La sala de máquinas de Mel sufre un apagón
A pesar de los últimos cambios de cromos en el centro del campo, el técnico no logra que su eje se vuelva a engrasar como al principio de la temporada.
Difícil papeleta. Así se podría definir de primeras el panorama ante el que se encuentra Pepe Mel este domingo con la visita al Estadio de Gran Canaria del Sporting de Gijón, cuarto en liga, tras la dolorosa derrota del pasado miércoles frente a un Mirandés (0-2) que, sin realizar un gran fútbol, supo maniatar a la medular amarilla durante varias fases del choque. Esta situación, añadida a los graves problemas defensivos y la reciente falta de gol, es otro de los frentes que se le abre al preparador para no verse entre la espada y la pared.
Achicando aguas es el trabajo que viene realizando Mel durante las últimas jornadas con un equipo que solo ha sido capaz de sumar dos victorias en ocho encuentros y que, partido tras partido, ofrece peores sensaciones sin visos de una solución inmediata. De esta forma, con el poco honroso honor de situarse en el primer lugar en el ranking de equipo más goleado de la categoría, con veinte tantos en contra, también hay que mirar qué le está ocurriendo al centro del campo amarillo.
En un primer momento se las prometía felices el técnico, que duda cabe, a principio de temporada, pudiendo armar una medular consistente y joven formada por Sergio Ruiz y Enzo Loiodice, con Kirian Rodríguez por delante. Seguramente, como alguna vez indicó Mel, llevada a la práctica por sorpresa por las bajas de teóricos titulares como Javi Castellano o Fabio, pero que le dieron tal resultado que los mantuvo durante las primeras seis jornadas, cosechando dos victorias (Logroñés y Almería), tres empates (Fuenlabrada, Zaragoza y Málaga) y sólo la derrota del inicio de curso frente al Leganés (1-0). El equipo llevaba el peso del encuentro, se llegaba al área rival con facilidad y se presumía de ser el conjunto con más puntería de la Liga Smartbank
Pero, lo que parecía funcionar como un reloj, de repente, comenzó a pararse con la llegada del maratón de partidos de noviembre y las distintas rotaciones. Al principio le fue bien contra el Castellón (2-1), introduciendo la novedad de Fabio y Javi Castellano como guardianes a la espalda de Óscar Clemente. Era como si jugaran los que jugaran la idea estuviera clara, sin fisuras.
Sin embargo, a partir de entonces, en los encuentros ante Cartagena (3-0), Albacete (1-1, y primera titularidad de Maikel Mesa de mediapunta) y Oviedo (1-2), algo ya no cuajaba, perdiendo paulatinamente fuerza en el medio y, como acostumbra a realizar Pepe Mel al mínimo síntoma de alarma, presentó un cambio táctico frente al Girona (1-1), dejando a Fabio y Loiodice de pivotes, con Sergio Ruiz en una posición más adelantada. Sorpresa. Primer gol del cántabro llegando desde atrás. Y como lo que supuestamente funciona no se toca, lo volvió a repetir en el derbi canario (1-0), con un premio más que dudoso para los amarillos, y la visita desastrosa a Sabadell (3-1), para terminar tocando fondo el pasado miércoles con un nuevo cambio. Esta vez el freno de mano en la medular sería Javi Castellano, con Kirian, de vuelta a la titularidad tras cuatro partidos, y Sergio Ruiz más adelantado.
Al final, la realidad la marcan los resultados y aquel trivote inicial formado por Loiodice, Sergio Ruiz y Kirian se ha ido diluyendo como un azucarillo. ¿Los motivos? El caso más llamativo de un claro bajón de forma es el del francés, ya que fue sustituido en tierras catalanas en el minuto 38 y frente al Mirandés no llegó ni a participar. A ello, habría que añadir el de un Kirian que, tal vez por las idas y venidas recientes al banquillo, ha perdido la confianza y madurez que demostró en el inicio de curso, por lo que de los tres teóricos titulares solo Sergio Ruiz ha mantenido el tono y ha aumentado sus prestaciones con una posición más cercana al área, pero, por si fueran poco los enanos que le crecen a Mel, el futbolista tuvo que retirarse lesionado en el pasada jornada y es seria duda para el domingo.
Sin duda, todo ello conforma un verdadero rompecabezas para un técnico que tiene que buscar soluciones ya, volver a echar carbón a esa sala de máquinas para que funcione de nuevo y la verticalidad regrese al ADN de los amarillos o, de lo contrario, ya se sabe qué cabeza es la primera que se corta si no se dan los resultados adecuados.