Roberto Mancini: de despreciado en el City a ídolo de Italia
La figura de Roberto Mancini vuelve al primer plano tras su magistral racha con la selección italiana. Su fama de 'chulo' siempre ha ensombrecido su capacidad como entrenador.
"Antes de celebrar un entierro, hay que encontrar un cadáver". Fue una de las jugosas frases que dejó Roberto Mancini en su época de entrenador en Rusia. Poco después ponía punto y final a su volcánica etapa de un año en el banquillo del Zenit para entrenar a la selección de su país. Por aquel entonces, Italia estaba sumida en el ridículo, en la desolación. El 13 de noviembre de 2017, Suecia la dejaba fuera de un fase final de un Mundial por segunda vez en su historia. Un desastre. Meses después, el técnico italiano ex de la Fiorentina, Lazio, Inter, Manchester City y Galatasaray aterrizaba como salvador del orgullo transalpino. Siempre con su halo de polémico a las espaldas (su carácter ya era una olla a presión como jugador).
Italia estaba deprimida y Mancini, harto de sus continuos enfrentamientos con la prensa rusa. Ambos se encontraron por el camino y la relación va viento en popa. 22 encuentros consecutivos lleva Italia sin conocer la derrota. El balance con el seleccionador es muy bueno: solamente dos tropiezos en 27 partidos con la azzurra (ante Portugal y Francia). Y clasificada para semifinales de la segunda edición de la Nations League (es rival de España).
Mancini, un entrenador aconstumbrado a lidiar con los problemas y a sobrevivir en el banquillo, ha dado la vuelta como un calcetín a esta Italia capaz de todo en la futura Eurocopa.
Fama de rebelde pero ganador
Mancini ha sido siempre catalogado como un entrenador incómodo. "Soy un chulo porque voy en contra de los que mandan", dijo en 2008 en una entrevista en El País. No es hombre que rehuya el conflicto aunque los ha tenido de todos los colores. Con Mourinho, con Sarri, con Tévez, con Figo, con Ferguson, con Balotelli ("Si fuera jugador te habría gopeado la cabeza")... Un imán para encontrar problemas.
Curiosamente con Italia ha sido todo lo contrario. Ha sabido aplacar los ánimos de un banquillo que parecía destinado a explotar: el de la selección azzurra y lo ha hecho a base de adaptarse. Italia es una selección difícil, incómoda, capaz de meter en un lío a cualquier rival y en cualquier momento. Imprevisible. Como la persona que la dirige desde el banquillo. Sin una gran estrella a la que agarrarse, Mancini ha dado su papel a todos. Y todos se sienten importantes. Da igual que sea Insigne, Locatelli, Immobile, Barella, Bonucci, Donnarumma, Verratti, Chielini, Chiesa... al que le toque tirar del carro. Todos lo hacen gustosamente cuando les toca. Y a la vista de los resultados, la fórmula Mancini funciona.
"Para detener a Cristiano tendré que llamar a la Polícia", pronunció el italiano cuando entrenaba al City en la previa de un choque de Champions frente al Real Madrid. Y es que Mancini fue destituido en 2013 como técnico citizen con la vitola de "fracasado", tras una última temporada para el olvido aunque con el cariño de la hinchada. Lo cierto, que bajo su dirección los de Mánchester conquistaron su primer título de liga (2012) desde 1968. El famoso gol de Agüero in extremis. Y una FA Cup (2011). Con el Inter de Milan sumó tres Scudettos consecutivos (de 2006 a 2008).
Unos éxitos que siempre han estado ensombrecidos por su etiqueta de polémico, 'chulo', autoritario y hasta cabezón. Y que siempre le han granjeado un estatus inferior a otros compatriotas y compañeros de profesión. A sus 56 años, sueña con hacer a Italia campeona, logro que se le escapó como jugador.