CHAMPIONS | CELTIC - REAL MADRID
A 5 kilómetros de la historia
En Hampden, a tres millas del Celtic Park, el Madrid ganó la Quinta y la Novena. AS se desplaza a allí, donde Zidane es una eminencia por su volea. “¡Qué alguien pare ese balón!”, pensó Berbatov
El Madrid jugará a tres millas de su historia. La distancia que separa el Celtic Park, donde hoy se enfrentará a los Bhoys de Postecoglou, de Hampden Park, el estadio más emblemático de Escocia y, a la vez, su tierra prometida. Allí alzó dos Copas de Europa (la Quinta y la Novena); o dicho de otra forma: el 14% de sus Copas de Europa se ganaron en Glasgow. La ciudad respira madridismo, admiración, e ilusión por el regreso del Madrid 20 años después. “El Madrid dejó huella en 1960 y cicatriz en 2002″, reconoce un empleado del museo a este periódico, mientras señala una fotografía de Zidane.
Es un emblema, un ídolo. Y tiene sus motivos: el mejor gol de toda la historia de la Champions -según UEFA y France Football- se marcó en Glasgow, en Hampden Park, lo hizo él. Fue el 15 de mayo de 2002. Real Madrid y Bayer Leverkusen se medían en una final de urgencias, pues ambos llegaron tras cosechar malos resultados en Liga y Copa. Al Leverkusen, de hecho, se le empezó a apodar Neverkusen, por su capacidad para llegar a las finales y luego, tropezar. Lúcio igualó el tanto inicial de Raúl y cuando asomaba el descanso, llegó el momento cumbre. Solari filtró un balón a la izquierda, Roberto Carlos centró de primeras y Zidane, sin pensárselo, lo engatilló a la escuadra de Butt.
“¡Algunos dicen que mi pase fue terrible! Y yo les contesto: ¿Terrible? Pero si perfecto, justo en el sitio, a la altura y a la zurda. Para terrible el pase que me dio Solari, que iba para alguien de fuera del estadio (ríe). Venía por arriba y el jugador que me perseguía media dos metros e iba rapidísimo. Si hubiese controlado, me lo habría quitado. Así que según llegó botando, centré. Ni siquiera sabía que Zizou estaba ahí, lo único que hice fue mirar a mi derecha y ver una silueta de alguien de blanco que, bueno, resultó ser uno de los mejores jugadores del mundo”, dijo Roberto Carlos en una entrevista para UEFA. “Yo lo vi a pocos metros. Ese centro... y de repente un remate de kárate. Pensé ‘no, no puede ser, que alguien pare ese balón” añadió Berbatov en otra entrevista.
La mejor final de la historia
Esa fue la “cicatriz”, pero antes llegó la “huella”. La Quinta, en 1960. Un partido tan memorable, que durante décadas se le ha conocido popularmente como “la mejor final de la historia”. El Real Madrid ganó 7-3 al Eintracht de Fránkfurt en una oda a este deporte tan salvaje, que la BBC, cadena de televisión británica, decidió emitir el partido cada Navidad. Y las audiencias resultaron, año tras año, un disparate. Aquella final enfrentó a un ‘Goliat’ Real Madrid, contra un ‘David’ Eintracht. Mientras que los blancos relucían un aroma a imbatibles con Di Stéfano, Gento y Puskas en punta; los alemanes contaban en su plantilla con futbolistas no profesionales.
“El día ante de viajar todos trabajamos. Yo era mecánico en una fábrica y Stein, funcionario”, contó Lutz, uno de los titulares, en un reportaje de AS por 2014. Di Stéfano hizo un hat-trick y Puskas, un póker. Todo, para aplacar a un equipo alemán que salió con el machete entre los dientes, sabedor de que su camino para soñar con el título pasaba más por lo pasional que por lo técnico. Aplicaron una presión altísima en los primeros minutos y lograron adelantarse, pero con el paso de los minutos se les fue acabando la gasolina, hasta morir en la orilla. El museo conmemora a Di Stéfano pero, sobre todo, a Puskas, dedicándole una placa dorada en recuerdo de una de las “mejores actuaciones de toda la historia”. El Eintracht llegó a ponerle dos defensas encima y, aún así, marcó cuatro goles. Es un ídolo. El Madrid, en general. Glasgow resuella madridismo.
Tres estadios, un tren y 150.000 personas
La historia de Hampden Park es espectacular. Y difícil de resumir en dos o tres párrafos, pero aquí va un intento. Hubo tres ‘Hampdens’; el primero, en 1873, era más Park que nunca, pues se trataba de un espacio al aire libre, con más tierra que verde -e incluso inclinado-, pero que se convirtió en un núcleo del fútbol escocés. Ahí se llegó a jugar la primera final de la Copa de Escocia de toda la historia. En 1884 se trazó una nueva ruta para el ferrocarril y... bingo, las vías debían atravesar el campo de fútbol por todo el medio. De esta manera, forzosa, tuvo que nacer el segundo Hampden Park, a 150 yardas (unos 130 metros). Hoy en día ese espacio se conserva como un campo de fútbol público, con dos porterías antiguas y un césped alto. Se le conoce como Cathkin Park.
Pero fue en 1903 cuando se empezó a construir un estadio en la actual localización de Hampden Park. Un feudo óvalo que, por aquellos entonces, ya juntaba a unas 60.000 personas en los partidos más grandes, como los Old Firm de la final de Copa. En 1906 se dio el salto al fútbol internacional con un Escocia-Inglaterra que juntó a... ¡102.741 espectadores! Y no fue, ni mucho menos, el récord. Al ser un espacio enorme de espectadores de pie, entraba una cantidad colosal de gente. Esto no paró de crecer y en 1937 llegaron a juntarse 149.547 espectadores, el récord de más aficionados en un partido de selecciones europeo en toda la historia. Hoy en día sigue vigente.
Y será casi imposible destronarlo, pues con la nueva normativa de asientos, ya no se llegan a esas cifras. De hecho, el aforo de Hampden Park hoy en día es de 51.866 espectadores (cuando no puede haber gente de pie, apretada, la película es otra, evidentemente). Es el estadio más prestigioso de Escocia, con la máxima distinción de la UEFA y una se las sedes elegidas para la Eurocopa 2020. Además, ha albergado tres finales de Champions, una de la Recopa y una de la UEFA (triunfo del Sevilla sobre el Espanyol en penaltis). También acoge eventos de atletismo y conciertos. Es un emblema nacional y mundial. Ya lo era antes de la volea de Zidane; pero sin duda ese zurdazo y ese balón que, para disgusto de Berbatov, nadie pudo parar, lo resaltaron en el mapa.