"Ya hemos aprendido a no morir, ahora aprenderemos a vivir"
Antoni Bulbena, una eminencia en psiquiatría, es el presidente de la nueva peña Médicos Pericos. De Espanyol, salud mental, fútbol, deporte y vida conversa con AS.
Entre visita y visita, en el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones (INAD) del Hospital del Mar, atiende Antoni Bulbena a su cita con AS. Lo que debía ser una mera toma de contacto con el presidente de una nueva agrupación de seguidores del Espanyol, la Peña Médicos Pericos, acaba fluyendo hasta una estimulante charla sobre el devenir del equipo, del fútbol y del deportista, el deporte y de la vida de la mano de un catedrático, director de Psiquiatría y Medicina Legal en la Universitat Autònoma de Barcelona. Quién mejor que el autor de un libro titulado 'Ansiedad' –un campo del que es una eminencia– para conversar en estos tiempos tan inciertos.
– ¿Cómo surge la inquietud de agrupar a médicos pericos en una peña?
– Fuimos varios médicos, con Ramón Carreras (catedrático de Ginecología) y Antonio Arumí (psiquiatra), los que decidimos ponernos en marcha justo ahora que la situación, con el equipo en Segunda, más lo requería. Llevamos tiempo hablando, nos conocemos todos, y como pericos tenemos ese punto de sonrisa clandestina.
– Nacen ahora pero ya son unos 40 miembros en la peña. Han implicado incluso al médico del club, Narciso Amigó…
– Sí, a él y a Juan Carlos (González), que también estuvo en el Espanyol. Han sido personas muy amables, de primera. Les dijimos que no les haríamos intervenir demasiado, pero sí pueden orientarnos en cómo funciona un club por dentro. No vamos a reivindicar nada en particular, pero sí a contar con personas muy comprometidas y expertas.
– Entre sus objetivos está el de organizar, lógicamente cuando la situación sanitaria lo permita, alguna jornada científica, ¿verdad?
– Además de encontrarnos y de comentar nuestra afición, si algo nos gusta y se nos da bien es ponernos al día sobre conocimientos, sobre cómo está la medicina deportiva, la psicología y la psiquiatría deportiva… Yo mismo he estado colaborando con algunos equipos de la Premier o con algún futbolista de Primera. No pretendemos es ser un contrapunto del Espanyol, solo ser útiles. Hay muchos temas a tratar, como qué pasa con los deportistas cuando se retiran, el tratamiento de las lesiones, la energía o los fenómenos de grupo.
– ¿Cómo se puede compaginar una vocación en el campo de la salud mental con una pasión que genera tanto sufrimiento como el Espanyol?
– Creo que la explicación es bastante natural, porque de hecho la psiquiatría a menudo ha sido la pariente pobre de la medicina. Yo mismo he estado muchos años ejerciendo, en los que la Seguridad Social no lo cubría. Esta minoría, este estigma y hasta un cierto menosprecio lo ha sufrido la salud mental. Un gran amigo mío, que es un político de primer nivel, me decía que soy del Espanyol porque así he podido instalarme bien en minorías como la de la salud mental hasta que he conseguido hacerla grande. Cuando llegué al Hospital del Mar éramos siete, y acabamos siendo 700. La capacidad de aguantar en una minoría te permite tener una especial consistencia, fuerza y sintonía, porque la lucha no es solo una guerra, es también un crecimiento. En eso, ser del Espanyol me ha ayudado mucho. Es otra minoría selecta.
– En la situación límite del Espanyol esta temporada, en que no se trata de ir o no a Europa sino de subir o no y de cambiar el futuro del club, ¿sería recomendable que los jugadores se tratasen para convivir con la presión o incluso el bloqueo?
– Los clubes tienen su manera de manejar estos fenómenos, individualmente y en grupo. Hay entrenadores que lo asumen como parte de su trabajo; Guardiola, por ejemplo, nos venía a preguntar hace tiempo al equipo de neurociencias. El año pasado estaba clarísimo que el vestuario no tenía capacidades para moverse como grupo, ni tenía liderazgo, cosas que desde el punto de vista técnico se veían muy fácilmente desde fuera. Confiamos en que el cuerpo técnico actual se esté encargando de ello, no hay duda de que el grupo esta temporada va mucho mejor, aunque hay momentos en que se ve que puede fallar. Y, como conocedor de la salud mental, por supuesto que recomiendo cualquier tipo de ayuda.
– ¿De qué manera?
– En el deporte, muchas veces se reduce el mensaje a que es un tema de dar la cara. Sí, hay que dar la cara, pero también la cabeza. Hay que saber cómo, con quién, en qué momento… Dejémonos de tonterías, cuando escucho eso de dar la cara, pienso que a la cara le falta el cerebro. No digo que esto le suceda ahora al Espanyol, hablo en general.
– Escribió usted un libro titulado 'Ansiedad'. En vistas a un final de temporada que se prevé taquicárdico, ¿tendría algún consejo para que la gestionasen los jugadores, incluso los aficionados?
