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REAL MADRID - LIVERPOOL | TOSHACK

"En esta final me gustaría ser más delantero del Liverpool que entrenador del Madrid"

La final de la Champions entre dos de los tres clubes de su vida pilla a Toshack en plena recuperación de la COVID. En busca de la vuelta a la normalidad.

Actualizado a
22/05/22 ENTREVISTA A JOHN BENJAMIN TOSHACK EN CALA BONA MALLORCA
MIQUEL A. BORRASDIARIO AS

Han sido tres semanas fuera por completo, out, y en tres semanas se gana o se pierde una Liga. “Yo la he ganado, menos mal”. John Benjamin Toshack (Cardiff, 73 años) intenta ponerle al mal tiempo buena cara y sonríe con esa cara de bonachón galés que contaba ovejas de niño, pero que todavía convive con las secuelas de nueve días en la UCI y un mes y medio largo en el hospital. Acepta el diálogo como reconocimiento a una antigua y mantenida relación y porque hablar de fútbol siempre es una terapia.

Mañana se enfrentan dos de sus clubes de preferencia: el Liverpool en el que jugó siete años y ganó todo lo que se podía ganar entonces, y el Real Madrid, al que entrenó en dos etapas y con el que ganó la Liga de los 107 goles… ¿Se podría decir que tiene el corazón ‘partío’, como reza una canción española?

No, no, que no se me enfade nadie del Real Madrid porque siempre le estaré muy agradecido porque tropezaron dos veces en mi misma piedra y me llamaron dos veces para ser entrenador, pero mi corazón es red. Es rojo. Entiéndame, llegué allí con 20 años… Gané una Copa de Europa en el Olímpico de Roma, en la que no pude jugar la final por lesión. Al año siguiente (78) podía haber ganado una segunda en Wembley al Brujas, pero no podía seguir en un equipo con tanta exigencia y decidí irme al Swansea de entrenador-jugador… También gané dos Copas de la UEFA, tres Ligas, una Copa, una Supercopa…

Entremos en el terreno de las suposiciones. ¿Qué preferiría en la final, ser el delantero centro del Liverpool o entrenador del Real Madrid?

Delantero del Liverpool, sin discusión. No hay nada mejor en el fútbol que ser futbolista. Si eres jugador puedes culpar a los otros diez, pero como entrenador, te matan, eres el culpable de todo. Claro, ahora con 73 años y, después de 40 años como entrenador, me siento más cerca de los entrenadores. Como futbolista debuté con 16 años en el Cardiff y mi último partido con la selección galesa fue con 30, en 1979. Contra Escocia. Marqué los tres goles. Uno con la derecha, otro con la izquierda y otro con la cabeza. No podía seguir jugando. Desde 1974 arrastraba una lesión. Poca gente lo sabe eso… ¿Se lo cuento?

Adelante.

El Liverpool me iba a vender al Leicester por 160.000 libras. Ellos sabían que yo estaba un poco tocado, pero era una gran operación económica y se callaron. No podía jugar tres partidos seguidos y entonces era un jugador importante porque no tenían otro como yo: fuerte, alto, que tocara todas de cabeza. El caso es que los médicos del Leicester cazaron mi lesión. Tenía una calcificación en el músculo, aquí en el muslo (se toca la parte anterior). ¡Tenía que volver al Liverpool! Fue muy duro. Una frustración enorme. No volví nunca a ser titular como antes. Tenía que ir a la piscina, al gimnasio, que nunca me gustó. Ya sé que ahora hay jugadores que se pasan horas en el gimnasio y parecen más boxeadores que futbolistas… pero a mí nunca me gustó.

Esa lesión adelantó mucho su retirada y le indujo a acabar su carrera como entrenador-jugador.

Claro, es que es muy fácil que un especialista te diga que te quedan 12 meses de fútbol. ¿Pero 12 meses cómo? ¿Jugando tres partidos a la semana? ¿Jugando uno? ¿Al 60 por ciento? ¿Al 100 por cien? Tenía por delante tantos interrogantes que no sabía qué hacer. Tenía 25 años. Jugué tres más en el Liverpool. Ahí se puede decir que comencé a pensar también como entrenador. Me tenía que mentalizar que tocaba a pensar más y correr menos.

El juego de aquel Liverpool de Shankly era muy sencillo…

Tan sencillo. El portero, Clemence, botaba tres veces el balón, sacaba fuerte a la cabeza de Toshack y John la prolongaba hacia delante para que Keegan marcara gol.

