El Atleti se desangra atrás
Volvió a mostrar su faceta más frágil. De nada sirvió el regreso de Savic junto a Giménez. Cuatro goles encajados. Suma ya 42 en la temporada.
"Cada situación de gol que tuvieron, generaron gol". Diego Pablo Simeone mascaba esas palabras en la rueda de prensa posterior al partido entre el Atlético y el Barcelona en el Camp Nou. Su equipo desangrado por el mismo flanco: la defensa. Cuatro llegadas del Barça, cuatro goles. Y una mirada a la tabla y ver que el Barça ya está por encima, en esos cuatro puestos Champions que a los rojiblancos se le están poniendo difíciles. No es que el vigente campeón ya no opte al título, es que por primera vez desde la llegada de Simeone, hace diez años, se muestra débil donde nunca lo fue: en la solidez, en la defensa. El dato es alarmante y revelador, explicación de una crisis que lo llena todo. Jamás, en su década, en la jornada 23ª de LaLiga, había encajado 30 goles. La temporada pasada, de hecho, a estas alturas llevaba la mitad, 15.
Había sido en la 2012-13, en la primera del técnico argentino en el banquillo la que, hasta ahora, marcaba el límite en goles encajados en las primeras 23 jornadas de Liga: 23. En la 2013-14 (en la que terminó proclamándose campeón) fueron 16. 22 en la 2014-15, 11 en la 2015-16, 19 en la 2016-17, 9 en la 2017-18, 17 en la 2018-19, 15 en la 2019-20 y también 15 en la 2020-21, en la que también terminó proclamándose campeón.
Ellos, los de entonces, ya no son los mismos
Errores defensivos groseros, fallos en las marcas, rivales que rematan solos, centros laterales que son para el rival como un penalti. Las jornadas pasan y las fotos del Atlético son siempre las mismas. Estén Felipe y Hermoso o Savic y Giménez, como ayer. Lo dijo Simeone en al finalizar el partido: "Es verdad que Savic y Giménez no jugaron por mucho tiempo y hoy (por ayer) sí y nos metieron cuatro goles". Ellos, los de entonces, la temporada pasada, ya no son los mismo, parafraseando a Pablo Neruda. Débiles, frágiles y del más fino cristal. Mientras Simeone sigue buscando la contundencia se desangra donde nunca imaginó: a los pies de Oblak, en su propia área.