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Las Palmas

El sinsentido de la Unión Deportiva Las Palmas con el ERTE

Ante los problemas que se avecinaban, quedó obligada a no meter a Rivera y Fernández: "Contrató a gente para hacer lo mismo, algo que está prohibido".

El sinsentido de la Unión Deportiva Las Palmas con el ERTE
Carlos Díaz-RecioDiario AS

Como corresponde al último día de una ventana de mercado, acaso dejando buena parte de los deberes o repaso del examen para el último momento, las últimas horas del zoco estival transcurrieron frenéticas en los despachos de Las Palmas. Fue el pasado un lunes muy movido. Nueve fichajes después, tocaba el último esfuerzo en materia de bajas. Del grupo compuesto por De la Bella, Mantovani, Srnic, Raúl Fernández y Christian Rivera, el de los cacareados cinco descartes del equipo (en contra de la opinión de Pepe Mel los dos primeros), solo el primero había encontrado acomodo tras su cesión al Cartagena, que se hace cargo de toda su ficha.

El resto estaba, incluso, apartado del equipo en muchas ocasiones durante la pretemporada, haciendo trabajo alejados del grupo de Pepe Mel, uniéndose a ellos Cristian Cedrés, quien recibiera su ficha sobre la bocina. El esperpento tomaba cuerpo en la colina de Barranco Seco, allí donde se eleva imponente la Ciudad Deportiva de Las Palmas. El propio Cedrés, por quien preguntaron en Portugal y algún equipo de LaLiga Smartbank, corría el riesgo de quedarse tirado, puesla promesa de su ficha profesional, pese a que en ningún momento fue considerado un descarte, al menos prioritario, no llegó hasta menos de una hora para el cierre del mercado y, por tanto, del plazo establecido para la inscripción de futbolistas en LaLiga.

Llegó el cinco de octubre, las horas pasaban lentamente y los nervios se multiplicaban en Barranco Seco y el Estadio de Gran Canaria, allí donde la UD tiene la sede oficial. “Las Palmas no sabe ni dónde meterse del lío en el que puede acabar”, susurraban desde el propio club. “Para dar de alta a nuevos jugadores tenemos primero que dar bajas”, insistía Pepe Mel. Cuando el día caía, acaso sobre la bocina, la Unión Deportiva anunció las desvinculaciones de Mantovani y Srnic. Como si fuera un efecto dominó, se anunció que el alta del propio Cedrés y de Athuman, peticiones expresas de Mel.

Quedaba, pues, solucionar el futuro inmediato de Christian Rivera y Raúl Fernández. Fue entonces cuando el esperpento tomó definitivamente cuerpo, todo un efecto dominó de decisiones imposibles de justificar. Ante un acuerdo que no llegaba, y como medida de presión para empujar a ambos futbolistas fuera del club, importando más bien poco la nueva lesión del portero vasco, Las Palmas anunció que los dos pasaban a formar parte del ERTE que había implementado la entidad en tiempos de confinamiento, en el que siguen varios empleados, y del que Raúl fue protagonista, pues estaba en la disciplina del club mientras que Rivera andaba cedido en el Girona. “Si no has comunicado la renuncia expresa del ERTE, la empresa puede reactivar a sus trabajadores y posteriormente, devolverlos al ERTE. . Siempre, claro, que exista una causa que justifique esta reafectación”, confirma en AS Pere Vidal, abogado laboralista en materia deportiva y, al alimón, colaborador de Iusport. Precisamente ahí, en ese limbo legal, comenzó a quedar en evidencia la gestión del club grancanario en ese trepidante cierre de mercado.

Tanto fue así, que menos de 24 horas después a Las Palmas no le quedó más remedio que recular. Hubo, en cualquier caso, intento de camuflaje. “La UD Las Palmas ha decidido no aplicar un ERTE a los jugadores Christian Rivera y Raúl Fernández”, rezaba el comunicado emitido por el club el martes por la tarde. Más que “decidido”, lo cierto es que la entidad se topó con la obligación de decidirlo. El abismo media entre ambas opciones. “El ERTE que el club presentó en su día se autorizó porque era por causa de fuerza mayor, en pleno estado de alarma y con las competiciones suspendidas”, recuerda Vidal. Pero ahora todo cambió. “Los futbolistas tienen ahora su trabajo en condiciones casi normales, están jugando partidos. Por lo tanto, ahora mismo no habría causa que justifique meterlos de nuevo en ese ERTE”, asegura. “Sí se entiende con empleados del club como los que trabajan en la taquilla, por poner un ejemplo. Si tienes un ERTE de fuerza mayor autorizado por la autoridad laboral, es la empresa quien decide mantener o rescatar del ERTE, pero debe estar justificado. Este no sería el caso de los futbolistas”, sentencia.

Por las urgencias, quedó patente la descoordinación entre los responsables deportivos de Las Palmas y sus asesores jurídicos y laborales, probablemente responsables de ese segundo comunicado, vestido de amenaza. Haber metido a Rivera y Fernández en el ERTE “le pudo costar muy caro al club”. “Podía haber acarreado sanciones muy importantes de la Inspección de Trabajo”, considera Vidal. Además, apunta: “En el deporte profesional, son pocos los conflictos que llegan a los Tribunales o Inspección de Trabajo. Si esto se llega a producir y los futbolistas denuncian, se puede poner en riesgo la exoneración de las cuotas de la Seguridad Social de la que se benefició el club de todos los empleados que entraron en el ERTE y de toda la plantilla, no solo de estos dos futbolistas. Le podría haber salido muy cara al club”.