"Escribí un libro de poesía y uno de los poemas fue sobre un triunfo con gol mío en el Camp Nou contra el Barça de Cruyff”

Toshack

A lo mejor hay mucha gente que no sabe que en plena efervescencia futbolística, le dio por escribir poesía. En 1976 publicó un libro: “Hosh, its Tosh, mánager y poeta” con prólogo, cómo no, de Kevin Keegan.

Sí. Se me daba bien. Vendí seis o siete mil ejemplares. No está mal, pero no era un gran autor. Lo hacía en los tiempos libres y los futbolistas tenemos mucho tiempo libre. ¿Lo ha leído? Contaba mis andanzas. Era complicado. Siempre tuve buena memoria, ahora menos. Era una forma también de pasar el tiempo y contar los partidos importantes. Hice una poesía de uno que ganamos con un gol mío, en el 76, en el Camp Nou contra el Barça de Cruyff. Una noche dorada, lo titulé.

Tanto como jugador como entrenador siempre fue por delante de los de su edad. Era un alumno aventajado.

Jugué en el Cardiff con 16 años en Segunda y me enfrentaba a unos centrales-gigantes. Me pegaban unas ‘hostias’… que ahora ya no se dan. Te avisaban que te la iban a dar y te la daban. Ahora los centrales son más guapos que los delanteros y se pasan el partido tocando el balón. Yo a ti, tú a mí… No hacen ni una falta. Todo el balón controlado, provocando el fuera de juego. Debuté con la selección de Gales con 20 años contra Alemania y me pasé el partido viendo cómo tocaban el balón entre ellos. Luego fui entrenador con 28 años. Siempre fui por delante de los de mi edad, que no quiere decir que fuera un adelantando…

¿Por qué siempre dice que todo lo que ha sido en la vida es gracias al Liverpool?

Porque es lo más importante que me ha pasado en la vida. Aprendí todo lo que sé. Fui como un niño y salí como un hombre. Llegué a la ciudad con 20 años. Fui en el tren, no tenía todavía carné de conducir y en la estación estaba esperándome el gran Bill Shankly, el mánager, con su elegante sombrero. Me dio la mano y me dijo textualmente. ‘Bienvenido a Liverpool, John, has salido del colegio de los domingos y has venido a la iglesia’. Los niños allí, se dice, que van al colegio de los domingos y los hombres ya van a la iglesia. Era su manera de decirme que iba a pasar de la Championship del Cardiff al Liverpool que luchaba por ganar todos los títulos. Mi traspaso fue un récord de la época. Pagó por mí al Cardiff 110.000 libras.

Una curiosidad que siempre he tenido. ¿Son verdad todas esas frases e historietas que se imputan a Shankly o existe un poco de literatura y liturgia sobre él?

Esas que se saben y muchas más. Él sí que podría haber escrito un libro. Sus charlas eran extraordinarias. Le teníamos cierto miedo. Siempre con su traje, su sombrero, sus ayudantes… Entonces se decía que, si podías hablar como Shankly y pensar como Paisley, que era su mano derecha, con el que se ganaron después las Copas de Europa, nadie te podría ganar. Yo tengo una muy buena con Bill que me cambió la vida. No sé si estará bien contarla…

Han pasado 50 años, no se preocupe.

Final de la Copa de la UEFA, 1972-73, contra el Borussia Mönchengladbach. Jugábamos primero en casa. Ellos tenían un equipazo: Heynckes, Bonhof, Wimmer, Netzer, Vogts… Yo ya tenía esa lesión de la que hemos hablado. Shankly quería que yo jugara porque era importante para el juego aéreo contra los alemanes, pero Paisley y Fagan, que era su otro ayudante, no querían. Pensaban que no estaba totalmente recuperado. Trabajé, trabajé… pero me deja fuera. Empieza el partido y a los 20 minutos se abre el cielo y cae el diluvio. El árbitro lo suspende. No rodaba el balón… Nos vamos a casa.

¿Y el partido cuando se juega?

Al día siguiente. Se decide que se juegue desde el principio, no lo que quedaba. Nos citan en Anfield a las 18:30, pero después de darle vueltas toda la noche, por la mañana me levanto y voy a ver a Shankly a su despacho. Respiro fuerte antes de entrar y llamo a su puerta. Entra John, me dice, y según le doy la mano le suelto que es un cobarde. No se lo podía creer. Él era el más grande. Yo le debo todo. Pero a mis 24 años tenía que hacer algo, no podía quedarme sin jugar esa final. Le digo que no estoy contento, que había tenido mucha suerte el día anterior con que se hubiera suspendido el partido. Él estaba en shock. Nunca le había visto así. ‘¿Cómo me puedes dejar fuera?’, le decía. Me sorprendió a mí mismo todo lo que le dije. Nadie discutía con él. Yo tampoco. Para mí su palabra iba a misa, como se dice en España… Le eché dos cojones. Vete, vete me dijo…

Y en ese momento pensó que no iba a volver a jugar en el Liverpool.

