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ATLÉTICO

Griezmann, de vuelta al inicio

El francés regresa a Anoeta, de donde saltó al Atleti en 2014, para cerrar el curso 2021-22 de vuelta al Atleti entre dudas, lejos del que fue: tres goles en Liga.

Griezmann, en el Atlético-Liverpool de la fase de grupos de la Champions 21-22, en su regreso al club rojiblanco. Ahora donde vuelve es a Anoeta.
GABRIEL BOUYSAFP

"Me gustaría que su hijo pasara una semana de prueba con la Real Sociedad”. Ese texto escrito en una tarjeta fue el que cambió la historia de Griezmann (31 años). Mayo de 2004. Eric Olhats, ojeador txuri-urdin. Un niño rubio y pequeño con una camiseta de Jamaica. Prueba en el Montpellier después de tantos noes recibidos. El Lyon, el Sochaux, el Saint-Étienne, el Metz. Galletas Petit écolier y una botella de Sprite. El niño rubio que marca con un tiro lejano. El ojeador que le pide un trago, que le mete esa nota en el bolsillo: “No la leas hasta llegar a Mâcon”. No le hizo caso, claro. “Durante el trayecto de vuelta” la abrió, la leyó. Diez años después, ese niño ya era un nombre propio de LaLiga.

Griezmann ya le había hecho aquel gol al Lyon en la previa de la Champions 2013-14 que no sólo era un golazo, también su particular zasca a tanto portazo en las canteras de la liga francesa, por bajito. Griezmann ya había crecido en Zubieta desde la prueba en aquel lejano 2004 ante el Athletic en la que marcó y brilló. Griezmann ya había vivido un ascenso (a Primera, 2010), se había aficionado al mate y a Uruguay por Bueno, a la NBA con Vela y ensayaba libres directos que nunca iban a la red con Bravo. También había vivido ya su peor racha en gol. Los seis de la 2009-10 en Segunda (40 partidos, 0,15 de promedio), los siete de la 2010-11 (39 partidos, ya en Primera, 0,18), los ocho de la 2011-12 (38, 0,21). Era el verano de 2014 y Griezmann había marcado 21 en 50 partidos. El Atlético llamaba a su puerta. Daba el salto para pasar de nombre propio a estrella.

Y eso que no fue fácil. “En la pretemporada con el Profe en Segovia había días que me faltaba el aire”, confesaba aquel verano de 2014 en una entrevista en El País. La primera vez que regresó a Anoeta era noviembre y no era titular con el Cholo (“No lo entiendo, no está contento conmigo cuando intento hacerlo bien”, le decía a su mujer, Erika, entonces ya novia, cuando llegaba a casa). Aquella primera vez en San Sebastián jugó seis minutos, al final de un regreso a casa siendo un extraño. O más. Un enemigo: fue recibido entre pitos. No sería hasta un mes después, 21 de diciembre de 2014, que no ganaría su status. Ante el Athletic, cómo no, un hat-trick. El resto, también historia. Una capa, 25 goles en 53 partidos aquel año, 32 en 54 en la 15-16, 26 en 53 en la 16-17, 29 en 49 en la 17-18. Aquel verano de 2018 se proclamó campeón del mundo con Francia y grabó La Decisión, un documental para anunciar que se quedaba en el Atleti, tras meses de deshojar margaritas. Comenzó a ganar 23 millones. Se iría un año más tarde persiguiendo ese tren. El culé. Sin escuchar a Erika (“aquí (Atleti) serás historia, allí (Barça)...”). Ni uno más.

Seis goles a la Real Sociedad

Dos años después, Griezmann volvía al Atleti y al Cholo, tras la grisura en el Barça. Un Barça con el que jugó las tres primeras jornadas de esta 21-22 sin peso ni goles. La 1ª jornada ante la Real, su rival también en la 38ª, con sus peores números en Primera desde 2012, cuando aún era txuri-urdin, sólo tres goles en Liga, ocho en total. Y con el recuerdo de una lesión, la primera larga de su carrera, que le varó cuando volvía a ser Griezmann. El de la capa. El de los goles. El otro nunca dejó de serlo. El compañero. El del trabajo por encima del frac. Cedido por el Barça (compra obligatoria en 2023), de su continuidad no se duda con el Cholo. Seis goles le hizo ya a la Real, su punto de partida. No celebró ninguno. Nunca lo hará.