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REAL MADRID

De 'alineador' a fino estratega

Los retos que ha planteado esta atípica temporada realzan la versatilidad de Zidane. El Madrid se ha sobrepuesto con decisiones que destierran los clichés que se le asociaron al entrenador.

Zinedine Zidane, entrenador del Real Madrid.
JAVIER GANDULDIARIO AS

Una de las mayores losas que le pueden caer encima a un entrenador es que le cuelguen un sambenito. Tan fácil es verse con uno encima como difícil es deshacerse de él. A Zidane se le adosó en su primera etapa el de alineador. Los méritos del francés se minusvaloraban y sus éxitos eran producto de la plantilla con la que se encontró, cuando no también de su flor. El tiempo ha hecho emerger su figura. El técnico ha visto cómo perdía a baluartes del histórico ciclo en Champions, la profundidad de banquillo se reducía y, en los últimos meses, las bajas mermaban aún más su plantilla. A todo ello, y a un calendario "de locos", el Madrid se ha sobrepuesto con decisiones que destierran los clichés que se le asociaron al entrenador. Zidane ha pasado de ser un alineador a un completo estratega.

Cuando Zidane, curtido con el Castilla en la exigente Segunda B pero primerizo en la élite, se hizo cargo del Real Madrid tomó el relevo de un entrenador con un gran prestigio como estratega, Rafa Benítez. Los métodos y las decisiones del ex del Liverpool no cuajaron en el vestuario blanco. Zidane, en cambio, aún no tenía un perfil definido. En el Castilla, alejado de los focos todo lo que se puede estar tratándose de un exfutbolista de su categoría, el pragmatismo del 4-2-3-1 primó sobre cualquier conato de imprimir un sello personal o instaurar una revolución. Una practicidad que llevó al primer equipo, adaptándose a lo (mucho) que le ofrecía aquella plantilla. El tridente de la BBC era innegociable, pero donde había sufrido el Madrid en el primer tramo de la temporada fue en el centro del campo. Zidane tenía la receta: el ingrediente secreto era Casemiro. Ni el propio brasileño, que tuvo que hablar con el entrenador para conocer sus planes con él, se lo imaginaba. "Cuando salgas, no vas a dejar de jugar nunca", le dijo el técnico. Así sucedió.

Una vez acoplado Case, el once tipo de Zidane y su 4-3-3 en las tres Copas de Europa se recitaba de carrerilla. Lo que funciona no se toca. El entrenador sólo se adentró en la variante al 4-4-2 para dar cabida en detrimento de Bale a un Isco en un momento descomunal y en las rotaciones extremas con aquella 'unidad B' que guio al alirón de la 2016-2017 mientras los titulares se deshacían de rivales en Europa camino de la Duodécima.

Dificultades y retos

En su segunda etapa, la BBC estaba desmantelada. Cristiano se había marchado y Bale, lejos de dar un paso adelantes, lo había hecho hacia atrás. A ello se han sumado retos como la gestión del equipo tras el confinamiento o las dificultades que ha afrontado este año por varios frentes. Zidane se ha visto obligado a desplegar capítulos desconocidos de su librillo, demostrando que se guardaba más páginas que las que había enseñado hasta el momento.

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"En los primeros años que estuve no hubo muchos cambios, pero esta vez sí los va a haber", advertía en una rueda de prensa en medio de la travesía del desierto que supusieron los dos primeros meses tras su regreso, con el equipo eliminado de la Champions y sin opciones en el campeonato doméstico. "El próximo año LaLiga tiene que estar en el primer objetivo", señalaba ese mismo día. Iba muy en serio.

El viejo alineador pasó a tomar decisiones. Supo explotar el potencial de Valverde, cuya alineación en el primer derbi contra el Atlético la temporada pasada sorprendió a todos. Una irrupción, la del charrúa, que abrió nuevos escenarios a Zidane, tanto para dar refresco al tridente Modric-Casemiro-Kroos, como para reforzarlo. Más allá de nombres, su primer golpe sobre la mesa lo dio en la Supercopa, donde fortaleció el centro del campo con Valverde e Isco. El Valencia quedó neutralizado. En la reanudación de la competición tras el confinamiento explotó su faceta como gestor de emociones. El Madrid se enclaustró con el sabor amargo de ceder el liderato al Barça tras habérselo arrebatado en el Clásico. Funcionó. El equipo se embolsó la Liga al encadenar diez victorias en diez partidos. Les sobró la última jornada.

Las dudas con las que el equipo comenzó la temporada han dado paso a un equipo que opta a todo con un extenso repertorio de recursos de Zidane. Ha tenido que buscar innumerables soluciones a las bajas en el lateral izquierdo. La definitiva ha sido Lucas Vázquez, pero ha llegado a situar testimonialmente como carrilero a un Vinicius al que ha instruido en el desempeño de tareas defensivas. Ha conseguido mantener el rendimiento de Casemiro, Modric y Kroos al máximo nivel sin apenas poder darles descanso. En uno de los momentos más críticos de la temporada, pasó por encima del Atlético de Simeone, que venía arrollando en la Liga pero fue incapaz de descodificar el partido que le planteó Zidane.

Ha adaptado su sistema con diferentes dibujos, encontrando acomodo a Marcelo e Isco, e incluso ha conseguido hacer funcionar una línea de tres centrales con la que había experimentado sin éxito en el pasado. No solo sus onces se han vuelto imprevisibles, también sus dibujos y sus planteamientos. Cuando todos pensaban que la línea de tres centrales contra el Eibar era un ensayo de cara al Liverpool, ante los reds recuperó su característico 4-3-3. Una versatilidad que le deja más cerca de la Champions y de una Liga cuyas opciones pasan el sábado por un Clásico del que ha salido victorioso en las últimas dos ocasiones.