Más o menos. Volví a casa y le dije a mi mujer ya puedes arreglar los muebles y todo eso porque nos van a echar. Se lo explico todo. Y a los 15 minutos suena el teléfono de casa. Cojo y era Bill. Pensaba que me iba a decir que ya tenía un equipo que me interesaba, pero me dice: ‘No estás en la cama, descansando… Pues vete a la cama ahora mismo porque hay muchas opciones de que juegues esta noche de titular’. Me fui a descansar, claro. Llegamos al vestuario hora y media antes del partido y Shankly dice ‘vamos a hacer un cambio: va a entrar John’. No dice más. No era de muchas palabras. Quitó a Phil Boersma. Y el cambio pilló a los alemanes por sorpresa. Esperaban el mismo equipo y metieron de central a Bonhof. El primer gol Toshack-Keegan, ‘one-nul’ (1-0). El segundo, Heyghway, Toshack, Keegan, ‘two-nul’ (2-0)… luego el ‘three-nul’ (3-0).

Le salvaron esos tres pases de gol…

Sí, ¡vaya si me salvaron! Los alemanes en el fútbol son como en la vida, preparan todo muy bien, pero si les haces algo diferente a lo que esperan, les sorprendes y se la lías. Y eso hicimos nosotros. Después del partido, toda la Prensa preguntaba a Bill por qué había hecho ese cambio. Tres pases míos habían sido tres goles y Shankly dijo que la noche anterior habían visto un punto débil en el Borussia que podía aprovechar y John era el ideal… ¡Vaya mentira, pensé para mí! Al final le gustó que un jugador cabreado como yo llamara a su puerta para discutir. Como entrenador me ha pasado y a veces era para tonterías, pero otras al escucharle, pensé que tenía razón… Pero no me acuerdo de los nombres. Tengo una anécdota también muy buena con Bob Paisley.

Cortita y al pie.

Se jugaba la final de la Copa de la UEFA 75-76. A doble partido contra el Brujas. Primero en Anfield. Perdemos 0-2 en el descanso y Paisley me dice John, fuera. Yo le digo, míster, pero si soy el máximo goleador del equipo, cómo me va a quitar si vamos perdiendo. Estaba tan cabreado que me duché, me vestí y cogí el coche para irme para casa. Cuando iba por el camino con la radio puesta, escuché, gol del Liverpool (1-2), un poco más adelante, 2-2… y entonces en la primera rotonda que veo doy la vuelta y me volví hacia el estadio. Cuando llegué, me senté en el vestuario y 3-2 a favor de Liverpool. Entraron los jugadores, todos alegres y Paisley viene y me dice: ‘Había pensado que a lo mejor te habías ido para tu casa’ y le tuve que responder la verdad. Me había ido míster, pero como iba escuchando la radio al ver el resultado, me he vuelto. Y él me dijo: ‘Ha sido el único acierto que has tenido en toda la noche’.

Conocidas sus historias en Anfield, ahora cuéntenos historias de su paso por el Bernabéu.

Siempre valoré la importancia de ser entrenador del Real Madrid. Como jugador pasé del Cardiff al Liverpool; como entrenador, de la Real Sociedad al Real Madrid. Siempre entendí la grandeza del club porque había jugado en otro grande como el Liverpool, pero no era igual. Además, la Real Sociedad había calado hondo en mí. No es un desprecio, ni mucho menos, ni muchísimo menos, pero me identifiqué más con la Real que con el Madrid porque su estilo de vida iba más con mis principios. Sé dónde he nacido, sé dónde he crecido. Siempre consideré que mi paso por el Madrid era pasajero, pero también sé que no sales de la cama y llegas al Liverpool, ni sales de la cama y llegas al Real Madrid como entrenador.

22/05/22 ENTREVISTA A JOHN BENJAMIN TOSHACK EN CALA BONA MALLORCA
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22/05/22 ENTREVISTA A JOHN BENJAMIN TOSHACK EN CALA BONA MALLORCAMIQUEL A. BORRASDIARIO AS

También fue un salto importante pasar de la Real al Real, llegar y ser campeón con 107 goles marcados. Récord entonces de la Liga.

