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RAYO VALLECANO

Alberto anuncia su retirada

El capitán rayista disputó su último partido el 21 de septiembre de 2019 y dice adiós al fútbol por una lesión osteocondral en la rodilla izquierda. Su importancia trasciende lo deportivo.

Actualizado a
Alberto, manteado tras el ascenso.
@RayoVallecano

Llegó el momento de decir adiós. Alberto García (Barcelona, 1985) cuelga los guantes, apenas unos días después de que el Rayo consiguiera el ascenso a Primera y tras un año y nueve meses sin poder jugar por una grave lesión de rodilla. Con lágrimas en los ojos y destilando emoción en cada palabra, el capitán franjirrojo lo anunciaba en un vídeo para la web del club: "Empecé en el equipo del pueblo, nunca pensé que sería algo tan largo y que pudiera llegar donde llegué. Pasármelo bien me llevó a vivir una experiencia que llega al final".

A medida que éste se acercaba, iba cobrando importancia cada paso del camino. "Nunca me imaginé tener la suerte de representar a tantas plantillas, ni vivir prácticamente 21 años este sueño. Aquí tengo recuerdos imborrables que espero que mis hijos no olviden. La gente que he conocido, lo que sufrido y lo que me he divertido en este campo... Puedes ser recordado por muchas cosas, pero es increíble sentir que los grupos humanos que me han rodeado lo hacen por ser alguien que luchaba y defendía el bien común, que buscaba que el barco llegara a puerto y el colectivo es, para mí, la esencia del fútbol", confesó.

Precisamente esa ha sido la bandera que ha enarbolado a lo largo de estas cuatro campañas en Vallecas, donde no sólo ha sido una pieza importantísima bajo palos, también en el vestuario. Siempre trabajando por ese grupo, mañana, tarde y noche. Sus palabras refuerzan, más si cabe, sus actos: "Luchar, ganar y perder juntos. El bien común, compartir el camino. Nunca imaginé que los compañeros me lo recordaran tanto. Vallecas no tiene ídolos, aquí vamos todos en el mismo barco. Es tan importante quien está en el verde como el que está fuera".

De sus orígenes a la retirada

Toda historia tiene un principio y Alberto se remontó al suyo. A aquellos primeros pasos en el equipo del pueblo. "No había portero y tanto mi padre como mi hermano, que eran los que lo entrenaban, me abocaron a esa posición. Es una forma de vida totalmente diferente al resto. Al principio no quería jugar ahí y luego ha ido muy ligado a mi forma de ser", desveló. Uno de esos 'culpables' era Javier, su hermano y entrenador de porteros del Villarreal: "Siempre se preocupaba por el resto de compañeros, para que estuvieran a gusto". Ya apuntaba maneras. Porque si hubo un lugar sagrado para el cancerbero era el vestuario, por todo lo que entraña, un vínculo que trasciende a los jugadores. "Hay muchas personas importantes en el día a día. Detrás tenemos aficiones, ciudades, barrios...", añadió.

Su llegada a Vallecas supuso un antes y un después porque es "ese paso para ser diferente". El capitán pronto entendió la esencia del barrio, de la Franja, de lo que la afición demandaba... Y no sólo lo hizo propio, también lo transmitió. "El jugador es una parte más y de aquí me llevo esa cercanía con la gente en los momentos buenos y el cariño que me han demostrado en los malos", esgrimió orgulloso. Para él, ser capitán "es la mayor responsabilidad que hay porque un grupo te elige para defender un bien común".

De pronto, su vida dio un golpe de timón. El 21 de septiembre de 2019 disputó su último encuentro con la Franja frente al Almería. Ajeno a lo que días después se desencadenó. Estaba a punto de comenzar un calvario. Alberto entró al quirófano con esperanza y salió con una noticia que cayó como un jarro de agua fría: "Fue un impacto. Tras la operación ya me dijeron que lo que habían encontrado se podía complicar y que había que vivir con la posibilidad de que se podía perder el partido. Sentí desde que empecé que el rival, la rodilla, iba a ser muy complejo. Agradezco su franqueza a los doctores. Demostrar fortaleza a mis hijos en esos primeros momentos fue muy duro para mí".

Y en ese dolor encontró un compañero inseparable, pai, Bebé. "Siento que la energía que me quedaba se la di a él. Verlo llorar, derrumbado, como un bebé, en un box del hospital... El doctor Beceiro me pidió ayuda para que hablara con él y le dije que si alguno de los dos no salía iba a ser yo, que los dos no podíamos morir deportivamente hablando, que confiara en mí y así ha sido", narró con la voz entrecortada. "Es un ejemplo de actitud ante la vida. Tiene esa virtud de hacer mejor a quien entra en contacto con él", le definió el 'Doc'. "Me ha marcado", sentenció Bebé.

No fueron los únicos que le mandaron su mensaje a Alberto. "Destacaría su carisma. Te das cuenta de lo que desprende una persona con la actitud de los demás y cuando él habla todos atienden", apuntó Iraola Y tras él, se deshicieron en halagos Catena, Mario Hernández, Miguel Ortiz, Antoñín, Montiel, Álvaro, Andrés, Guerrero, Martín, Pozo, Moncayo, Armenteros, Martos, Qasmi, Mario Suárez, Fran García, Saveljich, Advíncula, Isi, Comesaña, Óscar, Trejo, Velázquez, Ulloa... También sus compañeros bajo palos, Dimitrievski ("Es una gran persona"), Luca ("Va de frente en las buenas y en las malas") y Morro ("Ha sido todo para mí, un referente").

Este camino no se entendería sin su familia. "Estoy muy orgullosa de ti y de lo que has conseguido. Empieza una nueva etapa y nadie dice que no vaya a ser mejor", aventuró su esposa Lidia. Después, apareció un carrusel de imágenes del homenaje celebrado en la Ciudad Deportiva. El presidente, Martín Presa, le entregaba una placa y la plantilla le hacía un pasillo mientras aplaudía. Al fondo se encontraban sus hijos, sus padres y Lidia. Juntos dibujaron un final, que no es más que otro principio...