Quico Catalán, Kilómetro 0 hacia el ascenso
Las palabras del presidente del Levante, una vez consumado el descenso, transmitían muchas cosas y ninguna que en sus planes esté marcharse.
Las palabras de Quico Catalán una vez consumado el descenso en el Santiago Bernabéu transmitían muchas cosas y ninguna que en sus planes esté marcharse. Fue él quién dijo en enero que pondría su cargo a disposición, aunque lo hizo sin detallar cómo lo haría. Ni falta que hace ahora. Quico tiene que seguir porque del fango sale quien entró, como ya hiciera en el 2017, y desde hoy mismo comenzar a "analizar, aprender, corregir y hacer un proyecto para ascender".
El diagnóstico de lo ocurrido este curso, con el cuerpo del difunto aún presente, es simple de hacer: una confección de plantilla en la que los éxitos cegaron, se perdió la perspectiva y en la que no se quiso ver que hacía falta algo más que retoques como Soldado o Mustafi. Todo ello en un vestuario con rupturas internas por renovaciones desfasadas, en una gestión en la que cada vez de delegaba menos, y la guinda fueron decisiones trasnochadas en los banquillos: una por premura, la destitución de Paco López, que se hizo en tiempo y forma equivocada, y en otra por ternura, la apuesta por Javier Pereira, siete partidos que minaron la moral granota. La elección y fracaso de Pereira propició que lo que empezó siendo una crisis de resultados, coyuntural, se llevara por delante a la dirección deportiva, sumándose después la salida del club de gente cercana al presidente, transformándose la crisis en estructural, hasta el punto de tener que salir Quico a decir aquello de que "en junio pondré mi cargo a disposición" para al menos tratar de evitar seis meses de crispación social. Eran tiempos de cánticos contra el presidente en los partidos y de un recibimiento hostil al equipo tras ser goleado en La Cerámica.
En ese tiempo transcurrido de tregua, Quico Catalán puso la primera piedra de la carretera hacia el ascenso y tomó la decisión de incorporar a Felipe Miñambres, que llegó con Alessio Lisci ya como entrenador. Estos meses le han servido a Miñambres para tomar el pulso desde dentro y también para ayudar a Lisci a ser mejor entrenador de lo que ya de por sí era, es y será. Miñambres no ha tenido problema en reconocer que ha bajado al vestuario para sumar con sus consejos y, causa, efecto o casualidad, un equipo que aventuraba que llegaría a marzo siendo matemáticamente de Segunda ha llegado con la calculadora en mano hasta la antepenúltima jornada.
Miñambres tendrá ahora que valorar los 22 puntos sumados por Lisci en sus 20 partidos como entrenador del primer equipo y, lo más complicado de todo, decidir si es el idóneo para liderar el retorno a Primera. Y esa decisión no debería dilatarse en el tiempo más allá del día después a la última jornada, porque Lisci se ha ganado ser respetado y, todo sea dicho, Miñambres lo ha sido con él, porque dijo cuando llegó que en sus planes no estaba cambiar de entrenador y Lisci ha llegado hasta el final de Liga.
El Levante, con la coordinación de Vicente Blanco, Tito, y Carmelo del Pozo, cimentó su ascenso de 2017 en el fichaje de un especialista en la categoría, Juan Ramón López Muñiz, y en detectar con precisión de cirujano qué jugadores iban a estar implicados y a quiénes había que sacar del vestuario. 9 de los 28 futbolistas que actualmente tiene el Levante en nómima acaban contrato, entre ellos Pepelu, el referente de la cantera al que el club intenta a destiempo renovar. Eso significa que el Levante tiene 19 futbolistas con los que recaudar los 10,5 millones que tiene presupuestados en venta de activos antes del 30 de junio y con esas ventas deberá también incorporar efectivos.
El Levante baja a Segunda en plena remodelación de estadio, con unas obras de ciudad deportiva por iniciar y tras un ejercicio en el que la pandemia trajo consigo los peores datos económicos de la era Quico (23,2 millones de pérdidas). El club sabe que el año que viene contará con entre 14 y 18 millones de ayuda por el descenso, un plus en comparación con la mayoría de sus rivales de categoría que tiene que saber administrar. Y en eso tiene que ponerse ya Quico Catalán, dejándose de poses de cara a la galeria de poner su cargo a disposición, porque lo que necesita el Levante no son gestos sino no cometer los errores que se cometieron desde julio hasta diciembre y que su gestión sea la que fue en otros años.