Puado contracultural
Ante el hábito de la inmediatez, a fuego lento se ha cocinado su renovación, éxito del canterano y para el Espanyol, con Tamudo y Gerard Moreno como horizontes.
Nos acostumbramos al todo aquí y ahora. A la súbita inmediatez. La comida por encargo, la televisión a la carta, la reforma de un Gobierno, los saltos de temperatura hasta cotas históricas, el vuelo al espacio de un multimillonario, el gol exprés de Inglaterra en una final al estilo Tamudo, minuto 2, e incluso un ‘hat-trick’ de Puado. En 14 minutos. Deprisa, deprisa, si parpadean se lo van a perder, por mucho que a la que nos desviamos un renglón de esa vida monacal impuesta por la pandemia (o por las administraciones) todo se desmadra y surgen brotes que nos devuelven a la casilla de salida como en el juego de la Oca. Ok, Boomer.
Y, sin embargo, algo se ha cocinado a fuego lento.
Cuando el Espanyol le ofreció la renovación, Puado aún no había anotado siete de sus 12 goles de la temporada en Segunda, ni entregado cuatro de sus ocho asistencias. Tampoco se había convertido en una pieza imprescindible de la Sub-21 española, con tres goles en la fase final del Europeo. Ni mucho menos tenía en mente –ni en el mejor de sus sueños– debutar y marcar con la Absoluta, ni que fuera por unas circunstancias de excepcionalidad. Lo de ir a los Juegos era más un deseo que una firme posibilidad. Y, sin embargo, más de cinco meses después, en lugar de volar hacia objetivos a priori más ambiciosos que la permanencia, de seguir esperando o de tensar la cuerda hasta quedar libre en unos meses, Puado firma hasta 2025.
Este plato de alta cocina fraguado a fuego lento contiene un ingrediente principal codiciado porque es difícil de reconocer en estos tiempos, el éxito, y una sabrosa guarnición, las expectativas. Éxito del canterano, por su obstinación en triunfar de blanquiazul, para lo que fue capaz de vivir el ‘Erasmus’ de su vida en el Real Zaragoza cuando en Cornellà parecía condenado al ostracismo, y para lo que se ha adaptado a la coyuntura económica del club. Y éxito de la dirección deportiva comandada por Rufete, artífices singulares de la renovación, primero por creer en él y así empujarle a aquella cesión determinante y después, por haber llevado a buen puerto unas negociaciones que –a la vista de su explosión en estos últimos meses– haber mantenido vivas ya había sido toda una hazaña.
Y las expectativas. Lo más intangible pero acaso lo más importante. La ilusión. Aquello que convierte la continuidad de un chaval que hace un año era uno más en una de las noticias (si no la noticia) del verano en el Espanyol. Más allá de los Juegos Olímpicos, que no es poco, el estimulante reto de Puado se sitúa en la Primera División. En una categoría acorde a su nivel y que le queda pendiente, porque sí jugó en ella, pero sin protagonismo ni goles. Hambre y talento, la combinación perfecta para que este plato se devore hasta rebañarlo.
En el horizonte, el postre de la renovación de Puado, se sitúa la gran incertidumbre de fondo: ¿Será más Tamudo, o más Gerard Moreno? ¿Se convertirá tras la ‘mili’ de una cesión y los Juegos en el jugador franquicia del Espanyol durante la próxima década –si es que, además de fútbol, tiene labia y presencia– o la renovación, como sucedió con la de su antecesor en 2017, comportará un disfrute de entrada y, a corto-medio plazo, una venta astronómica?
Inevitablemente, la pregunta sobrevolará el ambiente. Pero ya les advertimos: esto no es comida rápida –la respuesta hoy no está escrita–, sino un plato cocinado a fuego lento. Así que conviene degustarlo, que todo llegará. Buen provecho.