Ceferin-Al Khelaïfi, jaque mate
El retroceso de Infantino con el Mundial cada dos años es un éxito de sus principales opositores, que ya frenaron la Superliga.
Si alguien sonríe en Doha estos días son el presidente de UEFA, Ceferin, y el de la ECA, Al Khelaïfi -que además lo es del PSG-. Lo que se presuponía como una semana crucial para el futuro del fútbol, los días en los que se podía votar la modificación del calendario y el paso a un Mundial cada dos años, ha derivado en un ablandamiento de Infantino que casi entierra del todo su plan.
En el Congreso, ante las 211 federaciones, se delató cuando dijo que el Mundial bienal "no era una propuesta de la FIFA". No lo es, efectivamente, pues parte de una idea de Arabia Saudí, pero la FIFA la había hecho suya con tal fuerza y levantando tanta polvareda que este paso a un lado suena más a huida que a etapa de consulta, como dijo que se encuentran en estos momentos.
Infantino sabe que que sin la UEFA no puede hacer un cambio tan drástico. También sin la CONMEBOL, que desde el principio apoyó a Ceferin sin fisuras. Lo último que le faltaba a la FIFA para ver desvanecerse su nuevo Mundial era el rechazo tan enérgico de los clubes, encarnados en Al Khelaïfi, verdadero azote, junto al presidente de UEFA, de este asunto al igual que lo son de la Superliga.
En apenas unos meses, el dirigente qatarí y su homólogo esloveno en UEFA han formado un combo protector del status actual del fútbol. Se pueden considerar los grandes triunfadores. Hace un mes Ceferin ya vaticinó que el Mundial de Infantino no prosperaba; esta semana, en el Congreso de la ECA en Viena, Al Khelaïfi estuvo contundente -pero sin hacer sangre- respecto al hundimiento de los planes de FIFA.
Se saben ganadores pero no quieren sacar demasiado pecho. Las negociaciones por aumentar los ingresos a través del calendario continúan. Y ellos tienen dos planes que les atañen directamente: la nueva Nations League de la UEFA con equipos sudamericanos incluidos y el nuevo Mundial de Clubes con más conjuntos y más retorno. Y para ello, entienden, necesitan el beneplácito de la FIFA