Osimhen más un volcán
El ariete, reconciliado con el club, y la hinchada del Maradona, amenazas para el Madrid en Nápoles. Modric, la gran incógnita del equipo blanco. Probablemente Rodrygo sentará a Joselu.
El Nápoles ha jugado 76 temporadas la Serie A y solamente ha sido tres veces campeón, dos de ellas con Maradona y la tercera, el curso pasado. Sale pues, a un título cada cuarto de siglo, las antípodas del Madrid, y simboliza la resistencia futbolística del sur de Italia ante la tiranía de los equipos del norte y de Roma (sigue el partido de hoy en directo en As.com). Todo en el Nápoles es exagerado: su permanente inquietud por la licuación cuatrimestral de la sangre de San Genaro, patrón de la ciudad (el milagro quedó a salvo este septiembre), siempre un mal presagio si no se produce; su hinchada, hecha de lava; su culto a Maradona, y su presidente, el productor cinematográfico Aurelio de Laurentiis, romano de origen napolitano, exjugador de baloncesto y salvador del club. Lo compró en 2004, con el equipo en Serie C, y lleva 14 años sin bajar de la séptima plaza. Su carácter explosivo encaja perfectamente en la ciudad. A eso se enfrenta hoy el Madrid, a lo imprevisible, a un equipo que solo perdió cuatro partidos el curso pasado en la Serie A y que este año comenzó con dudas, pero que ha sido un ciclón en sus dos últimos partidos: 4-1 al Udinese y 0-4 en Lecce.
De Laurentiis ha gastado más de 100 millones este verano (también vendió por 77) para dar un salto definitivo en la Champions. El club solo tiene un título europeo, la Copa de la UEFA de 1989, siempre en era Maradona, pero la temporada pasada llegó hasta cuartos en la Champions y ahora se ve con posibilidades de avanzar aún más lejos del brazo de dos jugadores excepcionales, el georgiano Karavtskhelia y el nigeriano Osimhen, autor de 31 tantos la pasada temporada y cinco en esta. Osimhen pudo ser uno de tantos futbolistas africanos con futuro prometedor a los que acaba devorando Europa. “Llevo jugando al fútbol desde los siete u ocho años, pero al principio no me gustaba mucho. Estaba más preocupado de ayudar a mi familia”.
La segunda oportunidad
Osimhen, nacido en suburbio de Lagos, perdió a su madre a los seis años, vio cómo despedían a su padre y se vio obligado a trabajar vendiendo naranjas y limpiando cristales en los semáforos cercanos al vertedero de Olusosun. “De no ser por el fútbol seguiría ahí”, asegura. Gracias a su hermano Andrew, aparentemente el más talentoso, ingresó en una escuela de fútbol. A partir de todo pareció ir rodado. Fue llamado a la Ultimate Football Academy de Lagos y convocado por la Selección Sub-17 del país. En el Mundial de Chile hizo diez goles y se proclamó Bota de Oro del campeonato.
“Hablé con Arsene Wenger tras el torneo. También supe que me querían Barça, Atlético, Inter y Juventus, pero fue el Wolfsburgo quien me ofreció las mejores posibilidades para crecer”, explica. Pero todo se torció. Poco después de fichar se rompió el menisco y sufrió tres operaciones. Su padre y su hermano, que le habían acompañado a Alemania, regresaron a Nigeria. Se sintió solo e inadaptado. El segundo año fue un calvario porque apenas jugó. El verano siguiente contrajo la malaria en un viaje a su país. Cuando regresó, los técnicos ya no contaban con él. Pidió salir cedido, pero no pasó el examen médico ni en el Zulte ni en el Brujas. Creían que la enfermedad le había dejado secuelas. Solo el Charleroi vio en él posibilidades. Ahí cambió su suerte. Metió 20 goles, el club belga ejerció la opción de compra por 3,5 millones y lo vendió de inmediato al Lille por 22. Un año y 18 tantos después el Nápoles lo compró por 75. El fichaje más caro de su historia.
Este verano recibió una oferta gigantesca del Al Hilal: 45 millones netos por temporada para él y 140 para el club. De Laurentiis pidió 200. Con contrato hasta 2025, sobre la mesa tiene una oferta de renovación aún no respondida. Y no ha ayudado mucho la burla que hizo de él la cuenta de Tik Tok del club tras un penalti fallado ante el Bolonia. Su agente amenazó como emprender acciones legales. Él hizo desaparecer de sus redes todas sus fotos con la camiseta del Nápoles. Una disculpa pública de la entidad ha aplacado el volcán, pero no los rumores sobre una posible salida. Y al Madrid es un futbolista que por rendimiento, edad y puesto le encaja.
Rodrygo recupera el sitio
Osimhen liderará el ataque del equipo de Rudi García, el técnico francés de ascendencia almeriense que ha sustituido a Luciano Spalletti, que cambió el Nápoles por la selección italiana. Le faltan sus dos centrales titulares, Juan Jesus y Rrahmani, pero están cumpliendo sus sustitutos, Ostigard y Natan, y el centro del campo está bien ajustado con tres jugadores muy diferentes: el creativo Zielinski, el táctico Lobotka y el físico Anguissa. Los dos últimos son conocidos aquí porque jugaron en Celta y Villarreal, respectivamente.
Más dudas quedan en el Madrid, en el que Camavinga podría repetir como lateral izquierdo. Ahí le veremos en los partidos de la verdad y este lo es. Arriba estará Vinicius y probablemente Rodrygo sentará a Joselu. Y el centro del campo será un sudoku. Se da por descontado a Bellingham y como muy probables a Tchouameni y Valverde. Así que la cuestión por resolver es recurrente: Modric o Kroos. El primero lleva dos partidos sin jugar un minuto cuando no hay problema físico que lo explique. No le había sucedido en sus once años como futbolista del Madrid. Y llega después de una sustitución en el descanso en el único tropiezo del curso, ante el Atlético en el Metropolitano. Si hoy no está en el once el debate tendrá el tamaño del cráter del Vesubio.
