Cuando Riad fue Pamplona
La capital de Arabia, por un día, se inundó de rojillos: 1.000 desplazados. Fue el club que más movilizó con diferencia: “Siento que esto es por mi abuelo, por los dos”. Una historia de orgullo.
“Osasuna nunca se rinde”, explicaba una aficionada a un habitante de Riad, sin suerte. La mirada perpleja del mismo reflejaba que esas palabras le habían sonado a jeroglífico. Pero, como Osasuna, ella tampoco bajó los brazos. “Osasuna... never surrender”, probó. Y bingo. “¡Never surrender!”, exclamó entre carcajadas. De repente, dos mundos separados por 6.000 kilómetros, conectaron. Osasuna y Arabia, Arabia y Osasuna. La consecuencia de una gesta. Y es que el fútbol es capaz de todo, hasta lo más inverosímil, como hacer que un paseo entre el polvo de arena de Riad parezca un domingo en Sarasate.
Ni Real Madrid, ni Barcelona, ni Atlético de Madrid. En esta Supercopa de España 2024 nadie, absolutamente nadie, ha movilizado más aficionados al otro lado del mundo que Osasuna. El saberse inferiores, sobre el tablero, no ha hecho más que convencer a los indecisos de que debían estar aquí. “No venimos por el trofeo; venimos porque sabemos que nos necesitan”, decía un aficionado, tras viajar durante un día entero y tomar un tren y tres aviones. “¿Cómo le explicaría esto a alguien que no le guste el fútbol?”, preguntamos. Suspiran en el grupo, sabedores del desafío.
“Supongo que es como el amor, ¿no? Que tiene un punto irracional”, empieza otro miembro de la expedición. “Yo soy de Osasuna desde los cuatro años, iba al campo con mi abuelo... es más, mira, yo iba al colegio y, siendo un crío, me pasaba los días pensando en que llegase el fin de semana y tuviese esa tarde con él, viendo a nuestro Osasuna, compartiendo eso. Yo siento que esto es por mi abuelo, por los dos. Soy de Pamplona y he crecido con Osasuna. El fútbol no lo es todo, pero es mucho en mi vida, porque ha sido algo precioso de mi vida”, dice. “¡Olé!”, grita una amiga suya, gratamente sorprendida de lo bien que ha hablado su colega. Ese punto de humor, incluso en los momentos de mayor ternura, es la especia más exportada por España. Y nunca se agotará.
Vuelos... ¡De 12 horas!
Osasuna cayó ante el Barcelona. David no pudo con Goliat, porque la inmensa mayoría de las veces Goliat es demasiado. Pero David perdió, al otro lado del mundo, junto a los suyos. Acompañado. Unos 1.000 rojillos se dieron cita en Riad, desplazados desde diferentes partes del mundo. La gran mayoría de Pamplona, pero este periódico charló con aficionados procedentes de Roma, París... y hasta Boston. “Hice un vuelo directo a Abu Dhabi... ¡12 horas! Y luego hasta aquí, Riad”, explicaba. Todo, para estar con su equipo.
El rojo de las camisetas se hizo notar en el Al Awwal Park. Unos 40 minutos antes del partido, los rojillos quedaron en la puerta 19 para entrar juntos al estadio, animando. Emularon una ola roja que concentró las miradas de todos los presentes. Lucharon contra viento y marea: cuando cantaban, el público árabe, unánimemente culé esa noche, abucheaba. Pero ellos subían el volumen. Viajaron, creyeron y perdieron. “Nos vamos orgullosos, Osasuna ha llegado hasta aquí, abuelo”, decía el aficionado anterior, ante nosotros, tras el partido. Emocionado. Nunca olvidará aquel jueves en el que la capital de Arabia estuvo repleta de camisetas de Osasuna. Créannos, llena. Un 11 de enero, a 27 grados, Riad fue Pamplona.
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