El origen del MVP de la Champions
Rodrigo creció en una urbanización a las afueras de Villanueva de la Cañada, donde empezó a jugar al fútbol. De ahí, al Rayo Majadahonda. Y después, a la gloria.
Sobre Rodrigo Hernández (Villanueva de la Cañada, 1996) ya se han agotado todos los buenos adjetivos, las estadísticas y las declaraciones solo dos días después de que tocase el cielo en Estambul. Lo hizo obligatorio él, con el partidazo (o solo la segunda parte, como dijo después de la final) que hizo el sábado. Una de esas grandes noches que elevan de categoría a los futbolistas. El tipo de cita con la que soñaba cuando crecía en Villafranca del Castillo, una urbanización a las afueras de Villanueva de la Cañada, al oeste de Madrid.
Rodrigo vivía en esta zona tranquila, de casas grandes y con una pequeña pista de fútbol que los niños aprovechan hasta la medianoche, la hora de cierre. Que hayan puesto focos ha sido un gran avance para ellos, dice el dueño de uno de los pocos establecimientos que hay en esta urbanización. Pero aunque vivía (y todavía tiene casa) aquí, hacía vida en Villanueva de la Cañada, a diez minutos en coche. Allí iba al Kolbe, un colegio concertado a las afueras del centro de este pueblo de cerca de 20.000 habitantes. Una escuela en la que también aprendió a jugar al fútbol en un campo en el que el césped artificial ha llegado hace bien poquito.
Los inicios de Rodri
“Era un pulmón”, explica uno de sus compañeros y todavía amigo del que se puede decir que es, sin ningún miedo a equivocarse, el mejor mediocentro del mundo. Siempre iba sobrado en los croses entre colegios. En general, “era el típico al que se le daban bien todos los deportes, al tenis también es buenísimo”. Un chico responsable (adjetivo que repite cualquiera al que le preguntes sobre su personalidad de niño), de buenas notas y un poco tímido, pero con una técnica que sobresalía. Sí, destacaba desde pequeño por su liderazgo y su control del partido.
Lo más curioso, es que era muy pequeño para su edad. Siempre era de los más bajitos de su clase. Miguel Zárate fue parte del equipazo que tenía el Rayo Majadahonda en alevines, con Lucas Hernández y el propio Rodri. “Al final tampoco había que ser muy listo para saber que crecería, porque los padres y sus hermanos tienen buena planta”, dice Miguel. “Pero el fútbol lo llevaba dentro y ese hándicap no lo notaba”. En Majadahonda, a escasos diez kilómetros de su casa, siguió madurando en unos años que le ayudaron a jugar al fútbol que disfruta hoy en día. “Nosotros siempre hemos tenido la idea de querer jugar con balón. No te voy a hablar del estilo de Guardiola, porque para eso hay que tener muchísima calidad y con niños pequeños es difícil, pero siempre les enseñamos a jugar con control y toque en el centro del campo”, admite Enrique Vedia, presidente del club.
Hasta que le llamó el Atlético de Madrid, que se lo llevó junto a los hermanos Hernández (Lucas y Theo). En los informes que manejaban en la cantera rojiblanca ya le describían como el tipo de jugador que ha llegado a ser en su madurez. “Mediocentro diestro, con muy buen criterio de juego, hace gala de buena colocación, siempre bien situado defensivamente para robar el balón, lee con facilidad las líneas de pase del equipo contrario. Bien en la distribución, siempre elige la mejor opción de juego, maneja el equipo en ataque y en defensa, es capaz de liderar el grupo con facilidad, completo, competitivo y con carácter”. Jugaba igual con 1,55 metros que ahora con 1,90 metros.
Uno de sus últimos pasos fueron las categorías inferiores de la Selección. Ginés Meléndez, responsable de estos equipos menores de la RFEF hasta 2019, le define: “Es un chico extraordinario. Tiene mucha personalidad, un hombre muy educado. Además, ejerce un liderazgo muy positivo dentro del equipo. No es tan reservado como parece. Yo guardo un buen recuerdo de él. Desde pequeño destacaba, porque es un líder. No llama la atención, pero es muy serio. Las palabras que mejor le definen son responsable y equilibrado”.
Su historia desde que fichó por el Atlético de Madrid para terminar llegando al primer equipo en el Villarreal ya la hemos visto todos por televisión. Cuando volvió al pueblo después de su primer año en Castellón, sus amigos se quedaron alucinados con el estirón que había dado. Por entonces, sí podían salir a tomar algo sin que demasiada gente le pidiese fotos. Gracias a su personalidad discreta y reservada (ni tiene redes sociales). La última vez que lo hicieron, ya se hizo muy difícil. “Es un orgullo que Rodrigo haya iniciado sus pasos en el club de Villanueva de la Cañada y haya hecho campeón al Manchester City, le deseo el mejor futuro posible”, asegura Luis Partida, alcalde de la localidad. El Mundial y esta Champions le han elevado al nivel de fama que su fútbol se merece.