Un regreso por la puerta grande y lleno de guiños al Atlético
Gonzalo Caballero volvió a los ruedos año y medio después de la gravísima cogida en la que casi pierde la vida. "Fue mejor de lo que había soñado". Y muy rojiblanco.
"Fue un día precioso. Mejor de lo que había soñado". Así resume Gonzalo Caballero (Madrid, 1991) todas las emociones que el sábado, en Navalcarnero, se le arremolinaron bajo el traje de luces, en su regreso a los ruedos. Lo hacía, regresaba 595 días después de sufrir una grave, gravísima cogida, en Las Ventas, el 12 de octubre de 2019. "Llegué a asumir mi muerte", confesó. De hecho, lo estuvo, muerto. Nueve minutos. Tenía una cornada "muy grave en la cara interna del muslo izquierdo con dos trayectorias: una de 30 centímetros hacia arriba y otro trayecto de 25 centímetros hacia atrás que secciona la vena femoral y ramas colaterales".
Entonces salvó su vida porque se introdujo el puño en la herida provocándose una hemostasia. Tras un largo periodo en el hospital, conectado a una máquina de diálisis y una cicatriz con 118 grapas en su pierna sólo pensaba en una cosa: su regreso. Su corazón rojiblanco mandaba. Lo dijo una vez Fernando Torres: "Ser del Atleti es saber levantarse". Caerte una vez y levantarse dos. No hay otra. Gonzalo Caballero lo hizo en Navalcarnero.
Tres orejas, puerta grande y decenas de guiños al Atlético. Eso llenó su faena en el que el torero madrileño compartía ruedo con Enrique Ponce y toros de Juan Pedro Domecq. La plaza llena, fueron numerosos los rostros que no quisieron perderse la vuelta del torero, amigos como Borja Garcés, el grito de Atleeeti, Atleeeti en muchos de sus muletazos. El torero del Atleti, así se presentó Caballero al mundo en Las Ventas cuando lució un capote de paseo con el escudo rojiblanco bordado, en 2014, después de la derrota en Lisboa, "no podía no salir sin él ese día que me sentía más del Atleti que nunca", pudo celebrar al fin sobre la arena un triunfo de equipo de su vida, LaLiga, y el suyo propio, esta vuelta. Cuando salía a hombros por la puerta grande agarraba bien fuerte una bufanda rojiblanca.