Patinazo fatal del Madrid
El equipo de Zidane, maniatado por un buen Betis, reduce al mínimo sus opciones por repetir título. Volvió Hazard. Rodrygo estrelló un tiro en el larguero.
Por sus bajas, por su desventaja y por una falta de gol endémica, el Madrid vive al filo de lo imposible, con la sensación de que con lo que tiene no le da para Liga y Champions. No hay forense que le dé por muerto, menos con Zidane en banquillo, pero cada partido le cuesta un esfuerzo inmenso. Y tras el empate ante el Betis queda obligado a mirar de frente a la Champions y ya muy de reojo a la Liga, donde los aspirantes son manada. La sensación es que nada sucede si no se le ocurre a Benzema y el francés también tiene derecho a bajar el volumen.
Llega el Chelsea y Zidane deja claro que cambia la conversación. En esa clave hay que interpretar el regreso al 4-3-3, la misión (enésima) de Nacho como lateral izquierdo, la vuelta al banquillo de Marcelo y la presencia de Isco ante el Betis. También la suplencia de Vinicius, al que se guardó para el martes. La barahúnda que genera no tiene réplica en la plantilla. La Champions se gana con oficio y por ahí irán los tiros, por reunir a la mayor parte de los que han llenado de copas el museo en la última década y ordenados como entonces.
La respuesta del Betis fue la prevista. Canales por Fekir, la escuela de bellas artes del Villamarín, refresco para los extremos y Guardado por Guido para doblar la vigilancia en el centro del campo. Con unos y otros trasteó bien los primeros minutos, con un empacho de pelota, un buen juego en corto y ninguna estampida de los tres puntas del Madrid, al que cruzar el mediocampo le costaba demasiado. Quedó la impresión de que el equipo blanco, mejor rematado que en las últimas semanas, miraba por detrás del partido. Ese es el encanto y, a la vez, el peligro de la Champions.
Benzema, al ataque
Así que el choque se fue volviendo pelmazo, un ejemplo de aquellos que justificaron la sublevación de la Superliga hasta que apareció Benzema, que en su versión celestial dejó un quiebro en un ladrillo y un disparo posterior que rechazó Bravo. La versión extendida del francés parece la única solución ofensiva del Madrid.
En cualquier caso, el lance cambió la dirección del viento. Sin exagerar y sin demasiada gracia, el equipo de Zidane fue domando al Betis, que le había dado la espalda a la portería, desde los pies de Isco y Modric. Pero más allá hubo poca vida. Rodrygo está muy afectado por la irregularidad, pecado de juventud, y Asensio sigue sin ese cambio de ritmo que se sospecha que tiene pero no aparece. Permutaron sus bandas con frecuencia sin resultado aparente. Hace tiempo que el Madrid se mueve a ritmo tropical, con cuidado para que no reviente la caldera, y eso alarga mucho los partidos. Antes del descanso Benzema tuvo la ocasión menos borrosa, pero su derecha a la media vuelta se fue camino de Barajas. Para entonces, el riego y la lluvia habían dejado un firme peligrosamente deslizante.
Cambio de dibujo
Al Betis lo espabiló Laínez en la segunda mitad. Pero no tuvo más acompañamiento que el de Emerson. Nadie se puso al remate. Tampoco en el Madrid, que volvió a avisar, en un centro chut tenso de Rodrygo que golpeó el larguero. Fue lo último que registró en el partido, porque Zidane entendió que el duelo necesitaba el efecto desfibrilador de Vinicius. Su entrada coincidió con la mejor ocasión del Betis. Guido fue limpiando rivales hasta despejar el horizonte para pifiar luego el disparo. Y repitió luego Borja Iglesias, aún en mejor posición. Tampoco atinó. El Betis contragolpeaba ya con intención ante un Madrid más descuidado por las prisas.
Como el equipo languidecía, Zidane viró hacia el 3-4-3, con Odriozola y Marcelo. En un minuto provocaron el primer desajuste en el Betis. Ahora el partido sí tenía marcha, volaba de área a área. Incluso hubo motivo para pitar uno de esos neopenaltis por mano de Miranda. Y en esas llegó Hazard, que antes de convertirse en un manual de anatomía, pugnaba por ser el tercer mejor futbolista del mundo. No está para poner del revés al Madrid. Tampoco se le espera. Pasó sin dejar huella por un partido que, para el equipo de Zidane, puede ser el principio del adiós a la Liga.