– Esto es muy interesante desde el punto de vista deportivo. La ansiedad consumatoria es la que aparece cuando los jugadores salen al campo, y en esa creo que tenemos suficiente talento y mensaje de equipo como para hacerlo bien. Pero la ansiedad anticipatoria, la que sucede antes de que pase algo, es muy intensa y complicada. Y tenemos que intentar que esa no se nos coma porque puede ser muy limitante. Si se fija, el futbolista que peor lo pasa durante un partido no es quien juega, sino el que está en el banquillo. A nivel de club, hay que tratar muy bien la espera, que es donde la ansiedad anida más.
– Ha mencionado antes al cuerpo técnico. ¿Ve en Vicente Moreno a un buen terapeuta?
– Sí, lo parece, y la clasificación lo reafirma. Todos querríamos llevar 50 puntos de ventaja, pero los resultados son los que son. De momento, podemos confiar en el entrenador y en la consistencia del grupo, incluso la reacción ha sido buena en las chispas que se han podido ir produciendo.
– Dice Raúl de Tomás que, si tiene que ser el líder, no solo no siente presión sino que lo asume encantado. ¿Qué le parece?
– El líder es una figura muy importante, que no tiene por qué ser quien juega mejor pero sí un referente en el campo. Todos los jugadores a los que he conocido sabían quién mandaba. Yo no sé si Raúl de Tomás habla mucho o poco, pero sí que lo miran, y ese crédito es muy importante. Cuando un equipo pierde referentes, la cosa empieza a ir mal.
– Tiene, en cualquier caso, una personalidad muy marcada.
– Piqué o Ramos son capitanes, gritan en el campo, y él es un referente, eso es imprescindible. Los seres humanos funcionamos así, con mucha gente alrededor pero con alguien que coge la bandera hacia adelante para poder unificar los esfuerzos. El aspecto social es básico. Por ejemplo, cuando podíamos ir a los estadios, se utilizaba como arma para limitar al equipo rival.
– Precisamente, ¿la puerta cerrada puede generar una desafección al fútbol?
–El ser humano necesita este tipo de entretenimientos, la historia lo demuestra. Consumir espectáculos como el fútbol es nuestra gimnasia épica, de ahí parte de la presión que hubo durante el parón para que se reanudaran, al margen evidentemente de los intereses económicos. Creo que la puerta cerrada nos afecta, naturalmente, pero no hasta el punto de la desafección. Una cosa es que la gente se plantee ir al campo porque es más cómodo quedarse en casa, pero la curiosidad, el interés y la pasión continuarán. Igual nos cuesta más volver al estadio, pero el deseo se mantendrá.
– Del deseo a la superstición. ¿Qué opina un catedrático en Psiquiatría de las manías de los futbolistas? Que si llevar un amuleto, entrar con el pie derecho, unos rezos concretos…
– El ser humano hace rituales cuando hay un momento de tensión. Lo que buscan esos futbolistas es lo contrario de la fobia, de tener miedo a algo. Buscan la esoteria, el amuleto, aquella pata de conejo que te permite conjurarte contra lo que te da miedo. Yo trataba a un futbolista que se ponía estampas de la virgen dentro de la espinillera, otro que utilizaba ajos… Y eran de primer nivel. Acuden al pensamiento mágico para reducir una desgracia o una amenaza, porque ningún estudio ha demostrado que aplicándote ajo en la bota izquierda vayas a marcar más goles. Pero, ¿y si no lo hago y entonces pierdo? No dista mucho de cualquier campaña publicitaria, de un Black Friday en que te avisan de que te quedan 22 minutos para aprovechar una oferta, del 'me lo quitan de las manos'.
– ¿Es entonces aconsejable pedirle al futbolista que abandone su superstición?
– Si le quita la sensación de inseguridad, es algo menor. Por ejemplo, apareció un estudio que demostraba, cuando llevar casco aún era opcional para los ciclistas, que asumían más riesgos quienes lo llevaban puesto. En el caso del que hablamos, si tú ayudas a una persona para que madure bien, al final no le hará falta ningún tipo de amuleto.
– Como catedrático en Psiquiatría, y desde el punto de vista de la sociedad, ¿sigue creyendo que de esta saldremos mejores?
– Estoy convencido. Hemos tenido una oportunidad de crecimiento porque hemos tenido que repensar hábitos, que darnos cuenta de con quién estamos y de quién somos. Si lo hemos hecho bien, nos ha permitido hacer una reflexión sobre lo que queremos. Y, lo más importante, a superar pérdidas: hemos perdido la libertad de ir por la calle, de pasar por una tienda sin hacer cola, de abrazar… El ser humano solo aprende cuando pierde. En el fútbol y en la vida, a veces se gana y a veces se aprende. Ahora debemos levantar la cabeza y saber a dónde queremos ir. Ya hemos aprendido a no morir, ahora tenemos que aprender a vivir.
– Menuda frase.
– El cerebro de sobrevivir es uno diferente al de vivir. De ahí el porqué de una peña como la nuestra: acostumbrados desde hace tiempo a sobrevivir como pericos, ahora nos juntaremos para vivir tranquilamente uniendo nuestras vidas deportivas y sociales, y puede que aportando algún chispazo de conocimiento, con toda la modestia del mundo pero también con toda la ilusión.
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