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ESPANYOL

Piqué da alas al Espanyol

El capitán del Barcelona, ahora encantado con el retorno perico a Primera, ha reavivado la rivalidad del derbi, y genera simpatías y campañas que costarían millones.

04/02/18 PARTIDO PRIMERA DIVISION
 ESPANYOL - BARCELONA
  GERARD MORENO PIQUE
GORKA LEIZADIARIO AS

No sería lo mismo de David sin Goliat, de Batman sin un Joker, de Jekyll sin Hyde e incluso de la Coca-Cola sin la Pepsi. En un mundo que –guste o no– avanza mediante la tensión, el conflicto, protagonista y antagonista se retroalimentan, ni el héroe ni el villano ocuparían el foco sin la existencia del otro. Y eso sucede entre el Espanyol y Gerard Piqué, a pesar del –o precisamente gracias al– revuelo que se forma en el mundo perico cada vez que aparece en acción para mencionarles a su equipo.

No son entes comparables, lógicamente. Supera el Espanyol los 120 años, por los 34 del central. Pero si algo consigue precisamente Piqué para beneficio blanquiazul es mantener viva la llama de esa rivalidad histórica, no hacia su persona, sino hacia el Barcelona. Así es como crecen los clubes. Así fue como, hace exactamente un siglo, se lanzó Genario de la Riva –presidente perico– a construir nada menos que el estadio de Sarrià cuando el Espanyol había sido desahuciado de la calle Muntaner, espoleado por el comentario que oyó a un cliente de la barbería que frecuentaba: “Creo que el Espanyol ha muerto definitivamente”. Ese cliente era el fundador del Barça, Hans Gamper, y De la Riva no solo lideró la edificación de Sarrià, sino también el regreso de Ricardo Zamora justamente desde Les Corts.

La última de Piqué, de hecho una de las más veniales de su larga relación de comentarios sobre los pericos –y que, de no ser por su historial y socarronería, incluso habría despertado elogios–, ha consistido en alegrarse del retorno a Primera de los pericos, porque prefiere jugar en el RCDE Stadium que en otro campo con el que no guarda ningún aliciente. “El Espanyol es un ingrediente principal para el show”, le explica a Ibai Llanos, en una síntesis de que, con el capitán azulgrana de por medio, los derbis siempre seguirán siendo derbis. Con excesos de frenada, como en aquel festejo con los Boixos que habían lanzado bengalas en Montjuïc, o como las pancartas dirigidas a Shakira. Pero con todo el picante que exige este partido de partidos desde 1900.

Es Piqué el mayor relaciones públicas que podría tener el Espanyol, al que coloca cíclicamente en el centro de la noticia al nivel que solo enormes logros deportivos podría conseguir. Al que da una publicidad impagable, que costaría millones si una agencia tuviera que alcanzar el mismo impacto con una campaña. Y al que, por tratarse de un personaje que a nadie deja indiferente, va generando simpatías por doquier.

Sus menciones al presupuesto, a Cornellà, al propietario chino, a la minoría… Parafreseando el anuncio perico de los abonos, pero a la inversa, podría parecer incluso que Piqué no es perico de boquilla, pero sí de carnet. No sería descabellado aprovecharlo. Piqué es, en definitiva, y a la espera de que sobre el césped se den los motivos para volver a ocupar portadas, de lo mejor que le puede pasar al Espanyol.