Las tribulaciones de Tenerife
El accidentado viaje del Espanyol tras los falsos positivos o el percance de Óscar Gil fueron solo la continuidad de los imprevistos que se sucedieron en la anterior visita.
Unos 5.000 kilómetros recorrió la plantilla del Espanyol en poco más de 15 horas, más lo que corrieron los jugadores sobre el césped. En ese sentido, el accidentado viaje de la expedición perica para jugar este pasado domingo en Tenerife fue un calco del que había discurrido tres años menos un día antes –hasta la fecha estuvieron a punto de clavar, pues el resultado también fue de cero a cero en ambos casos–, en un continuidad de las tribulaciones del Espanyol en una isla que para ellos tiene de todo menos de afortunada.
En esta ocasión, la necesidad de volar el mismo día del partido fue la consecuencia de unos fallidos tests de antígenos, que mantuvieron al equipo en tierra el sábado –cuando tenían previsto trasladarse– hasta que las PCR descartasen cualquier positivo. Una situación que el destino quiso que se diese en el viaje más largo de toda la temporada y que, para colmo, provocó que la plantilla del Espanyol aterrizase de vuelta a El Prat en pleno estreno del toque de queda, si bien los desplazamientos por trabajo entran dentro de las excepcionalidades y en esa primera noche las autoridades decidieron no sancionar, solo informar.
Incluso Óscar Gil, que minutos después de estrenar su primera titularidad a domicilio era sustituido por un inoportuno pelotazo en la cara que le dejó algo aturdido, padeció los efectos de esas tribulaciones pericas en Tenerife que se remontan al 26 de octubre de 2017. Entonces, el choque era de Copa del Rey y fue Quique Sánchez Flores, el entrenador perico, quien decidió viajar el mismo día sin que mediaran causas externas.
Con lo que no contaba el Espanyol es con que estuviera a punto de cancelarse el vuelo de vuelta, ya que el aeropuerto de Santa Cruz de Tenerife cerraba a la medianoche y el partido se tuvo que retrasar por un doble apagón de luz en la estación transformadora del Heliodoro Rodríguez López.
La situación fue surrealista, pues mientras los operarios trataban de arreglar lo que acabó siendo un fusible fundido, 13.000 personas permanecían a oscuras y la charanga del estadio seguía tocando como si nada. Incluso uno de los periodistas que cubre habitualmente la información del Espanyol, el compañero Román Martínez del diario L’Esportiu, permaneció un buen rato atrapado en un ascensor.
Finalmente, el encuentro se pudo disputar, con el mismo resultado que este domingo, y como entonces pudo regresar la expedición perica para aterrizar de madrugada en Barcelona. E, igual que hace tres años, tuvo aquel Tenerife-Espanyol un denominador común con el de ahora: Diego López estuvo providencial. En esa faceta, por muchos contratiempos que se produzcan, tiene el conjunto blanquiazul un seguro de vida.