El paso de las horas iba confirmando el carácter pendenciero de esta medida de presión con Fernández y Rivera. Todo apunta a una medida de presión para sacarse de encima a ambos jugadores. Ocurre que Las Palmas había contratado a futbolistas mientras quería meter a otros en el ERTE. “Contratar a personas para que hagan el mismo trabajo que hacían otras que mantienes en ERTE está expresamente prohibido por la normativa”, aclara también Vidal al otro lado del teléfono. “Si esto se hubiera producido, los futbolistas podrían haber reclamado judicialmente su derecho a ser reactivados, junto con los salarios dejados de percibir por el ERTE, debiendo el Club regularizar ante el SEPE las prestaciones por desempleo percibidas”.

“Más grave aún era lo de Raúl Fernández”.

El primero de los comunicados que saca Las Palmas, aquel que anunciaba la incorporación al ERTE de los dos protagonistas, le acarreó problemas nada más ser publicado. “El caso de Raúl Fernández era aún más grave”, considera Vidal. Se refiere el abogado a que, en dicho texto, la UD anunciaba explícitamente que el portero vasco, “con una lesión de larga duración, causa baja federativa”, sin más consideraciones. “El Tribunal Supremo es clarísimo al respecto: no puedes privar a ningún jugador de la expectativa de jugar”, recuerda Vidal. Este problema podría haber salpicado, como indicamos antes, a Cristian Cedrés. La Sentencia de la Sala Social del Tribunal Supremo, de 28 de abril de 2010 (Caso Toro Acuña), es más que clara al respecto: “… La acción de participar en los entrenamientos o sesiones técnicas del equipo únicamente constituye una actividad preparatoria para estar en las mejores condiciones en vista a participar en la competición oficial. Esta situación de baja, aunque se pueda modificar eventualmente en una temporada, supone excluir al deportista profesional de toda expectativa para poder ejercer su actividad principal con menoscabo para su formación, dignidad y futuro profesional. En estas condiciones, y como igualmente dicta el Ministerio Público, se vulnera el derecho a la ocupación efectiva… En definitiva, … el hecho de que el Club demandado no haya tramitado la pertinente licencia federativa del deportista profesional demandante, viola su derecho a la ocupación efectiva, en cuanto le priva de toda expectativa a participar en las competiciones oficiales”.

Resulta imposible encontrar más evidencias de la obligatoriedad que tuvo que asumir Las Palmas a la hora de “decidir no aplicar el ERTE” a Rivera y Fernández. Aunque quiso transmitir ese mensaje, no le perdonaba la vida a nadie; más bien, todo lo contrario. En este segundo caso, el club se agarra a la argucia legal de mantenerle sin ficha por su lesión, que le mantendrá de baja médica como pronto hasta enero, cuando deberá ser de nuevo dado de alta en la liga salvo que medie un acuerdo de rescisión. Vidal cita además otro ejemplo muy ilustrativo de dicha situación, que viene de años atrás y estuvo protagonizada por el actual entrenador del Barcelona: “Cuando Koeman estaba en el Valencia dejó claro que no contaba con Albelda. Le bastó con cesarlo como capitán, hacerle entrenar en solitario y no convocarlo, pero en ningún momento se produjo la baja del jugador en la licencia federativa, una decisión que excede del ámbito deportivo, afectando la relación contractual”.

Lo del anuncio de meterlos en el ERTE estaba bien como medida de presión, pues suponía mandarle un mensaje a dos futbolistas con los que Las Palmas no contaba, pero “el riesgo asumido por el club era totalmente desproporcionado” sentencia Vidal. Por eso, entre otras cosas, ‘vistieron’ después lo de Raúl aludiendo a sus problemas físicos. Aparte de la pérdida de exoneraciones, con su consiguiente multa y devolución, esta situación con el meta vasco le hubiera supuesto a la Unión Deportiva otra vía de pérdida de dinero de imposible subsanación: “Si Raúl hubiera instado judicialmente la resolución indemnizada de su contrato, los Tribunales le hubieran dado la razón. Un futbolista profesional al que su empleadora le ha dado de baja en la licencia de la Federación de Fútbol es un claro ejemplo de que, por mucho que se esfuerce, nunca podrá participar en competiciones oficiales”. . No puedes dejar sin motivos a un deportista profesional sin licencia, pues le priva de su derecho a la ocupación efectiva. Hubiera tenido además derecho a extinguir su contrato, con una indemnización que judicialmente puede fijarse como un despido improcedente, esto es, 33 días por año de servicio”. Casi nada.

La chapuza estaba servida y la imagen del club, otra vez, seriamente dañada. Al ser cuestionada por AS, la AFE opta por no pronunciarse. “Por el momento no vamos a hacer valoraciones sobre estas cuestiones”, apunta un importante cargo de la entidad.

La normalidad, de momento, vuelve a la UD. O eso parece tras los desencuentros de las últimas semanas. Al menos, hasta la próxima ventana de mercado.