Ya, así es. Luego llegó a 121 con Mourinho. Muchos goles para ser un equipo defensivo, como me decía al principio el presidente Mendoza. Un día me cogió del brazo y me dijo que cómo podía jugar con cinco defensas, que aquello no era la Real, que era el Madrid. También la Prensa criticó al principio mi sistema. El dibujo era el mismo, pero en agosto era defensa de cinco y en mayo, defensa de tres. ¿Cuál era la diferencia? Que habíamos ganado la Liga. Se dieron cuenta de que Chendo y Gordillo eran extremos… y que Schuster lanzaba a Míchel y Martín Vázquez y arriba estaban Butragueño y Hugo…

Los jugadores tampoco estaban de acuerdo con ese sistema…

Ya lo sabía y por eso lo trabajé con ellos, se lo explicaba. Había llegado Ruggeri y yo temblaba pensando lo que podía pasar jugando con cuatro atrás. Hierro tampoco estaba para jugar con cuatro, no es lo mismo el Valladolid que el Real Madrid. Pensé que entre ellos se podían ayudar mucho y además les puse a Sanchís al lado. Ya teníamos los tres centrales. Schuster por delante con su cabeza y calidad para superar su falta de velocidad. Míchel, Vázquez, Butragueño y Hugo no tenían que pensar en defender. Atrás, el bloque estaba armado.

¿Tiene alguna explicación lógica de por qué aquel Real Madrid de la Quinta del Buitre y la Quinta de los machos (Hugo, Maceda, Gordillo...) nunca pudo ganar Champions?

Hay que tener en cuenta, lo primero, que el sorteo entonces era abierto y por eliminatorias. No había grupos. Sé que quedar eliminados en octubre económicamente fue muy duro para el Real Madrid, pero nos encontramos con el Milan de Sacchi que era de los mejores de aquella década, con los tres holandeses, Van Basten, Gullit, Rijkaard y los italianos que tenía, Baresi, Ancelotti, Donadoni… En mi primera temporada (88-89) al menos le ganamos en la vuelta con un gol de Butragueño. Perdimos allí 2-0 y la vuelta no debimos estar muy lejos. El año anterior, que yo no estaba, habían ganado 5-0… Me acuerdo que me hicieron alguna entrevista entonces y dije que nuestro 2-1 no había sido tan malo.

Pero aquel equipo era muy bueno, ganó cinco Ligas con poderío y estaba obsesionado con la Copa de Europa.

Sí, pero pienso que ganar las Ligas como las ganaron no ayudó. Les pudo dar cierta comodidad. Yo sé que ellos pensaban en la Copa de Europa. Lo hablaban… Pero aquel Milan era mejor, punto.

La final de París. ¿Como entrenador, está más cerca de Klopp o de Ancelotti? El alemán es rock, genio, carácter. El italiano es ópera, pausa, tranquilidad…

Creo que tenía un poco de los dos. No quiero ser presumido. Dependía del momento. Yo tenía carácter, mucho genio, pero también la tranquilidad británica. Mis éxitos como entrenador están ahí y que la gente lo analice como quiera. Todo en mi vida no han sido el Liverpool y el Real Madrid. Para ganar las medallas tuve que empezar desde abajo, tanto de jugador como de entrenador. Y de eso estoy muy orgulloso. Klopp se ha implicado desde el primer momento con la identidad del Liverpool, con el club, con la gente, con el vestuario. No es fácil para un alemán. Ancelotti come chicle (le imita) y le han ayudado mucho sus años de jugador y luego entrenador en el Milan. No todos los jugadores del Milan fueron grandes entrenadores. Nunca hubo una garantía.

Aunque su corazón elija al Liverpool, su cabeza, en un análisis más futbolístico, por quién apuesta.

(Mira las dos camisetas que tiene delante)

Entre este y este… Si tuviera que apostar, apostaría por el Liverpool. En las finales suelen pasar cosas raras, pero tengo la sensación que ganan ‘estos’. Sé que el Real Madrid ha hecho grandes remontadas esta temporada en la Champions. Siempre las han hecho. Es historia. Yo digo que en el Bernabéu el reloj se para y el rival, que sabe que se para, se queda mirando a ver si avanza… y le remontan. A nivel futbolístico algo tiene que tener este equipo de ahora, además de que haya algo místico de siempre que consigue que el rival quede impresionado ante ellos. El Madrid tiene fe en su camiseta. Creen que pueden ganar en cualquier momento y a cualquier rival. En mi época también hemos ganado en el minuto 90 y en el minuto 93. El adversario lo sabe y se echa atrás. Es instintivo. Los clubes grandes suelen ganar, por lo general, más partidos en los últimos minutos, que los pequeños, que no creen tanto en ellos mismos. Es la diferencia entre el ganador y el perdedor.