refundación en 2011.
—Estuve allí, me regalaron la camiseta y me hice socio para ayudar a que todo fuera hacia adelante. Estuve también una vez que se homenajeó a José Ángel de la Casa. El vínculo es muy estrecho pese al tiempo que ha pasado.
—José Ángel de la Casa, que además de gran periodista, fue también jugador del Talavera CF.
—De vez en cuando hablábamos de su historia ahí. Él decía que era un lateral que pegaba patadas y recorría la banda.
—En Talavera usted tuvo de segundo a Manolo Trigueros, el padre de Manu Trigueros, leyenda del Villarreal y actual jugador del Granada.
—Como anécdota, los sábados por la mañana Manolo se llevaba a Manu de pequeñito al entrenamiento y se quedaba dormido en la grada mientras entrenábamos. Manolo es una grandísima persona y me alegro de la trayectoria de Manu y que ahora esté jugando en el Granada, donde también había jugado su padre. Y como otra curiosidad, Manolo tenía otro hermano, José Antonio, al que yo había entrenado en el Jaén en la liguilla en la que subimos a Segunda B en 1991 y donde jugamos también con el Talavera [que, al cuarto intento, subiría finalmente dos años más tarde con Felines].
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